OPINIÓN

Violencia y Estado de Derecho
11/03/2022

La vergonzosa batalla campal entre barras ocurrida en Querétaro

La vergonzosa batalla campal entre barras ocurrida en Querétaro, la insistencia de las mujeres por frenar el feminicidio y despenalizar el aborto, manifestada en las marchas del Día Internacional de la  Mujer alrededor del país y la circulación viral de las grabaciones del fiscal Gertz Manero, exhibieron en estos días el deplorable estado que guarda el país en materia de ley y orden. 

La batalla campal ocurrida el sábado entre las porras de Querétaro y Atlas ha resultado ser el acto más violento que haya registrado la liga mexicana en su historia.  El hecho es resultado de múltiples causas, cuyos orígenes exhiben el nivel de degradación social del país.  Por un lado, la irresponsabilidad tanto de la Federación Mexicana de Futbol, como de la Liga y los equipos.  La mera existencia de las barras debería ser repensada, al igual que la seguridad en los estadios. Por otro, la expansión de las prácticas de corrupción ha hecho posible que en el negocio del futbol se mezclen intereses extra deportivos y empresariales.  Mucho se ha hablado de la intromisión del crimen organizado en el negocio; se especula que jóvenes reclutados se integran a las barras para enraizar la distribución de drogas.  Así, se ha dicho que lejos de ser un enfrentamiento entre barras, el conflicto de Querétaro fue en realidad una lucha entre grupos del crimen organizado.  Sea así o no, el hecho de que se especule da cuenta del ambiente poco sano de nuestra vida social.  Súmese la impunidad.  Por lo regular, las trifulcas en los estadios no arrojan detenidos; tampoco mueven a los equipos a preocuparse por la seguridad.  Y, por si fuera poco, el estado de polarización que se reproduce a diario.  Los ánimos sociales están alterados y la mínima provocación propicia choques.  Es tan grave la situación, que tal vez por eso el gobernador de Querétaro, Mauricio Kuri, decidió emprender acción judicial en contra de los agresores. Ya hay detenciones y es de esperarse que se les aplique el rigor de la ley a quienes resulten responsables, siempre y cuando las pruebas sean contundentes y no haya espacio a dudas. Que se encierre a quienes, de verdad, participaron en la barbarie; que no haya, como es costumbre, chivos expiatorios.  Tal vez también por eso, una madre, con el corazón roto—como declaró—entregó a su hijo.  Kuri y esta madre tienen razón: esto tiene que parar.  Pero hay más de fondo: las diferencias sociales no han disminuido; se acrecientan día tras día.  Los datos duros no mienten: cada día hay mayor pobreza en México.  También esto debe cambiar, ya.  Las diferencias sociales son caldo de cultivo para la polarización y las provocaciones.

La conmemoración del Día Internacional de la Mujer ha adquirido dimensiones especiales en nuestro país.  De ser una fecha clave para que las mujeres clamaran por igualdad, ha pasado a ser un momento para dar lugar a una protesta social cada vez más fuerte y compleja.  En la Ciudad de México marcharon más de 75 mil mujeres y en muchísimas ciudades del país, otros varios miles.  Los reclamos de igualdad han pasado a un segundo plano.  Ahora, las mujeres exigen que se detenga la violencia en contra de ellas, así como  que se reconozca su derecho al aborto.  Que se frenen los feminicidios, que han alcanzado récords año tras año; que se castigue a los violadores.  Pero, además, en un contexto político en el que los espacios de disenso son cada vez más estrechos, las caminatas de las mujeres han adquirido el status de movimiento social más importante del momento.   Las mujeres no se sintieron amedrentadas por las advertencias de las autoridades.  No creyeron, o no les importó que pudieran infiltrarse grupos violentos, tal como se pronosticaba.  Las mujeres marcharon para poner en claro, nuevamente, que los discursos no resuelven problemas, que la violencia en su contra crece, además de que la cultura misógina se fortalece. Cárcel a violadores y asesinos, exigieron; que aparezcan las miles de mujeres cuyos rastros se perdieron, demandaron.  Exigieron acción estatal, real.  Por eso preocupa tanto la protesta de las mujeres. 

Curiosamente, en un país en el que cada legislatura presume crear leyes para todo y sobre todo, las leyes son letra muerta.  La verdadera transformación de México significa crear un estado de derecho sólido, con vigencia real.  La lenta ruta que en ese sentido seguíamos se está perdiendo.  Cada vez estamos más lejos de constituirnos en una sociedad fundamentada en un estado de derecho.  Las grabaciones que exhiben al fiscal ponen en evidencia que tenemos un fiscal plegado a la presidencia que viola continuamente la ley para favorecer intereses particulares y los suyos propios. 

De esa manera, los castigos en Querétaro muy probablemente terminen convirtiéndose en la golondrina que no hace verano.  La violencia en los estadios y en las calles seguirá registrándose.  Las causas, múltiples, de fondo, entre las que se encuentra la falta de la aplicación oportuna y rigurosa de la ley, se mantendrán.  Por supuesto, seguramente el 8 de marzo del año próximo, los contingentes de mujeres furiosas serán mayores, sus reclamos los mismos y sus voces, más fuertes y sonoras. 




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