¿Y de ahí? Belleza oculta, después de la pandemia

¿Tienes ganas de verle la cara a los demás?

Ahora que se puede andar sin cubrebocas en los espacios públicos, mientras todavía mucha gente seguirá guardando esa costumbre de la pandemia (que nos da una tregua tras la cuarta ola de contagios), pienso que tardaremos un poco en acostumbrarnos de nuevo a ver rostros ajenos. 

Quizá quienes ya no lo usen se olviden por momentos que se pueden volver a leer sus gestos o se descubran reprimiendo las reacciones que antes quedaban veladas por esa especie de bozal que nos hemos impuesto en el esfuerzo de conservar la salud y la vida.

Algunos (algunas y algunes) que nos han parecido guapos con el cubrebocas puesto perderán su atractivo, mientras que podremos disfrutar mejor la belleza que permanecía oculta en otros. Tal vez al principio nos parezca como una especie de nueva desnudez, como verle a alguien los pies o la espalda, en tanto que nos vamos acostumbrando a vernos otra vez las caras.

¿Tienes ganas de verle la cara a los demás? De manera literal, no figurada, no como engañarlos o abusar de su confianza para sacar ventaja. Verles la cara en la calle, es decir, ver de nuevo la alegría en sus sonrisas, verles la tristeza y el cansancio. Ver sus muecas burlonas cuando insultan en estas calles tropicales, por coraje o por cariño (que en estas tierras se insulta por ambas cosas), estar de nuevo en condiciones de leer sus labios.

Comunicamos tanto por los gestos de la boca, quizá más de lo que comunicamos con la voz. Pensaba en los niños pequeños a los que les ha tocado empezar a socializar en estas condiciones, en toda la riqueza de ese mundo no verbal que se habrán perdido en estos dos años de vivir parcialmente enmascarados, sin poder constatar cabalmente cómo son esas otras personas que oyen hablar. 

Habrá a quienes les mejore la alergia que tienen en la piel, que se les irrita con el sudor que causa tener puesto el cubrebocas en este clima tan caluroso. Habrá quien se alegre mucho de liberarse de esa carga de tener que prever más de un cubrebocas a sabiendas de que se puede empapar con la transpiración. Muchos quisiéramos ya no tener que ocuparnos de cargar cubrebocas de más en el carro o en la mochila, en la bolsa o el pantalón, porque resulta que luego se nos olvida y no nos dejan pasar a la tienda o la oficina o ahí donde tenemos necesidad de acudir. 

Se irá mitigando la ansiedad de quienes sienten todavía culpa cuando hablan sin cubrebocas frente a frente con alguien largo tiempo no visto, el enojo que todavía arrastran algunas personas contra otros cuando van a un lugar concurrido y no se ponen correctamente esa prenda. Otros tendrán prisa por ser admitidos así, con el rostro desnudo en todos lados, como si de esa forma pudiéramos terminar con la pesadilla de la pandemia más rápido o de forma definitiva.

Podría esperarse que mientras unos tomen con recelo la medida de andar sin cubrebocas en público, entre otras personas haya un ambiente casi festivo. Reacciones, ambas, perfectamente comprensibles y naturales tras dos años de convivir con una amenaza directa al bienestar de todos. 

Quizá nos toca ahora vivir de este lado del mundo el momento de libertad que gozaron en China en agosto de 2020, cuando en Wuhan (epicentro oficial de la pandemia) celebraron un festival de música electrónica en un parque acuático que congregó a miles de personas sin cubrebocas. Qué satisfacción volver a retomar este tipo de convivencia largamente prohibida. 

Y aunque todos quisiéramos, por motivos económicos, sociales y de salud mental salir de la pandemia, lo cierto es que en China se han vuelto a reportar muertos por COVID-19 por primera vez en más de un año, por lo que ha retomado su estricta estrategia de realizar pruebas y confinamientos a gran escala. Mientras en el mundo no se termine de vacunar, mientras sigan ocurriendo brotes en algunos países y la pandemia no termine de estabilizarse como una enfermedad estacional (según esperan que ocurra, como con la influenza), lo cierto es que seguimos expuestos a recaer en otra ola. Por lo pronto, podemos darnos un respiro.