Antimemorias: Testimonio de una época

En numerosas ocasiones, en reuniones con amigos, tomando un buen vino, charlando en confianza, contando historias y anécdotas vividas durante mi largo devenir en la política, me decían: “esas historias tienes que escribirlas”, o bien, “tienes que dejar testimonio… contarlas en un libro”.

La última ocasión que se me dijo algo parecido fue en una reunión con mi estimado amigo, Miguel Ángel Porrúa, en una fecha cercana a la Navidad de 2018, cuando estábamos comiendo en su espléndida biblioteca ubicada en el segundo piso de la librería de su propiedad en la calle de la Amargura, en el barrio de San Ángel, en Ciudad de México. Ahí, Miguel Ángel, después de narrarle algunas historias que tienen como protagonistas a personas que él aprecia, me dijo: “Tienes que escribir eso; es importante”.

“Si lo publicamos en tu editorial, tal vez”, le comenté. “Cuenta con ello”, me respondió. A partir de ese momento empecé a darle vueltas a la idea; a esa posibilidad de escribir un libro. Un libro a manera de autobiografía, donde dejara testimonio personal de lo vivido.

Aprovechando que había concluido mi gestión como senador de la República de las LXII y LXIII Legislaturas por el estado de Tabasco, y que a partir de entonces me había declarado públicamente “en retiro de la política”, para disponer de tiempo para ello.

Deseaba, además, cumplir con un programa de lectura previamente elaborado, como aspiración puramente personal, que contempla textos de ciencias sociales e historia, así como lecturas y relecturas de varios autores, tanto de poesía como de novelas y de arte en general, que me están “esperando” en mi biblioteca de la ciudad de Villahermosa.

Se trata de profundizar en algunos temas que considero me permitirán comprender de mejor manera el complicado inicio y un tanto enigmático futuro del siglo XXI.

UNA DIVERIDAD DE INTERESES

Temas como las crisis de la democracia, la revolución científica, el desafío tecnológico y sus consecuencias, el cambio climático, terrorismo y racismo, la pobreza e inequidad en la que viven millones de seres humanos y, a la vez, la altísima concentración de la riqueza en unas cuantas familias globales y regionales.

También los flujos migratorios, el agotamiento del modelo económico y el choque de religiones son de mi interés en esta etapa de mi vida. Las lecturas más técnicas de ciencias sociales –“ciencias del deseo”, decía Dámaso Alonso, del deseo de ser ciencias, por supuesto- se complementan con las del ámbito literario y merecen una lectura apacible y silenciosa para su pleno disfrute.

“La literatura es la afirmación del espíritu humano”, sostenía el gran escritor irlandés James Joyce. En la casa he podido reunir una nutrida biblioteca que comprende todas las áreas del conocimiento: historia, filosofía, ciencias sociales, poesía, novela, arte, música.

Incluye también libros antiguos y raros, primeras ediciones, libros firmados por sus autores; destaco, en particular, una colección de libros escritos por premios Nobel de Literatura, todos firmados por ellos, así como una colección de pisapapeles adquiridos durante mis viajes, o bien, comprados en casas de antigüedades de Ciudad de México.

Allí paso las mejores horas del día, en ocasiones en compañía de Silvia, mi esposa, quien, además de ser una gran lectora, ha puesto su refinado gusto en ordenar y cuidar los libros con una disposición y cariño que le agradezco profundamente. “El libro –escribió el filósofo Emilio Lledó- es, sobre todo, un recipiente donde reposa el tiempo”.

Y, dado que cuento con el tiempo que me proporciona el retiro de la vida política, decidí seguir la sugerencia de mi amigo editor y librero: escribir las historias y anécdotas que he vivido a lo largo de mi carrera política para que “reposen” en un libro.

Carrera política que ha tenido más que ver con lo que don Luis González y González llamó la Matria, en su espléndido libro Pueblo en vilo, es decir, la historia del terruño, del lugar que nos vio nacer, o donde hemos vivido. En mi caso. Fue en Tabasco donde desarrollé, particularmente, mi actividad política y, aunque actué en el ámbito nacional, siempre estuve ligado, conectado, a mi tierra, a mi Matria, o a mi agua, como bien cantó el poeta Pellicer.

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Así que me dispongo, amable lector, a contar algunas historias que, tal vez, ayuden a comprender de mejor manera algunos pasajes de la microhistoria de mi tierra y de nuestro México. Emprendí la escritura de este libro en el entendido de que, como o expresaba Roland Barthes: “no hay recuerdo que pueda reproducirse fielmente”.

Ello es natural, pero si alguna distancia hubiera entre lo aquí narrado y lo vivido por otro actor, que hubiera tenido participación en los mismos acontecimientos, créanme que se debe exclusivamente a la luz de la distancia que el tiempo nos impone.