La suave izquierda que llega al poder

El ahora presidente tabasqueño fue arropado por miles de simpatizantes que celebraron la toma de protesta el 1 de diciembre.

La izquierda política mexicana llega a Palacio Nacional. Es su turno en un momento difícil, dadas las condiciones en las que se encuentra el país; la vía que las personas eligieron al votar en julio pasado, es sólo la urgencia apremiante de un cambio.

La suave izquierda que llega al poder

La izquierda en América Latina ha vivido una serie de sucesos que nos hicieron creer que se consolidaba y de esa “oleada roja”, como le llaman, permanece Evo Morales en Bolivia. Debe hacerse un ejercicio de honestidad ideológica aterrizada en la realidad de cada país, como lo hizo en su momento el ex presidente de Uruguay José Mujica, cuando dejó un mensaje al triunfo del conservador Jair Bolsonaro en Brasil: “Hay que aprender de los errores cometidos y volver a empezar. Tampoco creer que cuando vencemos tocamos el cielo con la mano y hemos llegado a un mundo maravilloso.

Apenas hemos subido un escalón. No hay derrota definitiva ni triunfo definitivo.” Cada contexto geopolítico en América Latina es distinto, de ahí el origen de las izquierdas que pueden tener muchos matices. Cada uno adaptó a sus necesidades sociales, económicas la oleada roja; sus realidades fueron y son distintas. Cierto que hay quienes se cobijan en definiciones de izquierda o derecha para traicionar su discurso.

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Los errores que han pagado los ciudadanos en Venezuela, con Hugo Chávez, y más recientemente con Nicolás Maduro, nos alerta que la mesura es necesaria. O el caso de Néstor y Cristina Kirchner, y sus errores que llevaron a replantear la izquierda en Argentina. O el caso peculiar de Lula Da Silva en Brasil.

Cada uno vivió sus propias realidades. Hay quienes olvidaron algo fundamental: el termómetro ciudadano. Izquierda debe ser libre participación, escuchar y seguir caminando; en ella se han acuñado los más nobles ideales, y las más extremosas posturas de gobierno.

Se olvida con facilidad que los triunfos del capitalismo como sistema económico está mediado por un equilibrio económico que fue bandera de causas justas de la izquierda revolucionaria: el establecimiento de los salarios basados en ocho horas, la lucha por abolir el trabajo infantil, los derechos sindicales, y por supuesto lo que ello implicaba: acceso a atención médica, reparto de utilidades. Y su máxima consolidación: las leyes laborales. Debe observarse con sumo cuidado esta transición.

La noche del triunfo de Morena en México pocos la creyeron, porque la clase política de siempre invisibilizó a la ciudadanía. Pusieron a las personas al límite, y lo que ha sucedido en los días posteriores es una constatación de la preocupación de la clase política. Esos constantes diálogos entre presidente electo y presidente en funciones no se habían visto antes. Como cerciorándose de asegurar una transición de terciopelo. La izquierda es trabajo, adaptada al contexto de México; y esa realidad es compleja.

Ahora se trata de acompañar a Andrés Manuel López Obrador, cualesquiera que sean las ideologías. Sobre todo sus simpatizantes tienen el mayor compromiso. Ya pasó la fiesta, viene el trabajo; y como bien dice: “va en serio”. Habrá que construir instituciones sólidas y regresar al orden el pandemónium que prevalece. Si fue difícil lograr una mayoría apabullante de votos y se requirieron más de tres décadas, el cambio es otro enorme desafío.




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