La fobia del tabasqueño por la letra “e” y otras cosillas

En reto de la hoja en blanco, cuando los hechos tienen interés

La fobia del tabasqueño por la letra “e” y otras cosillas
  • Por primera vez en mi vida, me he sentado frente al reto de la hoja en blanco y la mente en igual forma, pues no tengo ningún tema previamente pensado para tratar de escribir sobre él. Siempre pensé que tal reto era inexistente pues nunca se enfrenta nadie a una hoja en blanco sin siquiera tener una simple idea para desarrollar, pero ahora tengo que reconocer que tal situación es cierta de toda certeza, pues a medida que escribo casi automáticamente, no se me ocurre absolutamente nada, para iniciar mi artículo de la semana. 
  • He revisado dos diarios del día de hoy para ver si encuentro algo de actualidad de lo que pueda opinar desde mi muy personal punto de vista, pero inútil; parece que los hados estuvieran en mi contra y se opusieran a que pergeñe alguna cosilla interesante. Por esta circunstancia, habré de realizar un collage con varias ideas que desde hace mucho tiempo bullen en mi cerebro. Son curiosidades que nos atañen a los tabasqueños, como lo que llamo la fobia por la letra “e”, puesto que en muchísimas palabras la omitimos, y en otras más la cambiamos por una “a”, sin saberse a ciencia cierta debido a qué. 

ENTRE EL ATOL Y EL PINOL

  • Comenzaré entonces, por exponer algunas de las palabras en las que, inexplicablemente, omitimos la “e” final, tales palabras son: atole y pinole, que para nosotros resultan ser: atol y pinol. ¿Por qué? ¿Por economía de pronunciación? ¡Vaya usted a saber por qué!, pero lo cierto es, que como ya hemos observado, nosotros por nuestros calzones, le castramos la última letra, o sea la “e”, a esas palabras, que de siempre las hemos utilizado sin ella. 
  • El otro caso, el de cambiar la “e” por “a” en ciertos vocablos, es el siguiente: los términos epazote, legaña, verraco, liendre, chinche y mierda, por ejemplo, en Tabasco se pronuncian y escriben: apazote, lagaña, varraco, liendra, chincha y miarda. Otra vez pregunto: ¿Por qué? Pues yo creo que porque se nos da la regalada gana, y punto. 
  • Hay más hechos curiosos en el habla de nuestro pueblo, y es la de cambiar de género a determinadas palabras, como el caso de pus, que siendo masculino: el pus, nosotros lo consideramos femenino: la pus. He oído a muchas personas hablar de las ostiones ahumadas, en lugar de los ostiones ahumados. Pero el caso más curioso resulta el siguiente: en lugar de que digamos la dínamo, así con acento ortográfico en la antepenúltima sílaba, no sólo se lo eliminamos arbitrariamente, sino que también le cambiamos el género y la hacemos macho diciendo: el dinamo. 
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PALABRAS REGIONALES

  • En lo que se refiere a palabras regionales que no aparecen en el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, ni en ningún otro lexicón que se respete, pero que ya han sido tratadas y catalogadas por eminentes lexicógrafos tabasqueños como don Marcos E. Becerra, el maestro Francisco J. Santamaría y la maestra Rosario María Gutiérrez Eskildsen, todo el mundo las escribe como mejor le parece, por ejemplo: macuilís.

Tal como la escribimos, es la forma de hacerlo que los mencionados estudiosos reconocen como la más atinada, aunque haya quienes escriban macuiliz, maculís o maculiz. Pero si el singular de esta palabra no es correctamente escrito por la gran mayoría de los tabasqueños, el plural tiene más problemas.

  • Recuerdo que mi inolvidable amigo Manuel Pérez Merino me preguntó si estaba correcto lo que él había utilizado en su canción “Primavera tabasqueña”, en la parte que dice: “Cuando florecen los guayacanes y macuilises”, o sea la utilización en este caso del plural de macuilís, macuilises. La duda del maestro Pérez Merino estribaba en el hecho de que le habían dicho varias personas que lo correcto era macuilíes, mientras otras le aseguraban que macuilís se escribía igual en singular que en plural, es decir, que podía utilizarse tanto el macuilís como los macuilís. Sobre el particular le respondí a Manuel que él y sus correctores tenían razón; a lo que, alarmado me respondió que cómo podía ser, y le contesté que como dicha palabra, tanto en singular como en plural no estaba debidamente fijada por la Academia de la Lengua, pues podía utilizarse de cualquier forma y que por lo que hacía al plural, en español había un antecedente con la palabra maravedí, antigua moneda ibera, cuyo plural podía ser: los maravedís, los maravedíes o los maravedises; pero que tratándose de la palabra macuilís, el plural más aceptado por los tabasqueños pensantes era el de macuilises que él había utilizado y que avalaban en sus escritos el poeta José María Bastar Sasso, la cuentista y novelista Teutila Correa de Carter y la maestra Rosario María Gutiérrez Eskildsen. 



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