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TABASCO
Guadalupe Ferrer y su original Panucho Gigante
Balancán, Tabasco, a 06 de octubre de 2021. Hace 11 años, Guadalupe Ferrer se vio obligada a emprender un negocio de comida para pagar la universidad de sus hijos. Hoy ese lugar se llama “El Panucho Gigante”, una propuesta gastronómica única en la región y una referencia obligada para quienes visitan el municipio de Balancán.
Los clientes no hacen falta en este pequeño negocio donde se sirve, además de comida corrida, panuchos gigantes en forma de pizza, elaborados con una diversidad de ingredientes y guisos de la región, siendo el sabor y la atención lo que los caracteriza.
“Mis clientes me gusta que estén bien atendidos, sino hay lo que me piden yo se los preparo, pero que el cliente se vaya contento, la atención es muy importante, creo que eso me ha caracterizado y las personas por eso me buscan, porque aparte está muy rico”, comenta con alegría. Para Guadalupe ser una mujer muy conocida en el municipio de Balancán es motivo de orgullo, “como mujer me siento halagada por la gente, orgullosa de ser alguien en la vida, pues aunque no tuve la virtud de estudiar una carrera tengo el privilegio de trabajar en la cocina y ser dueña de un local.
Con “El Panucho Gigante” Guadalupe da empleo a dos familias y ha logrado sacar adelante a sus hijos, sin embargo, su sueño es aún más grande pues desea convertirlo en un restaurante, un reto que se suma a la llegada del Tren Maya a Balancán y la necesidad de mejorar en todos los sentidos. “Para mí la llegada el Tren Maya es un reto, la oportunidad ya la tengo, pero atender a gente que no es de aquí es un reto porque me va a ayudar a mejorar aún más tanto en mi local como en mis comidas (...) va a haber más fuentes de trabajo, nos va a beneficiar en la economía”, añade.
Ante esta oportunidad, asegura que pronto empezará a preparar muchas otras variedades de guisos para su platillo principal, “ahorita vamos a hacerlo de muchas variedades, 1 barbacoa, longaniza y más. Vengan a conocer y degustar el sabor del panucho gigante”, concluye Guadalupe.
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