El fracaso nacional

El fracaso nacional

Uno quisiera un país feliz. Ha sido el sueño de muchos. Un país mexicano en el que todo estuviera solucionado para todos y en el que el ideal de la igualdad, legalidad y fraternidad fuera el pan nuestro de cada día y que, por lo mismo, las amenazas del exterior nos hicieran los mandados y se comieran los pilones.

Pero de pronto, al despertar de ese sueño, la realidad está ahí, como el dinosaurio de Tito Monterroso, y nos mira, y nos amenaza y nos dice que las cosas van de mal en peor cada día, a pesar de las promesas que en tiempo de campañas políticas se nos hacen y de que por fin llegó la solución y que a partir de que acudamos a las urnas, el país habrá de rechinar de limpio, justo y sereno…

La historia de México está plagada de promesas. O de ideales, si se quiere. Hace algunos años el Senado de la República publicó once tomos en los que con apoyo de El Colegio de México se desgranaban los planes políticos y sociales que ha habido en el país desde 1807, que fue el de Talamantes, hasta el Plan Global de Desarrollo de Miguel de la Madrid; se llaman así, precisamente: “ Planes en la Nación Mexicana”.

Y en esos once tomos están los grandes ideales de la nación por construirse, por salir de la pesadilla de la guerra o por iniciar la defensa nacional, los hay que proponen una sociedad sin clases y los que marcan la línea entre éstas. Están ahí los planes que echaban hacia abajo lo construido para construir, cada quien a su manera, otro país…

Impulsos, contradicciones; ilusiones, sueños y despedidas: todo está ahí, dolorosamente expuesto para que lo sepan cuantos… Y para recordarnos que, ‘quienes no recuerdan su pasado están condenados irremediablemente a repetirlo’, según dijera Herodoto.

Y aquí estamos, otra vez, con una mano adelante y otra atrás. Peor que al principio del siglo pasado cuando ‘unos campesinos no querían cambiar y, por esto mismo, hicieron una Revolución’, según John Womack, Jr., en su “ Zapata y la Revolución Mexicana”.

Hoy estamos peor, porque de nada han servido guerras, intervenciones, más guerras y desasosiegos, revoluciones y confrontaciones entre mexicanos de creencias distintas; de nada han servido las lecciones de vida y muerte y mucho menos los días en los que se ha tenido la oportunidad de sentarse a reflexionar y decidir, juntos, el camino.

Llueve, truene o relampaguee somos obstinados y sí, la gran mayoría amamos a México y ser mexicanos, pero difícilmente nos ponemos de acuerdo en lo esencial.

Somos solidarios en la tragedia, pero no lo somos cuando se trata de intervenir en los grandes acontecimientos políticos o sociales y mucho menos contribuimos con la esencia natural del hombre: la inteligencia y la pasión. Hemos optado por la zona de confort: “Que lo hagan ellos, al final hacen lo que quieren” es la frase célebre nacional.

Así que aquí estamos, decía, peor que al principio, porque ya pasaron doscientos años de la guerra de Independencia, más de ciento cincuenta de las de Reforma, más de cien años de que inició la Revolución Mexicana y nada: de 120 millones de mexicanos, poco menos de la mitad viven en pobreza y de éstos, por lo menos 15 millones están en la miseria. Desempleo, mala educación, mala salud, sin casa comida y sustento para millones.

Y hoy nos debatimos de nueva cuenta en por quién votar o no votar. Los partidos políticos en México, todos, están desprestigiados y sus conflictos tienen más que ver con sus intereses particulares y de grupo que con los grandes problemas nacionales y su solución.

PRD sin brújula y en conflicto de tribus permanente; PRI a punto del fracaso total; PAN peleando en su cúpula por la candidatura presidencial… Los partiditos ahí, agazapados, recogiendo sus prerrogativas puntualmente y como rémoras, esperando la ruta del tiburón más poderoso para pegarse a él y comer de sus sobras… Millones tirados al cesto de la basura política… Y el país menesteroso y en riesgo externo.

Aquí estamos de nuevo, a empezar de nuevo, porque lo que aquí ha ocurrido ha sido la historia de un país que trabaja mucho y que quería ser feliz y, por muchas razones que tienen que ver con corrupción y desvergüenza de gobierno, no lo ha sido. Vamos, pues.