PLANO TANGENTE

DE LA MENTE AL CUERPO

"Llega un momento en que es necesario abandonar las ropas usadas que ya tienen la forma de nuestro cuerpo y olvidar los caminos que nos llevan siempre a los mismos lugares."

Fernando Pessoa

La obesidad y la adicción a las drogas comparten características como la pérdida de control, el consumo excesivo a pesar de las consecuencias negativas y la ansiedad por buscar su efecto. Además, hay un síndrome de abstinencia, que se manifiesta como un malestar generalizado ocasionado por la ausencia del estímulo que provoca la adicción; en este caso, la comida o la droga empleada.

Por otra parte, hay una sensibilidad a la recompensa. Es decir, una mayor respuesta cerebral al comer alimentos con alto contenido de grasa o azúcar, similar a la respuesta a las drogas. Desde el punto de vista de la neurociencia, hay alteraciones en el sistema de recompensa del cerebro que podrían predisponer a la adicción a la comida. Aún con ello, no es un trastorno reconocido oficialmente, incluso con evidencia que sugiere que puede ser un factor importante en la obesidad.

La obesidad puede conceptualizarse como una condición crónica derivada de un alto índice de grasa corporal en el cuerpo. Los cuerpos humanos en la mayor parte del mundo se han vuelto más pesados en el último siglo (NCD Risk Factor Collaboration (NCD-RisC), 2016, OCDE, 2022); como causa y efecto, las enfermedades crónicas son cada vez más prevalentes. Las disciplinas de investigación que adoptan diferentes entendimientos de la obesidad a menudo no están de acuerdo en las soluciones propuestas y disponibles para la enfermedad. Como ejemplo simple de esto, considere si a una persona médicamente obesa se le debe o no ofrecer una cirugía de bypass gástrico para perder peso. Los defensores de una visión médica de la obesidad apoyan esta opción de tratamiento en un intento por mejorar la calidad y esperanza de vida del paciente. Los defensores de adoptar una perspectiva económica pueden sugerir que la cirugía es un gasto injusto que algunas veces recae sobre los contribuyentes, dado que el individuo podría potencialmente perder peso mediante cambios sencillos en el estilo de vida.

La neurociencia de la obesidad se cruza profundamente con los determinantes sociales y fisiológicos que juegan en el desarrollo de esta enfermedad. Los avances recientes en neurociencia han permitido a los investigadores examinar las alteraciones en el cerebro resultantes del consumo de alimentos obesogénicos, como las grasas y el azúcar. Inicialmente, los neurocientíficos establecieron paralelismos entre las respuestas inducidas por la dieta y por el abuso de drogas. Como resultado, se construyó un nuevo marco médico de la obesidad: la obesidad como adicción a alimentos obesógenos. El marco se utilizó por primera vez en la década de 1950 debido a la popularidad de la psiquiatría en la posguerra, y posteriormente se reforzó con la guerra contra las drogas. Por supuesto, era solo un abordaje: no todas las personas obesas son adictas a la comida y viceversa. En la actualidad, a pesar de no estar incluida como una enfermedad psicológica, se ha desarrollado y utilizado en la práctica clínica una escala cuantitativa de adicción a la comida. El marco de la adicción ha sido ampliamente aceptado por el público en varios países. Recientemente, el 69% de los ciudadanos estadounidenses y el 74% de los ciudadanos australianos coincidieron en que la obesidad era causada por una adicción a la comida. Sus respuestas no difirieron según su Índice de Masa Corporal.

De unos años para acá, no obstante, se ha estado gestando un nuevo marco para la obesidad relacionado con la señalización inflamatoria en el cerebro. A principios de la década del 2010, la señalización neuroinflamatoria en las regiones cerebrales que regulan el apetito comenzó a hipotetizarse como una causa potencial y un objetivo terapéutico para la obesidad inducida por la dieta. Un modelo de neuroinflamación de la obesidad carecería de vínculos con los modelos de adicción a las drogas, que han sido muy estigmatizados. Por lo tanto, considerar una perspectiva de la neuroinflamación para comprender la patogénesis de la obesidad podría ofrecer un enfoque más eficaz para explorar sus dimensiones tanto fisiológicas como sociales. Todavía faltan estudios que investiguen específicamente el marco de un modelo de neuroinflamación para la obesidad, pero es una posibilidad presente y valiosa de explorar. Por ahora, se ha demostrado que las personas con obesidad tienen niveles más altos de marcadores inflamatorios en el cerebro que las personas con un peso normal.

Las cosas que se pueden hacer para reducir la neuroinflamación incluyen perder peso, comer una dieta saludable, hacer ejercicio con regularidad y dormir lo suficiente. Claro, es esencialmente la solución a la obesidad y no es tan simple eso. Sin embargo, el desarrollo de nuevas maneras de lidiar con la neuroinflamación abre todo un campo de estudio para el propio problema que muchas veces supone este fenómeno y, potencialmente, para la obesidad. Enfermedades complejas requieren soluciones de la misma categoría, y para ello hay que abrirse a entenderlas y cambiar los ángulos desde los que las concebimos. (jorgequirozcasanova@gmail.com)