Alemania, el vigor de un pueblo admirable

Al pueblo alemán, vencido en la Primera Guerra Mundial, se le impuso en los Tratados de Versalles una deuda impagable

Al pueblo alemán, vencido en la Primera Guerra Mundial, se le impuso en los Tratados de Versalles una deuda impagable, pérdida de territorios,  humillantes condiciones y restricciones  prácticamente imposibles de cumplir. Por eso la Segunda Guerra Mundial fue en realidad una continuación de la Primera, sacudiéndose esa infamia.

En esta Segunda Guerra Mundial, la aviación norteamericana, después de haber superado a la alemana,  realizó bombardeos masivos de destrucción con miles de toneladas de bombas incendiarias, destruyendo  totalmente la casi totalidad de las ciudades importantes de Alemania, que milagrosamente han renacido de sus cenizas, como el ave fénix, al ser reconstruidas conforme a planos que se salvaron.

Muchas pequeñas ciudades se libraron de estos salvajes bombardeos con muerte masiva de civiles, y conservan su arquitectura medioeval, calles empedradas, casas de entramados y pinturas al fresco en sus frentes, que se conservan como si hubieran sido pintadas ayer. Y hay casos en que conservan intactas sus antiguas murallas.

Afortunadamente hemos recorrido en muchas ocasiones este maravilloso país. En un viaje en plena guerra fría, llegamos a Bamberg, una bellísima ciudad en la que habíamos leído que fabricaban una afamada cerveza negra AHUMADA. Bamberg  se encuentra al norte de Baviera, casi en lo que fue la frontera con la ahora  integrada Alemania Oriental, de corte socialista. Y desde luego   recorrimos esta bellísima ciudad y degustamos su cerveza y su gastronomía.

De Bamberg nos trasladamos a Berlín, en medio de revisiones y vigilancia extrema,  pasando por la Alemania  socialista, y llegamos al Berlín Occidental, una ciudad fiestera, llena de vida, y arte, y nos impactamos  al observar por todos sus lados el busto de Nefertiti, en el antiguo Museo Egipcio.  Nos impactó también el infamante muro que dividía la ciudad, afortunadamente desaparecido, y pasamos algún tiempo observando el movimiento en el Punto Charlie y sus revisiones extremas y tardadas. En una ocasión en el metro, cambiamos de línea y como tenía mucho “traqueteo”  Marta se alarmó y le dije, andamos en Berlín Oriental, lo que la alarmó aún más y encontramos la forma de dar  marcha atrás.

En otro viaje, recorrimos la llamada “ruta romántica”, en la que se visitan 29 ciudades dignas de conocerse,  entre Wurswurg y Fusen,  esta última al pie de los Álpes y en la frontera con Austria, donde visitamos los emblemáticos castillos de Schwangau y Neuschwanstein. Fusen es un hermoso pueblo medieval, con castillo propio y un conservado centro histórico. Como anécdota sobre la calidad alemana, allí compro Marta, hace cuando menos 40 años, un rompevientos rojo con su cinturón, bolsita y capucha, en 10 marcos alemanes, y a pesar de su frecuente uso, el rompevientos se conserva en perfectas condiciones.

Dentro de estas últimas  ciudades, están Dinkelsbuhl y Rothenburg, cuyo nombre completo es agregando  “Ob Der Tauber”, que quiere decir, arriba del rio Tauber. Esta ciudad Imperial, extraordinariamente conservada, con sus murallas completas que se pueden recorrer en la parte superior, milagrosamente se salvó de todos los salvajes bombardeos de la aviación norteamericana, casas de paredes entramadas, pintadas con diversos motivos y con adornos dorados, diversas torres en el interior y en sus murallas, plazas y piletas antiguas, un verdadero viaje al pasado que difícilmente se puede olvidar.

Y pueblos como este abundan en una Alemania que siempre tiene sorpresas y que vale la pena visitar y recorrer una y otra vez.