CARTAS DEL TRÓPICO

Quién defiende a Nicolás Maduro

El venezolano Nicolás Maduro se ha derrotado solo; no sabemos cuánto tiempo dure en el poder, pero es un hecho que su gobierno es un fracaso y sólo se podrá parapetar en una casta de militares. Versiones diversas señalan que el verdadero respaldo del heredero de Hugo Chávez se escuda en un grupo de élite vinculado al tráfico de drogas y de divisas.

El presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, ha dicho que “la izquierda es todo lo opuesto a Maduro en Venezuela”. El filósofo y cineasta francés Bernard Henry Levi escribió: “Uno no puede evitar preguntarse qué queda del "bolivarismo" que, con sus petrodólares, solo ha logrado crear soviets sin energía eléctrica y un pueblo que no solo carece de libertad, sino también de agua, leche, huevos y carne”. La izquierda internacional debe exigir sin titubear la renuncia del militar sucesor de Hugo Chávez, anotó (Expansión, febrero 2019).

Sin duda que es tiempo de que los venezolanos tengan un nuevo gobierno, un verdadero gobierno. Y no se trata de la ociosa y trágica discusión entre legalidad y legitimidad, se trata -me parece- de distinguir entre lo que es una dictadura que esclaviza y exprime a su pueblo, y un gobierno que le sirva a la mayoría. Nicolás Maduro y su grupo, se han atrincherado en la corrupción y, lamentablemente, en la incapacidad de la oposición para idear formas democráticas de lograr un cambio.

Venezuela, un país que reporta las reservas certificadas de petróleo más altas del mundo a nivel mundial, tiene una economía en bancarrota y una sociedad dividida y empobrecida.

Se estima que desde la llegada de los militares al poder con Hugo Chávez y ahora con Maduro, este país caribeño ha perdido 3.5 años de esperanza de vida al nacer de sus nuevos habitantes. El desempleo afecta al 25 por ciento de la fuerza de trabajo. Su Producto Interno Bruto cayó en 37 por ciento durante 2012 y 2017. La inflación ha llegado a cifras que rebasan la imaginación: de 53.7 por ciento en febrero, con un índice anualizado de 2 millones 295,981 por ciento. Ni siquiera es necesario complicarnos con las cuentas. Nada más digamos que la cotización del dólar pasó de 2.49 bolívares por unidad a 60 bolívares, en agosto pasado. Cada vez resulta más difícil, casi imposible, salir de aquel país.

Se puede echar la culpa al imperialismo, a la derecha, a los empresarios, a lo que quieran los defensores de Maduro y su equipo, pero en los últimos 10 años Venezuela ha malgastado su riqueza petrolera. Hay un país en ruinas.

Millones de venezolanos abandonan el país. Se padece escasez de medicinas, alimentos y provisiones básicos como leche, harina y papel higiénico; también hay una ola de apagones. Caracas, que desde antes del chavismo era una ciudad violenta, ha contagiado a las principales urbes.

La semana que concluye, un grupo de militares encabezados por Juan Guaidó, que se duce presidente legítimo, intentó  derrocar a Nicolás Maduro. El politólogo estadounidense Naunihal Singh, profesor asistente de la Escuela Superior de Guerra de la Marina de EE.UU., dijo a BBC Español: “Sí, yo creo que lo de Guaidó fue un intento de golpe de Estado, un golpe fallido. Pero no estoy juzgando si era legítimo o si él es el legítimo presidente del país o lo es Maduro. Eso son preguntas diferentes”. Modificando las leyes a su gusto y modo, la casta cívico-militar mantiene “legalmente” el poder, a costa del creciente empobrecimiento de las mayorías.

EL QUE INVITA, PAGA

Hay quienes en México acusan erróneamente a Andrés Manuel López Obrador de tratar de imponer un régimen tipo chavista, sin considerar las diferencias de país e instituciones. Ni siquiera amerita discutir lo que ha sido una campaña negra; pero lamentablemente hay un segmente supuestamente de izquierda que defendió a Hugo Chávez y lo hace con Nicolás Maduro. Bueno sería que estos defensores a ultranza fueran a una plaza de Caracas a tomarse un café con leche. Allí pagarían 800 mil bolívares por una taza de la aromática bebida que antes costaba 0.45 bolívares. Quizá entonces se convenzan que ese tipo de régimen no es bueno ni para los políticos de café.