De los pobres es el reino de la tierra
13/08/2021
En muchos países de América Latina, incluido México, la pobreza y la desigualdad se han convertido en una especie de eterno lastre que frena las aspiraciones de superación de cualquier sociedad. Es, como afirma el economista Amartya Sen, un obstáculo para que las personas sean o alcancen aquello que tienen razones para valorar.
El problema de la pobreza ha alcanzado niveles preocupantes en los últimos dos años, según revelan las mediciones realizadas por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), y para el caso concreto de México el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL).
Para la CEPAL, la pobreza y la pobreza extrema alcanzaron en 2020 grados que no se han observado en las últimas dos décadas en América Latina, así como un empeoramiento de los índices de desigualdad en la región. Se estima que el total de personas pobres ascendió a 209 millones a finales del año pasado, 22 millones de personas más que en 2019. Del total de personas pobres, 78 millones se encontraron en situación de pobreza extrema.
El organismo internacional señala que la pandemia irrumpió en un escenario económico, social y político complejo. Además, puso al desnudo las desigualdades estructurales que caracterizan a las sociedades latinoamericanas y los altos niveles de informalidad y desprotección social.
Por su parte, la semana pasada el CONEVAL dio a conocer la medición multidimensional de la pobreza en México 2018-2020. El enfoque multidimensional sostiene que la pobreza no solo significa carencia monetaria, sino que comprende otros aspectos como la educación, el acceso a servicios básicos en la vivienda, la atención de la salud, el acceso a la alimentación y la seguridad social.
De acuerdo con el informe, la población en situación de pobreza aumentó de 51.9 a 55.7 millones de personas en el periodo 2018-2020. En ese mismo lapso, la población en situación de pobreza extrema pasó de 8.7 a 10.8 millones de personas. No todos los indicadores de carencia social mostraron saldos negativos, pero es preocupante el caso de carencia por acceso a los servicios de salud, donde se revela un aumento de más de 15 millones de personas.
En buena medida, el informe de la CEPAL vaticinó los resultados de la medición de la pobreza en México, porque al igual que en otros países de América Latina la pandemia terminó por agudizar la crisis económica y sus efectos nocivos, como desempleo, escasa inversión, desconfianza en la efectividad de las políticas públicas y, lo más importante, una pesada losa que desincentiva el ahorro, ese excedente o guardadito que todos deberíamos reservar para cubrir una necesidad o contingencia futura.
Más allá de la ola incesante de críticas que la oposición política ha vertido, la misma CEPAL ha expuesto que el aumento de los niveles de pobreza y pobreza extrema sería todavía mayor sin las medidas implementadas por los gobiernos para transferir ingresos de emergencia a los hogares. He ahí las bondades del amplio abanico de programas sociales que el gobierno de México ha puesto al servicio de la población más vulnerable.
No obstante, sostengo que, pese al afortunado efecto positivo que ahora han tenido estos paliativos, para salir de la pobreza no basta con entregar dinero a quienes se encuentran en situaciones desfavorables, sino darles más y mejor educación, brindarles acceso a servicios de salud de calidad y mayores oportunidades de empleo, impulsar sus talentos y contribuir a un profundo cambio de mentalidad. Lo dijo con agudeza Julieta Campos en su obra “¿Qué hacemos con los pobres?”, una referencia obligada para políticos, empresarios e intelectuales:
“Hay que modernizar con inteligencia, parsimonia y prudencia… asegurar a los mexicanos pobres el derecho a comer; a prevenir la enfermedad y a curarla; a educarse para entender y aprovechar mejor el entorno inmediato, el vínculo con el país y con el mundo; a insertarse, con la propia identidad y la propia cultura fortalecidas, en el concierto de las otras culturas: en la cultura universal”.
Puesto que es imperdonable que haya mexicanos que sobrevivan en la precariedad, es preciso dar un golpe de timón, evolucionar hacia una modernidad con sustentos reales, no idealistas; de lo contrario, nos esperan años con más mexicanos sin empleos seguros, más pobres y con pocas expectativas, a quienes de nada le sirven los discursos de que la austeridad es camino a la felicidad, o que disfrutarán la justicia divina en un reino distinto al terrenal. Es aquí, es ahora.
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