Depende: La tierra redonda o plana y la ley de la selva

En las reuniones de los docentes no es extraño quien comenta chuscamente que hay compañeros que están dispuestos a enseñar, y explicar con todo detalle en las aulas

Hay un chiste entre los maestros que nos puede ayudar a entender lo que estamos viviendo. En las reuniones de los docentes no es extraño quien comenta chuscamente que hay compañeros que están dispuestos a enseñar, y explicar con todo detalle en las aulas, que el planeta tierra es redondo. Y también que es completamente plano y tiene bordes por los que se caen los barcos si los sobrepasan. El criterio puede cambiar por varios motivos entre los que se encuentran lo políticamente correcto o simplemente atendiendo los intereses del empleador, sea público o privado. Pocos días antes de que se declarara oficialmente como pandemia el Conavid 19, el discurso de los “expertos”, en todo el mundo, era que apenas nos enfrentábamos a una cepa del resfriado común. Poco después comenzaron a llenarse los hospitales y la gente se moría cada vez más abultadamente, y las cifras eran difíciles de ocultar y cundió la alarma y se rindieron a la evidencia y en un “plis plas” de pasó de calificar al problema como una epidemia para saltar al escalón superior de pandemia. Todas las miradas se fueron a China, en donde se había identificado el origen, y se copiaron con exactitud las medidas que allí estaban acometiendo. La principal fue el confinamiento. El mundo vio con asombro y espanto las imágenes de la gente encerrada en sus edificios, las calles vacías y hasta brotes de violencia del estado contra los que no respetaban la orden de quedarse encerrados en sus casas. Esas escenas, retransmitidas por televisión una y otra vez, sirvieron para que nos fuéramos familiarizando con lo que poco después se iba a aplicar en todo el mundo, incluido occidente. Y con estupor, de la noche a la mañana, los gobernantes nos anunciaron que el problema era muy grave y que había que afrontarlo con medidas extraordinariamente duras. Y nos encerraron en las casas. Y lo aceptamos casi, casi, como a quien le ordenan que se tome unas vacaciones. Sin sueldo. Pero vacaciones al fin. Y muchos, hasta con indolente alegría, aceptaron recluirse si mayores reclamos. Solo que para el imaginario colectivo este descanso iba a ser como de un mes o un poco más. Pero fueron pasando las semanas, y los meses, y no se veía el final. Y el dinero comenzó a escasear y la voluntad y la disciplina a mermarse por un confinamiento incierto y la constatación de que la solución que nos proponían en realidad no era una solución sino un nuevo problema. La incertidumbre se aposentó sobre la humanidad, se rompieron las cadenas de producción, y hoy nos explican, sin reírse, que el mundo comenzó a presentarse de otra manera y ya no es redondo sino perfectamente plano y estamos al borde de caernos por el precipicio. No sabemos bien a bien en donde nos encontramos. Y de repente las mismas autoridades que nos obligaron a meternos en las casas y a encerrarnos tras cuatro paredes, nos dicen que hay que volver a la normalidad. Nueva, eso sí, pero normalidad. Que hay que ocupar de nuevo las calles y poner en marcha la máquina. Y que esto va a llevar riesgos, mortales en muchos casos, pero que no hay de otra hasta que una vacuna se descubra. Y de vuelta a la calle, al Tio Vivo. Y la ola se llevará a muchos muertos, que son imprescindibles para que la raza humana siga dominando y desbaratando el planeta. Lo de siempre. La ley de la selva. No hay de que extrañarse.