Día con día

Lula y el comunismo

Muchos brasileños dicen que Lula es comunista o que trata de imponer el comunismo en Brasil.

Lula les ha respondido, en su discurso de inauguración del Foro de Sao Paulo, el 30 de junio pasado, que no lo ofende que lo llamen comunista. Al revés: lo enorgullece.

Lo que uno concluye de ambos disparates, de la imputación tanto como del orgullo, es que ni los brasileños contrarios a Lula ni Lula saben de lo que hablan cuando dicen “comunismo”.

Hablan ligeramente sobre el tema, porque han olvidado lo que fue de verdad el comunismo o porque no lo supieron nunca de verdad, y lo ignoran todavía.

Ni Brasil ni Lula, ni la América Latina, con la única excepción de Cuba, saben en carne propia lo que fue el comunismo.

No hay pasaje de la historia latinoamericana, ni en sus versiones más atroces y dictatoriales, otra vez con la excepción de Fidel Castro, donde se haya querido y podido implantar algo parecido a lo que los líderes de la URSS o China implantaron en sus desdichados países durante el siglo XX.

Pensemos, para no tocar sino la historia fundacional, en lo que Lenin y Stalin sembraron en la URSS con sus propias manos: Lenin entre 1917 y 1924, Stalin entre 1924 y 1953.

En esos años, poniendo aparte las bajas de las dos guerras mundiales, Lenin y Stalin produjeron 20 millones de muertos civiles en su propio pueblo, con la colectivización de la agricultura, las hambrunas subsecuentes y las víctimas del terror estatal, cuya encarnación siniestra fue el Gulag.

La historia de aquel comunismo fundacional, el de Lenin y Stalin, sólo igualado, superado quizá, por el de Mao en China, o el de Pol Pot en Kampuchea, fue inseparable del Terror.

El fin utópico declarado del comunismo era la sociedad sin clases, pero su nada utópico instrumento para alcanzarlo fue el Terror.

La utopía prometida nunca avanzó hacia el fin prometido, se estacionó en el medio elegido para alcanzarlo: se congeló en el Terror.

¿Qué tiene todo eso que ver con Lula, Brasil, o América Latina?

Nada. Tiene que ver sólo con Castro y con Cuba, y con lo que se dibuja hoy en Venezuela y Nicaragua.