El espíritu de diálogo que continua, y asienta, el gobernador Merino
El problema es que detrás de ese enunciado, con el que nadie puede estar en desacuerdo
La idea del Gobernador Carlos Merino, era iniciar su gobierno con una ronda, discreta, pero no secreta, de contactos que abarcara a los representantes de todos los partidos con representación en la Cámara de diputados tabasqueña, para empezar a buscar un acuerdo de reconstrucción tras la pandemia del coronavirus. También para dar un nuevo impulso al rumbo de Tabasco sobre las líneas fundamentales que dejó muy asentadas, y en marcha a toda velocidad, su predecesor, el actual secretario de Gobernación, Adán Augusto López Hernández. Ambos respaldados por el presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador. Aunque el desarrollo del estado solo necesita seguir con el modelo trazado, políticamente lo único trasladable a nuestros días del inicio del gobierno de Adán Augusto, es el marco conceptual del consenso porque el Tabasco de entonces y la de ahora no tiene mucho que ver. En aquel momento de ruina económica y social heredada por el anterior mandatario Núñez y su pandilla encabezada por su cómplice y esposa Martha Lilia, se sabía lo que se tenía que hacer, cuáles eran los objetivos y se llegó a un acuerdo común. Nos jugábamos la viabilidad de Tabasco como estado. Ahora con el COVID vivimos en una incertidumbre total. Y la situación de polarización que vivimos se ha acentuado con la pandemia y con las recientes elecciones de julio en las que la oposición en Tabasco no solo fue vencida, sino que ellos sienten que fueron humillados porque en casi tres años de gobierno de la 4T no recuperaron ni un voto. Al revés perdieron más. La actual legislatura tabasqueña tiene una mayoría aplastante y suficiente para abordar cualquier tipo de ordenamiento, incluido el constitucional y por eso la calidad moral del gobernador Merino crece cuando, desde el primer minuto, ofreció entendimiento y su secretario de Gobierno, Guillermo del Rivero, convencido de lo mismo, lo está llevando a cabo con la discreción que se necesita y con la eficacia que se aprecia, claramente, en que se ha instalado un espíritu de dialogo. Espíritu de diálogo que podría servir para blindar la Sanidad y la Educación por ejemplo, pero siempre desde el respeto. Debemos rebajar el nivel de tensión y repensar nuestro Estado con las diferencias de unos y otros. Debemos intentar llegar a un acuerdo de mínimos, intentar pensar a largo plazo y no a corto. Y si se puede dar el paso y se animan todos los interesados buscar eso que hemos llamado muchas veces Pactos de Estado. Debemos abandonar eso tan tabasqueño, -para lo que tenemos verdaderos expertos y autoridades en la materia cuyos nombres están de actualidad y en la mente de todos los que nos desempeñamos en la cosa política-,, como es el buscar estrategias de comunicación y marketing político que carecen de contenido sustantivo real. Estos expertos te suelen decir… vamos a hacer un gran acuerdo entre todas las fuerzas políticas para decidir qué tenemos que hacer para salir de esta gran crisis y ¿quién se puede negar a eso? Nadie. El problema es que detrás de ese enunciado, con el que nadie puede estar en desacuerdo, no se sabe exactamente en qué hay que ponerse de acuerdo ni cómo, porque las estrategias de los expertos políticos es ver quién saca más rédito de la confrontación. De eso es de lo que hay que huir. De los demagogos que ya han probado sus capacidades que no parecen ser útiles en estos días de transformación y de liberación política de lo que fue nefasto.