Hacia el 24

El primero, la conducta presidencial durante el proceso

En la elección del 6 de junio se estarán definiendo la correlación de fuerzas inmediata y las bases y condiciones para avanzar hacia la elección del 2024. Hay cuatro elementos a tomar en consideración para imaginar escenarios que influirán en los resultados de esta elección y definirán el entorno de tránsito hacia la elección del 24.

El primero, la conducta presidencial durante el proceso. El presidente se ha radicalizado al grado de reconocer abiertamente que está interviniendo en él.  Seguramente, habría guardado las formas si el panorama electoral fuera idéntico o muy cercano al que existía poco antes de que se inaugurara el calendario electoral.  Pero sus comportamientos con respecto a la candidatura de Salgado Macedonio y la caída de la vía alta de la línea 12 del Metro han contribuido a que las simpatías hacia el partido del presidente y sus candidatos experimenten tendencias a la baja. Uno y otro caso han expuesto su verdadero sentir acerca del INE y el Tribunal Electoral, así como la corrupción en gobiernos en los que han participado sus más allegados y lo errático de la austeridad republicana. Este contexto adverso ha conducido al presidente a romper con las formas.  No mostró empatía con los familiares de los muertos y heridos, se salió de sus casillas cuando le cuestionaron su ausencia en el lugar de los hechos y ha hecho acusaciones contra candidatos a la gubernatura de Nuevo León.  No hay duda: López Obrador va por todo y no se detendrá.

Una segunda cuestión que hay que tener en cuenta es el papel que el presidente le ha hecho jugar a la Fiscalía General de la República, órgano autónomo en el papel, en el proceso de concentración de poder.  Personajes que estorban o incomodan son investigados de inmediato para facilitar decisiones presidenciales.  En la jugada más reciente, el caso de Nuevo León, el presidente ha justificado su involucramiento para evitar lo que él llamó “fraude”.  La razón de su participación es evidente: hacer ganar a Clara Luz Flores para controlar al empresariado norteño porque mantiene un proyecto muy diferente al suyo y podría convertirse en un dolor de cabeza.  El perfil que ha adquirido la Fiscalía es el que el presidente desea para todos los organismos autónomos.  El futuro del INE, así como el del Tribunal Electoral, están cantados.  También la de los otros órganos que dificultan la marcha firme y sin detenimiento del proyecto presidencial.  Sin ellos, o con nuevas versiones, minimizadas o domesticadas, el camino hacia el 24 podrá presentar menos complicaciones que las que ahora se multiplican.  

Una tercera cuestión a tener presente es el manejo de las relaciones del gobierno con el entorno internacional.  Las relaciones con los gobiernos de Estados Unidos y España han adquirido niveles de tensión pocas veces registrados.  Estados Unidos sigue siendo el principal socio comercial y recientemente se ha firmado con ese país y con Canadá un nuevo acuerdo de libre comercio.  No obstante, las relaciones se han complicado porque el triunfo de Biden ha resultado incómodo para nuestro presidente debido a que, a diferencia de Trump, el gobernante demócrata no adoptará la postura de dejar ser y pasar. López Obrador congeniaba con Trump porque sus propuestas económicas tenían similitudes: pensaban en economías con escasas conexiones globales. Los reclamos del presidente al gobierno norteamericano por facilitación de recursos a organismos civiles calificados por él de adversarios, las controversias comerciales que desde ya se prefiguran en el marco del nuevo tratado de comercio por las políticas públicas energéticas mexicanas, así como el empoderamiento del Ejército preocupan al gobierno de Biden. Por otro lado, el interés del presidente por construir una memoria histórica orientada a revivir los hechos de la Conquista ha erosionado los vínculos políticos y culturales con España, país con el que tenemos nexos históricos inquebrantables y que ha adquirido importancia últimamente como socio comercial y fuerza cultural.  El gobierno español no ha sido invitado a la celebración del triunfo bicentenario del movimiento independentista, a celebrarse el 27 de septiembre, pero sí otros varios gobiernos. Es inocultable que el futuro que se construye pretende basarse en una economía cerrada, cuya legitimidad descansará en una narrativa que afirmará la esencia grandiosa de la nación que el neoliberalismo corrompió, pero que  reclama ser reencauzada.

Por último, la conformación de la oposición y su visión política del futuro es algo igualmente preocupante.  No ha habido en estos años, fuerza capaz de ofrecer una propuesta coherente, sólida, de largo alcance.  No es extraño; la mayoría de los miembros de nuestra clase política se han caracterizado por ser oportunistas. Carentes de principios y claridad ideológica han saltado hacia donde existen posibilidades de alcanzar posiciones de poder.  Lo único que les preocupa es estar en la nómina.  Con ese historial, su capacidad de ofrecer nuevas proyectos no sólo está limitada por su falta de visión y compromiso, sino por la vulnerabilidad en la que los colocan sus trayectorias: pocos resistirán una investigación de sus patrimonios cuando un presidente ofendido, irritado ordene a la Fiscalía aclarar sus orígenes.

El camino hacia el 24 estará marcado por la determinación del presidente de echar a andar una economía con escasa conexión internacional, para lo cual se requerirá un sistema político que no obstaculice su determinación de recuperar la esencia nacional perdida y con una oposición tan pobre como débil.  El panorama luce complicado.