La biblioteca de Alejandría.

Alejandría (de Egipto) fue en su tiempo el principal centro cultural del mediterráneo

Alejandría (de Egipto) fue en su tiempo el principal centro cultural del mediterráneo. Fundada por Alejandro Magno en  abril de 331 A.C.,  le impuso su nombre,  erigiéndola en un sitio estratégico en el extremo occidental del delta del Nilo, en lo que fue la aldea de pescadores Rakotis.

Otras 18  Alejandrias, la mayoría de ellas actualmente con otros nombres, fueron fundadas por este príncipe griego, y en los cinco continentes existen al menos otras 39 ciudades que actualmente llevan esta denominación.

Enfrente de Alejandría, existía la isla de Faros, ya integrada al puerto por un largo dique, como camellón. En esta isla Ptolomeo  II Filadelfos hizo construir una torre de mármol desde la que se podían divisar  los barcos a gran distancia. El nombre de esta isla quedó para designar a  las torres provistas de un fanal que se construyen en las costas para protección y guía de las naves.

 El antiguo Egipto ya estaba poblado por numerosas colonias griegas, que aclamaron  al conquistador heleno  como su libertador, al vencer  este a los persas, gobernados por Darío III.

En 323 A: C.,  Ptolomeo I  Soter, tras la muerte de Alejandro, su compañero macedonio, se erigió como Rey de Egipto y Libia, instaurando la dinastía Ptolomeica que reinó en Alejandría. Su hijo, Ptolomeo II Filadelfos, mandó construir un palacio que designó Museo, llamándolo así  como un santuario consagrado a las musas, que eran las diosas de las artes y las ciencias, instalando el que es considerado como el establecimiento científico más antiguo del mundo, con una universidad de enseñanza superior.

El Palacio constaba de varios departamentos dedicados a diferentes disciplinas del saber. Uno de estos departamentos se dedicó a biblioteca, con gran crecimiento y fama en todo el mundo de la antigüedad. Había también un jardín botánico y un zoológico con plantas y animales de todos los países conocidos en aquel entonces, un observatorio astronómico, una sala de anatomía donde se hacían vivisección en cuerpos de criminales y disecaban cadáveres.

Este gran Palacio era residencia de sabios, gramáticos, médicos, que allí vivían y comían, a veces con los mismos reyes, que cubrían todos los costos. Allí daban conferencias y lecciones a los jóvenes, llegando a registrarse más de 14,000 estudiantes. Allí existieron los gramáticos alejandrinos que diseñaron las leyes de la retórica y la gramática, geógrafos que diseñaron mapas del mundo y filósofos que crearon importantes corrientes del pensamiento.

En este Museo (biblioteca) vivieron Arquímedes, ciudadano de Siracusa; Euclides, que aquí creó su geometría; Hiparco de Nicea, creador de la trigonometría; Aristarco de Samos, creando su sistema heliocéntrico (rotación de la tierra y los demás planetas alrededor del sol); Eratóstenes escribiendo su geografía, un mapa bastante exacto y consiguiendo medir la circunferencia de la Tierra con la extraordinaria precisión de menos del 1% de error; Herófilo de Calcedonia, filósofo que estableció que la inteligencia radicaba en el cerebro, y no en el corazón, como se creía; astrónomos como Claudio Ptolomeo, médicos como Galeno. En este templo del saber nació una nueva ciencia: la alquimia, que más tarde sería el embrión de la química.

La Biblioteca de Alejandría llegó a albergar más de 900,000 manuscritos y fue la más grande del mundo. Centro de investigación y enseñanza, contaba con tuberías de un sistema de calefacción, para mantener a los libros secos. La planeó Ptolomeo I Soter y la culminó su hijo Ptolomeo II Filadelfos, para conservar y difundir la cultura griega en un entorno del antiguo Egipto.

Ptolomeo II nombró a Zenódoto de Éfeso como primer bibliotecario quien ayudado por el poeta Calímaco, se dieron a la tarea de catalogar y ordenar libros y manuscritos que en sus primeros años sobrepasaron el medio millón.

El primer gran incendio lo provocó Julio César al lanzar teas encendidas con las que destruyó gran parte de la flota egipcia, pero también buena parte de la biblioteca. Durante los siguientes 300 años, la biblioteca sufrió saqueos e incendios para finalmente  ya en pleno  cristianismo, el Patriarca de Alejandría Teófilo obtuvo del Emperador Teodosio la autorización para destruir TODOS  los templos,  objetos e instrumentos paganos, provocando y encabezando grandes revueltas,  para desaparecer las llamadas "supersticiones extravagantes" que  finiquitaron este templo del saber.

Y así mismo pasó un trágica noche del 12 de julio de 1562, en que el obispo Fray Diego de Landa Calderón, autonombrado gran inquisidor y presidiendo un tribunal del santo oficio, así,  con minúsculas,  a todos los mayas apresados, " trasquilados, encorozados y sambenitados" (el "san Benito" era una prenda de infamia que se imponía a los condenados para exhibirlos públicamente) y se procedió a destruir y quemar toda suerte de ídolos, altares, estelas y vasijas, así como miles de códices, de esta maravillosa cultura, perdidos para siempre. El mismo Landa Calderón (¿antepasado de Felipe?), en sus propias memorias, escribe: "usavan también esta gente de ciertos caracteres o letras con las quales escrivían en sus libros sus cosas antiguas y sus sciencias, y con ellas, y figuras, y algunas señales en las  figuras entendían sus cosas, y les davan a entender y enseñavan, hallámosles grande número de libros de estas sus letras, y porque no tenían cosa, en que no oviesse superstición y falsedades del demonio se los quemamos todos, lo cual a maravilla sentían y les dava pena"(sic)

Y para que no hubiesen "falsedades del demonio", el representante de Dios ordenó quemar todos los códices mayas, y perdimos para siempre  secretos de esta gran y admirable cultura.  Los que quieran recordar a Diego de Landa Calderón, en Mérida e Izamal hay multitud de muestras, retratos y hasta murales con que increíblemente  "celebran" el trágico paso de este funesto personaje por Yucatán. La misma iglesia que destruyó la Biblioteca de Alejandría, quemaría los códices mayas.