OPINIÓN

La disputa por la Nación
15/08/2025

La genealogía del nacionalismo mexicano

Durante su participación en el VIII Coloquio de Antropología e Historia Regional, efectuado en 1986 en Michoacán poco antes de que Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano dejara la gubernatura de esa entidad, el historiador Adolfo Gilly hizo una aseveración que aún el día de hoy resuena en la memoria de analistas y militantes. El autor de "La revolución interrumpida", según los reportes de prensa de la época, habría expresado: 1.- que el último proyecto de Nación de la izquierda mexicana había sido el de Lázaro Cárdenas del Río durante los años treinta del siglo pasado; 2.- que la izquierda socialista mexicana de los ochentas no contaba uno; y 3.- que éste surgiría de la resistencia y reflexión que la misma izquierda tuviera sobre la modernidad.

          No está de más decir que estas palabras del militante trotskista además de interesantes fueron oportunas y complementadas con las reflexiones que cinco años antes los analistas Rolando Cordera y Carlos Tello habían consignado en su libro "México, la disputa por la Nación". En este texto, que llevaba como subtítulo la frase "perspectivas y opciones del desarrollo", los autores plantearon lo que a juicio de varios comentaristas debe contemplarse como aportaciones relevantes para la conformación de lo que Gilly bien podría haber llamado "proyecto de Nación de la izquierda socialista mexicana", ello independientemente de que Cordera y Tello únicamente dieron "opciones dentro de un sistema dado y no alternativas a tal sistema".

          Las opciones que presentaron y analizaron los autores, son dos: 1.- a una le dieron el nombre de "neoliberal"; y 2.- a otra la llamaron "nacionalista", y es por esta segunda por la que optaron Cordera y Tello, y muchos mexicanos más. Y para comprender el porqué de esta elección, tan sólo recordemos lo que escribieron de ella: "La segunda vía, que llamamos nacionalista, supondría la reactualización del proyecto nacional de desarrollo esbozado de manera embrionaria en la Constitución de 1917 y que en los años treinta fue llevado adelante y dotado de contornos más precisos por el movimiento popular, particularmente la clase obrera organizada, y por el grupo gobernante encabezado por el presidente Cárdenas".

          "Este proyecto, siguieron los autores, plantea la necesidad de realizar un vasto programa de reformas económicas y sociales con el propósito de lograr, en el plazo más breve, una efectiva integración económica nacional y una disminución sustancial de la desigualdad y la marginalidad social prevalecientes. No obstante la capacidad constitucional e histórica del Estado mexicano para asumir un programa de esta naturaleza, en la práctica su realización sólo es concebible a partir de una movilización social y política de grandes magnitudes, en cuya conducción tendrían que estar en un lugar principal los trabajadores organizados. Ello implicaría, a la vez, modificaciones importantes en la correlación de fuerzas, dentro de la cual tiene lugar la gestión estatal, así como enfrentamientos políticos y sociales que afectaría las pautas de acumulación imperantes y la propia vigencia del régimen político".

          Este análisis de Rolando Cordera y Carlos Tello, a todas luces podría considerarse premonitorio por lo que sucedió, primero, entre 1982 y 2018 con la opción "neoliberal", encabezadas por los gobiernos de Miguel de la Madrid, Carlos Salinas, Ernesto Zedillo, Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña; y, después, por lo que se puso en práctica a partir de 2028 en los ejercicios gubernamentales de Andrés Manuel López Obrador y Claudia Sheinbaum Pardo, que bien se podría enmarcar dentro de la segunda opción: la "nacionalista".

          Es decir, en México durante el más reciente medio siglo, las opciones de desarrollo y de proyectos de Nación, han oscilado en dos direcciones: el neoliberalismo y el nacionalismo, aunque hoy en día estos dos conceptos están desgastados por el uso y abuso que de manera natural se ha hecho de ellos. Desgastados como conceptos, más no como verdaderas opciones para sus seguidores, aunque sobre la primera opción, la "neoliberal", sus seguidores son cada vez menos en México, y sobre la segunda, la "nacionalista", es de reconocer que cada día muestra más y mejor músculo, como se podría decir de manera coloquial.

          Aunque la situación mencionada en el párrafo anterior está apegada a la realidad, resulta necesario reconocer que si los mexicanos que se han decantado por la opción nacionalista, no se ponen las pilas, podrían ser alcanzados por los neoliberales y, en el peor de las situaciones, hasta rebasados. Y para que ello no suceda, existe la opción que, siguiendo las palabras de Adolfo Gilly, fortalezca el proyecto de Nación de la izquierda socialista mexicana, que hoy en día, en términos generales, está representado por el segundo piso de la cuarta transformación. Y es que, no hay que perder de vista, hoy en día la disputa por la Nación ya no es entre la opción "neoliberal" y la opción "nacionalista", como la describieron Rolando Cordera y Carlos Tello, sino entre la opción de "derecha" representada por los intereses más oscuros y fascistas del espectro político nacional, y la opción de "izquierda" que cuenta con el respaldo social mayoritario, pero que con urgencia necesita ser consolidada. Es decir, de manera esquemática se puede aventurar que la "izquierda" es el segundo piso del "nacionalismo" de la 4T.





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