La muerte del PRI, neoliberalismo y corrupción
10/06/2022
A los campesinos: el reparto agrario, impulso al ejido, precios de garantía, apoyos crediticios
En los últimos años hemos estado presenciando la decadencia y muerte de un Partido político, el Partido Revolucionario Institucional. Este Partido, sin duda, tuvo que ver con la construcción del México moderno, sobre todo del México de 1935 a 1982, año este último en que empezaron a aplicarse en nuestro país las recetas del neoliberalismo económico.
Del movimiento armado de la Revolución Mexicana surgió un poderoso Estado propietario, empresario y benefactor que aglutinaba y conciliaba a todas las clases sociales: campesinos, obreros, sectores medios y una clase empresarial incipiente.
Debido a su amplia capacidad y cobertura económica y política, el Estado podía mantener una relación política de conciliación entre las clases sociales: en el discurso político se le llamaba “unidad revolucionaria”.
A los campesinos: el reparto agrario, impulso al ejido, precios de garantía, apoyos crediticios, proteccionismo aduanal y otras clases de apoyo. Todo eso lo destruyó Salinas con la privatización del ejido: el campo desprotegido y sin apoyos se arruinó, y mucha gente del campo emigró a los Estados Unidos.
En las ciudades había una economía subsidiaba: a la canasta básica, al transporte, a la educación y medicina gratuita; recordemos las tiendas Conasupo, la leche Liconsa, las tiendas de consumo, del ISSSTE, de Hacienda, etc.
Antes de que se empezaran a aplicar las recetas privatizadoras y antisociales del neoliberalismo económico, el Estado mexicano poseía mil 155 empresas paraestatales: por ello el Estado mexicano fue un gran empleador de trabajadores mexicanos y repartidor de beneficios. Entre ellas Petróleos Mexicanos que llegó a ser la empresa más poderosa de América Latina y su principal fuente de ingresos y de empleos. En ella se emplearon a miles de mexicanos bien pagados y con una jubilación bien asegurada.
La misma situación vivieron los trabajadores de otra poderosa empresa paraestatal: la Comisión Federal de Electricidad. Igual situación gozaron los trabajadores de la empresa Ferrocarriles Mexicanos hasta su venta y privatización a nacionales y extranjeros en 1995.
Fertilizantes Mexicanos (Fertimex), que llegó a emplear a más de cien tabasqueños cuando David Gustavo la dirigió, cubría buena parte de la demanda del enorme mercado de los poderosos países “los Tigres de Asia”. El complejo petroquímico “Pajaritos” y “La Cangrejera” eran poderosos emporios hasta que fueron abandonados por los neoliberales.
En 1989, con el Plan Nacional de Desarrollo de Carlos Salinas se inició el desmantelamiento y destrucción de aquel poderoso Estado empresario, benefactor y conciliador. 250 empresas de las más grandes e importantes se privatizaron en ese sexenio: Teléfonos de México, Altos Hornos de México, Siderúrgica Lázaro Cárdenas, Aeronaves de México, Mexicana de Aviación, IMEVISIÓN, Grupo DINA.
Dieciocho bancos que eran propiedad de la Nación, Salinas se las entregó a sus amigos y socios. Bancos que luego Ernesto Zedillo extranjerizó y entregó a capitales españoles, gringos y británicos de Hong Kong.
En mayo de 1992 el gobierno de Carlos Salinas modificó la Ley Minera por lo que privatizó las minas del estado, les concesionó a particulares la minería por cincuenta años y los exentó de impuestos. El mismo gobierno entregó 6 millones, 600 mil hectáreas al grupo CARSO, Grupo México y a Peñoles. Hoy esas mineras poseen más de 25 millones de hectáreas.
Como comentamos el otro día las poderosas seis refinerías de otros años, quedaron abandonadas y en ruinas por los gobiernos neoliberales del PRI y el PAN.
Pues, sobre aquel poderoso Estado mexicano, propietario y benefactor y conciliador, estuvo montado el Partido Revolucionario Institucional con sus poderosos tres sectores: la Confederación Nacional Campesina (CNC); la CTM y su poderoso y eterno líder Fidel Velázquez y la CNOP.
En aquellos años ese PRI aplanadora fue un Partido de Estado, contaba con toda la fuerza y el poder de un Estado poderoso. Era el escudero y operador político del muy poderoso presidente de la República que, como un dios, ocupaba la cúspide de esa estructura piramidal del poder. En aquel sistema político, conocido como presidencialista, no se hacía nada sin las órdenes del presidente.
Todo ese poderoso edificio lo destruyeron los neoliberales para procrear y beneficiar a una minoría de millonarios corruptos. Desde su llegada al poder, los neoliberales sacaron martillo y cincel, pico y marro, para destruir a aquel sólido Estado benefactor, aglutinador y conciliador de todas las clases sociales. Con ello, dejaron al poderoso PRI sin soporte, lo vaciaron de contenido y, de ese Partido sólo quedó un cascarón que ni candidato tiene para las próximas elecciones presidenciales.
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