OPINIÓN

La otra mirada
10/10/2025

Continuo espectáculo ridículo

En una de las primeras clases en la licenciatura en sociología en la entonces Escuela Nacional de Estudios Profesionales (ENEP) Acatlán de la UNAM, el profesor de la materia de, precisamente, introducción a la sociología, el profesor nos pidió a las alumnas y a los alumnos hacer un texto con, dijo, las definiciones de sociedad, civilización y cultura, y después al leer los ejercicios que las susodichas y los susodichos habíamos desarrollado en los cuales plasmamos conceptos, interpretaciones, hipótesis, aventuras y desventuras, él simplemente expresó que si hubiésemos puesto atención a su petición los trabajos que cada una y cada uno elaboramos con certeza hubieran sido más sencillos y fáciles, y con una sonrisa en los labios, remató: simplemente hubieran copiado las definiciones que de cada uno de estos conceptos tienen los diccionarios especializados o no.

          La anécdota anterior se me vino a la memoria, y no sé por qué, al enterarme del concierto que Javier Milei dio en el Estadio Movistar de Buenos Aires, Argentina, hace apenas unos días, con el pretexto de la presentación de su más reciente libro (ojalá sea el último) titulado "La construcción del milagro". Y digo que no sé por qué recordé la anécdota sucedida hace varias décadas en un salón de clases, porque lo único que puedo decir al respecto es un cuestionamiento a cómo están hoy en día la sociedad, la civilización y la cultura, sobre todo en el rubro de los espectáculos, o más precisamente, en el aspecto del espectáculo como ridiculez. Y bueno, siguiendo la recomendación de aquel profesor, simplemente he recurrido a unas sencillas definiciones de sociedad del espectáculo, civilización del espectáculo, y cultura del espectáculo.

          En su libro "La sociedad del espectáculo", el filósofo Guy Debord afirmó que "lo que una vez fue vivido directamente se ha convertido en una mera representación", y eso precisamente es lo que yo, y muchos como yo, vimos que hizo el presidente argentino: una representación de lo que él ha vivido directamente y que se puede definir como un espectáculo del ridículo, y es que el mismo autor dice que en el aspecto social, en la sociedad moderna el ser ha declinado en favor del tener, y éste "es simplemente parecer". Y sí, Javier Milei dejó de ser para tener y, en el mejor de los casos, parecer sin tener ni ser.

          Por su parte, el escritor Mario Vargas Llosa en su texto "La civilización del espectáculo", se preguntó: "¿Qué quiero decir con civilización del espectáculo?", y se respondió: "La de un mundo en el que el primer lugar en la tabla de valores vigente lo ocupa el entretenimiento, donde divertirse, escapar del aburrimiento, es la pasión universal", y después de afirmar que el legítimo que alguien aspire a pasarla bien, el premio Nobel de literatura 2010, afirmó: "Pero convertir esa natural propensión a pasarlo bien en un valor supremo tiene consecuencias a veces inesperadas", y dentro de estas consecuencias, el peruano-español, incluyó a "la banalización de la cultura, la generalización de la frivolidad, y, en el campo específico de la información, la proliferación del periodismo irresponsable, en que se alimenta de la chismografía y el escándalo". Y, después de leer a Mario Vargas Llosa, no queda más que decir que precisamente este fenómeno se está dando en Argentina, en donde la chismografía y el escándalo son el pan nuestro de cada día desde que los autollamados libertarios llegaron al poder encabezados por el economista Javier Milei, aunque éste cuando apareció por primera vez en la televisión haya dicho que como economista no era conocido pero que sí lo era como rocanrolero. Pero hoy se le olvida que lo que necesita este país es un presidente serio y no un rocanrolero que plagia a músicos, compositores e intérpretes.

          Por último, la escritora Lilia Ramírez en su ensayo "Cultura del espectáculo y praxis universitaria: ¿apocalípticos, integrados o transformadores?", escribió: "La cultura del espectáculo ha sido definida como un entorno social y cultural que se caracteriza por la puesta en escena de la realidad, a la manera de una hiper representación mediática de la vida, construida desde la visión de un grupo hegemónico que se sirve de los medios, y que emplea cualquier otro recurso como un medio de representación, para erigir así una realidad de consumo, una realidad consumible, y por ende vendible". Y concluyó: "De esta manera, se constituye un continuo espectáculo, dentro del cual se debe enfrentar el reto de formar mentes deformadas por un paradigma que no entendemos cabalmente". Y precisamente es eso lo que en Argentina sucede con Javier Milei: un continuo espectáculo, pero habrá que adjuntarle un calificativo: un continuo espectáculo ridículo.

          Y bueno, en México existe un adagio que reza así: si ves las barbas de tu vecino cortar, pon las tuyas a remojar, y lo traigo a colación porque si bien Javier Milei está en Argentina, aquí en México tenemos a libertarios confesos o profesos, que si llegan a la presidencia nos darán seis años de un continuo espectáculo ridículo, y me estoy refiriendo a Ricardo Salinas Pliego, Eduardo Verástegui, Kenia López Rabadán, Xóchitl Gálvez, Alessandra Rojo de la Vega, y un etcétera no muy largo pero sí atendible para que no dejemos que sus deseos de poder se concreten. He dicho.





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