Causas que detonaron la revolución mexicana de 1910

Las causas principales, medulares, aflojaron las amarras de otras fuerzas sociales...


Una revolución de la magnitud como lo fue la de 1910 en México es producto de muchas causas; pero unas jugaron un papel medular, de detonantes de otras causas. Las causas principales, medulares, aflojaron las amarras de otras fuerzas sociales que habían permanecido atadas durante décadas en el campo, en las fábricas, en las minas y en las ciudades. Algunas tuvieron un carácter regional, pero en su conjunto tuvieron un impacto explosivo en todo el país contra el régimen de Porfirio Díaz. Por eso don Porfirio, viejo lobo de mar, al irse al exilio y con la visión de un estadista sobre la historia de México, afirmó: "Madero ha soltado un tigre en el país, a ver si logra amarrarlo". Y ese tigre asesinó a Madero, y ese tigre anduvo suelto hasta 1929 en que Calles y Portes Gil fundaron el PNR (Partido Nacional Revolucionario), abuelo del PRI.

En el caso de las causas medulares y que aquí comentaremos, nos encontramos con la afrenta que en el ocaso de su mandato don Porfirio Díaz hizo a los poderosos intereses de los Estados Unidos. Consciente Díaz del peligro que significaba para México el inminente expansionismo del imperialismo yanqui, trató de poner un dique de contención a ese expansionismo, pero lo hizo de manera tardía hasta rayar en la imprudencia: darles mayores preferencias y concesiones a los inversionistas europeos, ingleses y franceses, enardeció al tío Sam. En ese punto de la historia Porfirio Díaz resultó inconveniente para los intereses económicos de los Estados Unidos y contravino la Doctrina Monroe de "América para los americanos". Esta doctrina derrocó a Díaz.

Y esta afrenta contra los intereses del país del norte se dio en distintos frentes, principalmente en la disputa por el petróleo mexicano entre los Estados Unidos y la Gran Bretaña y en donde Porfirio jugó a favor de los ingleses. En esa disputa por el petróleo, convertida en conflicto, en 1910 se encontraban por la Mexican Petroleum Company del estadounidense Edward L. Doheny y la Waters Pierce Company que no eran más que filiales de la Standard Oil Company del poderoso magnate estadounidense John D. Rockefeller. Por el otro lado se encontraban la Royal Dutch Company y la Mexican Eagle Company (Compañía Mexicana El Águila a partir de 1909) del poderoso magnate inglés Weetman Pearson. Pero en los últimos años y con el apoyo de Porfirio Díaz la compañía inglesa El Águila logró obtener mayores concesiones rebasando a la poderosa compañía Standard Oil de John D. Rockefeller, En la medida que Díaz le daba ventajas a la Compañía Petrolera "El Águila", del británico Weetman Pearson, perjudicaba a la Standard Oil de Rockefeller.1 El Doctor Enrique Canudas califica a la llamada revolución mexicana como la primera guerra por el petróleo que se dio en el mundo en el siglo XX. Y fue ese conflicto y la estrategia de Díaz a favor de Inglaterra el que jugó un papel medular en el derrocamiento de Porfirio Díaz. Sin el armamento gringo, el movimiento armado de Madero no hubiera crecido.

Otra afrenta contra los poderosos magnates estadounidenses fue que en 1908 Díaz otorgó la concesión para construir el ferrocarril de Tehuantepec al mismo poderoso magnate inglés Weetman Pearson. Esta medida golpeaba el sueño que desde el siglo XIX tenían los estadounidenses de controlar la vía del Istmo de Tehuantepec. En ese siglo estuvieron a punto de lograrlo cuando Benito Juárez en 1859 les otorgó el permiso de establecerse en esa zona y en dos franjas más del territorio mexicano con el tratado Mc Lane Ocampo. Además, la construcción del Ferrocarril de Tehuantepec por los ingleses pasaría a perjudicar los intereses estadounidenses del Canal de Panamá.

Y otra afrenta fue cuando don Porfirio se negó a firmar la prórroga anual de un contrato que desde 1897 le aseguraba a los Estados Unidos el establecimiento de una base naval en la Bahía de la Magdalena en Baja California, así como también el establecimiento de chalanes carboníferos.2

Con motivo de esas afrentas, Don Alfonso Taracena escribió que Federico Gamboa le comentó: "piensan todos que el general Díaz se está enfrentando a la política yanqui, lo que es un absurdo". Lo mismo informaba el embajador de Austria en México a su gobierno: "el gobierno mexicano ha tomado ya formalmente una posición contraria a los trusts formados con capital norteamericano". En 1901 el diputado José López Portillo y Rojas, presidente de la Cámara de Diputados, manifestó su  preocupación de que la política de don Porfirio contra los capitales estadounidenses en México se aplicara en forma tal que nos enemistara con el país vecino. A la vez afirmó que México tenía todo "...el derecho y también el deber de buscar en otras partes un contrapeso a la influencia continuamente creciente de nuestro poderoso vecino". Don Nemesio García Naranjo señalaba en aquellos años que la verdadera causa de la campaña estadounidense contra Díaz era una guerra de altos intereses y en ella estaba en juego entre las potencias el dominio económico sobre México, principalmente sus recursos petroleros.

Si bien en los inicios de su largo mandato, la política del gobierno de don Porfirio fue de reconciliación y de equilibrio con todos los intereses extranjeros, en los últimos años cambió esa estrategia por una política de clara provocación y enfrentamiento contra los inversionistas de los Estados Unidos. Y ese fue el error de Díaz: no medir fuerzas. El vertiginoso y enorme crecimiento de los Estados Unidos lo había llevado en esos años a convertirse en la primera potencia mundial. Por el contrario, los días de Inglaterra en ese lugar privilegiado estaban contados. Por eso y en el vértice de esa coyuntura mundial, la estrategia pro europea y contra al avance del Destino Manifiesto resultó contraproducente y le costó la cabeza a don Porfirio.

(1 Hans-Jürgen Harrier, Raíces económicas de la revolución mexicana, Ediciones Taller Abierto, p.p. 65 a 66 2 Canudas Sandoval Enrique, 1910. Op. Cit. capítulo 3. Katz, Friedrich, La guerra secreta en México Tomo I, Grijalbo, 1987, p. p. 19 a 70. Harrer, Hans Jürgen, Raíces económicas de la revolución mexicana, Ediciones taller abierto, 1979. Meyer, Lorenzo, México y los Estados Unidos en el conflicto petrolero (1917-1942), El Colegio de México, 1972, p. p. 52-55. 3)


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