¿Y de ahí?

Escuchar a los más jóvenes, entender y respetar las diferencias


Que los mayores se quejan de los jóvenes y los jóvenes de los mayores es una situación que se ha dado, probablemente, desde los inicios de la humanidad. Ya en tiempos de Aristóteles, los antiguos griegos se quejaban de las entonces nuevas generaciones, que si no respetaban a los mayores, que si sus gustos eran peores, más frívolos, que si se estaban perdiendo los valores. Casi las mismas quejas de hoy.

La historia de la humanidad, tal como se describe en los periodos y movimientos artísticos o sociales, el barroco, el renacentismo, el vanguardismo, el romanticismo, el modernismo, y tantos "ismos" más, puede verse en ocasiones como una generación rebelándose contra los criterios de la anterior, o superando las contradicciones que les heredaros, tanto en valores éticos como estéticos, hasta cuestiones claramente materiales.

Tal como en su día se criticó a la generación de los milenials, nacidos a principios de los ochenta hasta principios de los noventa del siglo pasado, ahora también se critica a la siguiente generación, bautizada como Z o centenials, nacidos de mediados de los noventa del siglo pasado hasta la primera década de éste nuevo siglo. Éstas, que son categorías nacidas en el marketing, para segmentar mejor a la población para venderles publicidad, algunos se las han comprado como auténticas etiquetas sociales.

En general, se les reconoce a los jóvenes su capacidad casi innata para manejar la tecnología, pues crecieron rodeados de ella. Pero se los critica y tacha como personas flojas, egoístas, que quieren todo fácil y a las que nada les interesa a parte de sí mismos. La gente que no comparte ni acepta que hayan cambiado sus valores más tradicionales por otros, de mayor apertura e inclusión, desprecia a toda una generación llamándola "de cristal".

La realidad es que los jóvenes son muy importantes para la sociedad. En particular, en el 2024 se estima que aproximadamente 15 millones de mexicanos de entre 18 y 24 años de edad puedan votar por primera vez en las elecciones federales. ¿Qué representa esto? Nada menos que el 15.8 por ciento del Padrón Electoral. Una porción de la ciudadanía que es necesario que participe en las decisiones colectivas, para que su forma de pensar sea tomada en cuenta.

De acuerdo con las estadísticas del Instituto Nacional Electoral, en las elecciones anteriores para renovar la presidencia de la República, el 64.7 por ciento de los jóvenes de 18 años se presentó a votar. Esto fue más que el 58 por ciento de los ciudadanos de entre 30 y 34 años; más que el 61.9 por ciento que los que tenían entre 35 y 39 años, también votaron más que los adultos mayores de 80 años.

Esto quiere decir que los jóvenes, especialmente quienes recién estrenan su credencial, están ávidos de participar. Incluso más que muchos de sus mayores que los critican como flojos o apáticos. Debemos escuchar a los más jóvenes, entender y respetar que tienen gustos y formas de pensar distintas, aceptar que el cambio es natural y hacer todo lo que esté a nuestro alcance para facilitarles participar en la toma de decisiones, facilitarles mejores oportunidades para prepararse, trabajar y ser ciudadanos que contribuyan a la sociedad.

Mucho se critica a los jóvenes, porque dan por sentadas muchas cosas que a nosotros, o a nuestros padres o abuelos, no nos fueron dadas. Sucede que han crecido en un entorno donde se reconocen más derechos, donde a pesar de las dificultades ha habido cada vez más acceso a servicios básicos y más amplia educación. Así como ellos deben ser conscientes de que muchas veces sí han tenido mejores oportunidades, nosotros debemos entender que la base de derechos que tenemos debe ampliarse, no reducirse, aunque haya a quienes les incomode ahora cuando se les señala que son machistas u homofóbicos.

A pesar de que han tenido muchas ventajas, los jóvenes no escapan a las dinámicas de la inflación, la explotación laboral, la falta de oportunidades laborales en puestos con prestaciones competitivas y muchos miran decepcionados cómo su título profesional no vale ni la mitad de lo que en su día les valió a sus padres. El mundo está en constante cambio, cambio que produce choques entre generaciones. En todo caso, toda democracia debe reconocer cuánto necesita a sus jóvenes para fortalecerse.