¿Y de ahí?

El hecho de que a estas alturas todavía haya partidos políticos que se oponen a que se cumplan los lineamientos de paridad de género en el desarrollo del proceso electoral 2023-2024 habla de una debilidad al interior de estos institutos, porque la paridad de género es un principio previsto desde la misma Constitución Política federal y su inclusión en la ley electoral no es nueva, ya desde el proceso electoral de 2007-2008 se empezaron a dar las acciones afirmativas a favor de una representación equitativa de las mujeres en la composición de las autoridades que se eligen.

No obstante el incidente de la semana pasada en el consejo general del Instituto Nacional Electoral, que obligó a que se volviera a someter a votación el acuerdo que ordena a los partidos postular cinco mujeres y cuatro hombres en las contiendas en que se renovarán nueve gobiernos estatales, incluyendo Tabasco, era previsible que la decisión se mantendría firme, precisamente para garantizar el cumplimiento de ese principio de igualdad sustantiva entre hombres y mujeres.

Para que los institutos políticos puedan cumplir este principio transversal, que los obliga a procurar la paridad de género incluso al interior de sus órganos internos, tienen que realizar una labor de fondo en la formación y fortalecimiento de cuadros femeninos que abanderen sus causas, que conozcan y defiendan con convicción y profesionalismo los postulados ideológicos de cada partido, con capacidad de organización, decisión, argumentación e implementación de proyectos. Forjar mujeres políticas en toda la extensión de la palabra. Lo cual, evidentemente, es más fácil de decir que de hacer, porque predominan todavía muchas dinámicas machistas, concientes e inconscientes en la sociedad.

Si a estas alturas, insisto, tienen los órganos electorales que prever que sí los partidos no postulan mujeres se les va a obligar a "bajar" a los candidatos varones que hagan falta mediante la azarosa selección de un sorteo, es claro que los partidos políticos han fallado en el propósito de hacer más accesible a las mujeres militantes la participación en la vida política. Esta es un área que los partidos deben analizar y atender si quieren ser más competitivos.

Hay, más allá de fallas en el cumplimiento de programas para la paridad de género, una auténtica debilidad institucional ahí donde preocupa más quién es el candidato que el programa de acciones, las propuestas que defiende el partido. Porque si pesaran más los partidos que las personas de los candidatos, poco importaría el género mientras el respaldo del partido sea firme y su oferta política sea la que provoque convicción en el electorado.

Experimentos anteriores en los que se equiparó la democracia en la elección de candidatos con la azarosa igualdad de los resultados de un sorteo no fueron tan bien como se había pensado. Fue el caso de Morena, cuando al integrar su primera bancada en el Congreso de Tabasco logró colocar cuatro candidatos que fueron postulados por el principio de representación proporcional (los famosos plurinominales), candidatos que fueron elegidos mediante una tómbola. Uno de ellos, tan dignamente representativo del pueblo como lo puede ser un albañil, dejó la bancada del partido para sumarse a otra, igual que otro de sus compañeros y una diputada, auténtica mujer indígena, tuvo un importante tropiezo cuando hizo manifestaciones homofóbicas. En general, como diputados no fueron precisamente los más productivos o propositivos en la sexagésima segunda legislatura.

Así pues, para que la paridad de género, o en el peor de los casos, el azar del sorteo, funcionen en contextos de elección de candidatos, tiene que haber partidos fuertes, con una organización interna que trabaje constante y comprometidamente tanto en la formación ideológica como la profesionalización, la comprensión de los derechos humanos y haga posible no solo que un albañil o una mujer indígena lleguen a cargos de representación popular, sino que se conviertan en políticos profesionales capaces de hacer y defender propuestas para los complicados tiempos que vivimos.