México: Crónica de un destino postergado (I)
20/10/2025
México improvisa mientras otros planifican
Hay un momento en la historia de las naciones en que se elige un camino. Durante las últimas décadas, mientras algunos países eligieron el arduo sendero del diseño y la planificación, México optó por la comodidad de la improvisación. Mientras naciones como Finlandia, Corea del Sur o Singapur invertían, con disciplina casi religiosa, en construir instituciones, educar a sus ciudadanos y forjar economías de valor, México prefirió sobrevivir a base de retórica grandilocuente, subsidios paliativos y la promesa cíclica de una refundación cada seis años. El resultado es la historia de una potencia que nunca fue.
El contraste con quienes sí hicieron la tarea es brutal, casi humillante. No se trata de modelos idénticos, sino de una filosofía compartida: el futuro se construye, no se espera.
1. Finlandia: Tras una crisis en los años setenta, tomó una decisión radical: la única política de Estado sería la excelencia educativa. Convirtió la profesión de maestro en una de las más prestigiosas y selectivas del país. Hoy, sus estudiantes superan por casi 100 puntos a los mexicanos en las pruebas PISA de ciencias y matemáticas, y su sociedad es sinónimo de confianza, innovación y una corrupción casi inexistente.
2. Corea del Sur: Un país que emergió de la guerra más pobre que Ghana y sin recursos naturales, orquestó su "Milagro en el río Han" mediante una alianza estratégica y transexenal entre el gobierno, la industria (los chaebols) y una inversión masiva en educación científica y tecnológica. Pasó de exportar textiles a liderar el mundo en semiconductores y electrónica de consumo.
3. Singapur: Un diminuto islote sin siquiera agua potable propia, se erigió sobre tres pilares de hierro: meritocracia radical, cero tolerancia a la corrupción y un sistema educativo obsesionado con las habilidades técnicas. Su legendario líder, Lee Kuan Yew, no prometió milagros, prometió décadas de trabajo duro y un plan. Hoy, su PIB per cápita es de los más altos del mundo.
Estos países no tuvieron suerte; tuvieron visión de Estado. México, mientras tanto, tuvo los recursos naturales, una demografía envidiable y la geografía más estratégica del planeta, pero careció de un plan. Cada sexenio se dedicó a demoler las frágiles construcciones del anterior, en un ciclo de autodestrucción política.
Nuestra mayor bendición, el petróleo, se convirtió en nuestra peor adicción. La comparación con Noruega no es solo económica, es una tragedia moral: Noruega transformó su riqueza petrolera en un fondo soberano intergeneracional que hoy supera los 1.4 billones de dólares, asegurando pensiones, educación y la transición energética para sus 5 millones de habitantes. México, en cambio, convirtió a PEMEX en un fetiche nacionalista, una caja chica para gobiernos en turno y un monstruo financiero con una deuda que supera los 100 mil millones de dólares (Se debe 2 veces a si mismo). Allá, el petróleo financia el futuro; aquí, es una carga para el presente. Continuará.
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