México: Estado de Derecho y Corrupción

Hace unas pocas semanas, la organización World Justice Project dio a conocer los resultados de su evaluación anual y

Hace unas pocas semanas, la organización World Justice Project dio a conocer los resultados de su evaluación anual y, como era de esperarse, México obtuvo nuevamente penosas calificaciones, como resultado de la tendencia deterioradora que registra la observancia del estado de derecho.  El propósito de esta organización internacional, independiente y multidisciplinaria, es hacer avanzar el estado de derecho alrededor del mundo.  En este afán, la institución se ocupa de medir varios rubros como los niveles de justicia civil y criminal, corrupción, límites al poder gubernamental, entre otros.  

En el índice general del estado de derecho, cuyos valores van de 0 a 1, México obtuvo una puntuación de .42 que lo ubicó en la posición 115 de 140 países evaluados.  El primer año en el que este ejercicio fue realizado, 2015, nuestro país obtuvo un registro de .47 por lo que ocupó la posición 79 de 102 países estudiados.  En siete años, México ha perdido cinco centésimas en el indicador.  El deterioro de México ha sido constante, pues salvo que entre 2018 y 2019 permaneció con un registro de .45, las evaluaciones cada vez son más negativas para nuestro país.  Dato que le da una perspectiva más crítica al valor alcanzado el último año: de los países de América Latina y el Caribe, México sólo superó a Honduras, Bolivia, Haití, Nicaragua y Venezuela.  De los 42 países con rango de ingresos anuales similares al nuestro (medio-alto), México su ubicó en la posición 39.  Lamentable.  Uruguay, Costa Rica y Chile ocupan los puestos 25, 29 y 33 respectivamente.  Dinamarca, con un altísimo registro de .90 es el país mejor evaluado y lo ha sido desde 2015, año en el que su puntuación fue de .87.  

Los resultados se tornan más deprimentes cuando atendemos el rubro de la corrupción.  Nuestro país el año pasado alcanzó una bajísima calificación: .26, en un índice que también se mide de 0 a 1, lo que le significó ocupar la posición 134 de entre 140 países analizados.  En la región latinoamericana y del Caribe, sólo Bolivia y Haití obtuvieron registros peores a los nuestros y entre los 42 países de ingresos medio-altos, México ocupó la posición 41.  El deterioro es serio. En 2015, México obtuvo una calificación de .33 la que, esta sí, ha ido retrocediendo año tras años. Desde esa fecha, el índice registró una reducción de siete centésimas. Por supuesto, Dinamarca ha sido el país mejor evaluado en este rubro.  En 2015 su registro fue de .96, mismo que obtuvo el año pasado, si bien entre 2020 y 2021 vio una reducción de una centésima.  Uruguay y Chile destacan nuevamente en El área de América Latina y el Caribe, pues ocupan los posiciones 21 y 28, respectivamente, con índices de .74 y .69.  

Preocupa que nuestro país, a pesar de continuar siendo una de las principales economías del mundo, obtenga siempre calificaciones muy bajas en todos los rubros que miden la convivencia,  el desarrollo y el bienestar.  Llama la atención que a pesar de que en los últimos treinta años se habían venido desarrollando esfuerzos institucionales dirigidos a eliminar el abuso y la discrecionalidad, las evaluaciones internacionales identifican estas tendencias negativas.  No hay duda: la construcción de estructuras resulta insuficiente cuando existe una muy acendrada cultura de obviar la ley y conseguir lo que se necesita o desea por otras vías.  Corregir el rumbo, así, resulta mucho más complicado porque son nuestras percepciones, nuestras actitudes y nuestras conductas las que debemos modificar.  

Estos resultados deben conducirnos a entender que los discursos políticos sobre el rumbo que se le da al país desde el poder son eso: palabras, discursos que sólo persiguen hacernos creer que somos un país muy diferente al que en realidad somos.  Es tiempo, ya, de que admitamos que estamos muy lejos de ser un país medianamente desarrollado y que no lo seremos en la medida en que continuemos creyendo mentiras y mintiéndonos nosotros mismos.  Es tiempo de llamar a las cosas por sus nombres y actuar en consecuencia.