Neblina y vida

AMANECIÓ CON NEBLINA. No tan densa como en otras ocasiones, pero sí es muy notoria

AMANECIÓ CON NEBLINA. No tan densa como en otras ocasiones, pero sí es muy notoria. Para ver un poco más lejos uno tiene qué esforzarse. A veinte metros se ven borrosas las casas y los árboles. Y más allá no se mira nada más que espesura gris. Y está nublado. No hay esperanza de sol, como en otro tipo de neblinas. Nubes viajeras de una negrura en exceso  presagian lluvias todo el día.

MIRO NEBLINA y la relaciono con las limitaciones que tenemos para ver lo que sigue en nuestras vidas. Como en el amor, que no vislumbra futuro, ni le es tan necesario. Para el amor el presente es su espacio natural. El aquí y ahora. Dos miradas coinciden tan cerquita, donde lo exterior no existe. Realmente no existe. Dos pensamientos con horizonte limitado en su visión por la neblina, densidad de lo húmedo.

HAY DISCUSIONES SOBRE si existen o no el pasado y el futuro. Discusiones en serio. Siendo el tiempo uno, dimensión que no alcanzamos a comprender, tratamos de dividirlo para fijar momentos que sucedieron y tratar de vislumbrar entre la tanta neblina lo por venir, el porvenir. Si el tiempo es uno, el pasado y presente no existen. O en todo caso los contiene el presente.

SI SON TRES TIEMPOS, entonces deberíamos utilizar el plural: los tiempos. Sí que son convenciones decir ayer, el año que entra, y cosas por el estilo. La memoria hace una distinción por cosas que sucedieron. No están sucediendo, ni sucederán. Pero esa es abstracción de la memoria. Dejémosla hacer lo propio.

LOS HECHOS EN PASADO, que sucedieron, radican en la subjetividad de la memoria. Me acuerdo, no me acuerdo. Y varias personas que recuerden el mismo hecho, tendrán versiones diferentes. Pero no hay más que referencias vagas. Y cuando esas personas más no existan, ¿dónde queda lo pasado?

LA NEBLINA LA TENEMOS instalada también en nuestra manera de pensar. Es el signo de lo humano y las tantas variantes en los individuos. Hay quienes tienen neblina en todo su campo de pensar, otros menos. Aprendemos de los sentidos, es la experiencia de lo que alcanzamos a ver, oír y palpar del mundo físico, lo que está a nuestro alcance. Y consideramos que eso que percibimos a través de dichos sentidos es la verdad absoluta. Pero siempre hay algo más, a veces tan cercano, y sobretodo más lejano, que no alcanzamos a comprender. Pero lo damos por aprendido para dar opinión. No decimos yo creo, yo considero que, de acuerdo a mi experiencia. No. Lo damos por sentado que lo sabemos y lo expresamos.

DE HECHO POR ESO son las confrontaciones. Y si partimos que de un mismo concepto, entendemos cosas distintas, o aunque no tan distintas, pero sí con variaciones, entonces con mayor razón en un enunciado completo, y más en el párrafo. Sea escrito, o parte de un discurso hablado. Por eso decimos que no es lo que decimos, según nosotros, sino lo que entiende quien nos escucha.

YO ANTE LA NEBLINA me planto. Y de frente la escudriño. Trato de ver un poco más allá. Un poco más. Y para lograrlo cierro los ojos. Esto lo puedo hacer mientras no siga caminando, es de suponer. Aunque si camino, mi campo visual se va metiendo en la neblina y los veinte metros de visibilidad parece que avanza, y la distancia de no ver sigue siendo la misma, los veinte metros. El peligro es ir de prisa manejando un automóvil. Los veinte metros desaparecen rápido y no me daría tiempo de frenar si algo está estacionado adelante. Y me sucede el choque.

HOY AMANECIÓ CON NEBLINA. Andamos por diciembre en esto de las convenciones de medir el tiempo. No quiero espejo para verme. Yo pienso y me miro a mí mismo. Y miro a los demás. Y miro la neblina. Y siento que estoy detenido mirando una fotografía. Y me miro mirando una fotografía.

EN LA VIDA VAMOS ASÍ, de prisa. Sin comprender los acontecimientos, porque no nos podemos detener. Actuamos de todas maneras, sabiendo o no lo que está sucediendo. De todas maneras el tiempo pasa y nos vamos volviendo viejos, dice el poeta. Y aunque no lo dijera es algo que decimos ante el espejo. Mi padre en sueños me visita. Y me mira. Él ya tiene 96, murió a los 87. "Cómo te estás haciendo viejo, mi muchachito". Y ríe. Él sabe que ya no envejece más. Y me mira a mí.