No hemos conseguido derrotar a la crueldad, la ignorancia y la miseria que nos rodea

No hemos conseguido derrotar a la crueldad, la ignorancia y la miseria que nos rodea

Esa cantaleta de que no hay dinero, y por eso hay que hacer más recortes en los servicios, con ser cierta, también esconde venganzas contra aquellos que no comulgan con las ideas de quien maneja el “sencillo”, o de los que no aceptan su necesidad enfermiza de doblegar al adversario para silenciarlo. Y lo sufrimos los que trabajamos todos los días, y los que antes podíamos crear empleo y riquezas para la sociedad. Y quienes aceptamos vivir con menos, que somos muchos, nos resistimos a vivir con nada. La rebelión se está gestando y no tarda en manifestarse y puede extenderse y la revuelta interna lleva visos de hacerse estatal por el plan de ajuste. Ni siquiera los gorriones están de acuerdo con que les recorten las alas y prometer a los electores que seremos en el 2018 que vamos a vivir peor dista mucho de ser un sugestivo proyecto de futuro. No estamos acostumbrados a ese tipo de propuestas y compromisos de campaña. En México y en Tabasco llevamos algunos siglos habituados a la austeridad, pero los ricos detestan el programa de festejos que les ofrecen y no aceptan, de ninguna manera, que tengan que vivir de otro modo. A la gente no le gusta la austeridad. Ni siquiera a los que la han conocido obligatoriamente y tenían confianza para hablarle de tú a tú. La única bandera posible, sea del color que sea, es la que enarbole el combate contra los tres enemigos: la crueldad, la ignorancia y la miseria. No hemos conseguido derrotar a esos tercos invasores, que residen entre nosotros desde que ocuparon este planeta menor. La desigualdad es un rival imposible de derrotar, porque somos muchos, pero el sueño igualitario no lo es menos, por la misma razón histórica que nunca ha sido razonable. Aprendí hace tiempo que entre los deberes de la edad figura, en la madurez, ser austero, así como en la juventud ser rebeldes y en la vejez adaptarse a los que nos echen, que suelen ser demasiado. Los planes de ajuste están desequilibrando la etapa. La crisis se llama resignación, pero después de las últimas comidas pueden oírse otros gritos. No queremos seguir siendo austeros obligatorios. Sólo se vive una vez, que se sepa. Aunque los teólogos opinen de otra manera.