Itinerarios

Aparecer a un Normalista para desaparecer a 42

Ante la inminente liberación, por parte de las tropas aliadas, de los campos de concentración, los nazis decidieron, las últimas semanas de la 2ª Guerra Mundial, acelerar la matanza.

Esas fábricas de la muerte -diseñadas para exterminar industrialmente a más de 11 millones de personas- no tenían ya capacidad ni tiempo suficiente para asfixiar en las cámaras de gas e incinerar en los hornos crematorios a las y los sobrevivientes del Holocausto.

Adolfo Hitler, Heinrich Himmler, Joseph Goebbels y los otros creadores de la llamada solución final ordenaron entonces: perpetrar ametrallamientos masivos, lanzar los cadáveres de las víctimas a enormes fosas abiertas, incinerarlas de inmediato con miles de toneladas de queroseno y triturar los restos con maquinaria pesada.

El ciclo genocida lo completaban camiones de volteo que transportaron las cenizas y los pequeños fragmentos de hueso hasta los ríos de Alemania y Polonia. No en todos los campos pudieron cumplirse las órdenes criminales pero; en polvo, que se perdió para siempre en las turbulentas aguas estivales, convirtió la alta jerarquía Nazi a decenas de miles de personas, desapareciéndolas así de la faz de la tierra.

Imposible resulta no imaginar a Tomás Zerón, hoy protegido -que trágica paradoja- por el Estado de Israel, al propio ex Procurador General de la República Jesús Murillo Karam, actualmente en prisión y a otros autores aún no identificados y que continúan libres e impunes de la llamada "Verdad histórica", repasando y replicando a escala, este terrible episodio de la historia.

Empeñado en seguir presentándose como el "gran reformador" y en pasar a la historia como el "salvador de México" a Enrique Peña Nieto, quien se atrevió a ordenarnos "¡Ya supérenlo!", le urgía dar carpetazo al caso Ayotzinapa.

Surgió así esa idea perversa de aparecer los restos de un Normalista para desaparecer para siempre, a los otros 42. Copiando, literalmente el método genocida del nazismo, Zerón presentó, en los márgenes del Río San Juan, una bolsa negra con los únicos restos que, dijo, se habían podido rescatar.

Que todos los Normalistas habían sido ejecutados en el basurero de Cocula, incinerados con leña, convertidos en polvo y vertidos en ese arroyuelo sostuvo falsamente Zerón apoyándose en testimonios obtenidos mediante torturas que él mismo aplicó. Comenzó así una inmensa, compleja y parcialmente exitosa -por masiva y duradera- operación de ocultamiento de la verdad y de encubrimiento de los criminales y sus cómplices en los tres órdenes de gobierno a la que se sumaron, como voceros de facto, los más influyentes líderes de opinión.

9 años han pasado desde esa noche en Iguala. Un ex Procurador General de la República, dos generales, un coronel, un capitán, 17 elementos de tropa, policías municipales y estatales y decenas de sicarios e integrantes del crimen organizado están presos. Ni un solo día, desde el 2018, se ha dejado de investigar y sobre todo de buscar, en los parajes más recónditos y peligrosos, a los jóvenes desaparecidos.

"No fuimos nosotros quienes desaparecimos a sus compañeros; nosotros los estamos buscando" escuché cómo respondía, con desesperación, un integrante de la Comisión Presidencial para la búsqueda de la verdad y el acceso a la justicia, a uno de los indignados Padres de los 43 justo al borde de una fosa clandestina. La tarea de búsqueda no cesará; la tenaz y airada exigencia de justicia tampoco. Continuaré, por mi parte, con el Pase de Lista del 1 al 43.

Corresponsables son de este crimen atroz tanto los sicarios, los jefes militares, soldados, policías y funcionarios que lo perpetraron como los que para negar justicia a Los 43 Normalistas de Ayotzinapa y borrarlos de la faz de la tierra -como los nazis hicieron en 1945- desaparecieron, con el poder combinado del viejo régimen y los medios, a la verdad.