LA EXPANSIÓN NORTEAMERICANA

Siguió en el sur el gran territorio de la Florida, que había quedado aislado con la compra de la Luisiana

Las trece pequeñas colonias costeras británicas que se independizaron en 1776, ya contaban con nueve universidades con todos los adelantos tecnológicos y científicos de la época, la naciente industria de las armas, agricultura floreciente y en vías de mecanización, astilleros navales y un próspero comercio internacional.

Nosotros, de Alaska a Costa Rica, dos universidades en México y Guadalajara, pero únicamente para teología y derecho; nada de tecnología ni de industria, producción solo para autoconsumo, comercio solo con la matriz y marina exclusiva de la corona española, cero educación y un sistema esclavista de castas en un pueblo empobrecido y miserable.

La primera expansión la tuvieron hacia el norte, logrando apropiarse de otras dos provincias que integraron como entidades al naciente Estados Unidos de América, pero fueron detenidos por los ingleses que ya gobernaban el Dominio del Canadá.

Y así empezaron las ofertas de compras.  Primero el inmenso territorio de la Luisiana, de más de dos millones de kilómetros cuadrados, que España regaló a Francia con los tratados de San Ildefonso de 1800, y que la joven nación compra a Napoleón en 15 millones de dólares en 1804, creciendo  su territorio a  más la mitad del continente.

Siguió en el sur el gran territorio de la Florida, que había quedado aislado con la compra de la Luisiana.  Primero invadieron la Florida Occidental ofertando a la decrépita dinastía española un pago de 4.5 millones de dólares, que indignamente aceptaron, pero que nunca realizaron. Y ante su complacencia, invadieron la Florida oriental, la península propiamente dicha, exterminando a la población nativa semínola y expulsando a todos los españoles a La Habana.

Después compraron a un indigno embajador español con el que firmaron los  Tratados Adams-Onis, limitando la Nueva España a la Alta California, perdiendo el Oregón, costa de Canadá y Alaska, que después compraron a los rusos, y los Estados Unidos salieron al Pacífico.

Intentaron comprar Texas, pero ante la negativa, nos dieron el gran zarpazo y nos arrebataron más de la mitad del territorio que nos quedaba, documentado con el infame Tratado Guadalupe-Hidalgo,  firmado ante sus aliados en la Villa de Guadalupe. Tratado que conforme al Derecho Internacional es ilegal, pues fue firmado habiendo una ocupación militar,  lo que le niega validez.

Finalmente le compran al traidor Santa Anna el territorio de La Mesilla, una extensión más grande que Chiapas, en diez millones de pesos.

Y de allí, han habido siempre, antes y después, multitud de ofertas de compras de Baja California hasta Tamaulipas. O de préstamos  comprometiendo diversas áreas del territorio nacional, que no han dejado de ser eso: “simples ofertas” que no se han materializado, y que la reacción calumniando y deformando la historia, pretende  hacer aparecer como tratados, que en la realidad no existen.

Los Tratados Guadalupe Hidalgo y de La Mesilla, están firmados por el Presidente de la República y ratificados por el Congreso o Senado, condición indispensable para que existan, y se pueden consultar, como todos los tratados, en las páginas del Senado o de la Corte.

La derecha, traidora y enemiga de México, habla por ejemplo de los supuestos tratados Corway-Doblado o MacLane-Ocampo, que no existen y que nunca fueron ni firmados por el Presidente ni ratificados por el Senado.

La vieja máxima de la derecha, de  la quinta columna: calumnia, calumnia, que de la calumnia algo queda.