Para que sirvieron los rumores…entre otras cosas

Narciso Oropesa, en alguna época buen amigo, sino a aquellos que tienen como hábito darse importancia personal, aunque sea como parte de un colectivo

A veces tengo la sensación de que este es un estado definitivamente diferente. Entre los pecados mayores de los tabasqueños está el narcisismo, y no me refiero a los seguidores del secretario de Movilidad, Narciso Oropesa, en alguna época buen amigo, sino a aquellos que tienen como hábito darse importancia personal, aunque sea como parte de un colectivo. Rara es la generación que no tiene la imperiosa ambición de sentirse protagonista de “algo”, de un cambio, de una lucha, de una resistencia, de una innovación decisiva, de lo que sea. El resultado de esa actitud suele ser que los “originales” descubran sin cesar situaciones, por lo general políticas, que son usuales en la naturaleza humana y por tanto caigan, sin saberlo, en lo más antiguo y aun decrépito. También presentan como “hallazgos” ideas, propuestas, políticas, formas artísticas mil veces probadas o experimentadas y a menudo arrumbadas por inservibles o nocivas o arcaicas. Pero como han hecho todo lo posible por no enterarse, por desconocer cuanto ha habido antes de su trascendental “advenimiento” –por ser un ignorante, en suma, y a mucha honra–, se pasan la vida creyendo que “inaugura” todo: aburriendo a los de más edad y deslumbrando a los más idiotas e ignaros de la suya. Observo en todo este maremágnum que se ha organizado con la supuesta incorporación al gobierno federal del gobernador, Adán Augusto López Hernández, un evidente interés de algunos, conocidos de todos,  porque eso se concrete cuanto antes y parece que quisieran empujarle a que se trepe a las palabras de ¿invitación? del Presidente AMLO el pasado lunes aquí mismo en Villahermosa. Es enteramente inútil y equivocado el intentarlo ya que ni AMLO ni Adán son políticos que se dejen presionar para tomar sus decisiones, que seguramente ya están tomadas respecto a este asunto. De lo que sí ha servido esta tormenta es de medidor de lealtades ya que se ha podido observar claramente de quien sí, y de quien no, tiene que cuidarse el gobernador. En general ya lo sabía pero este tipo de ejercicios en política son como experimentos en los laboratorios en los que se puede esperar el acierto pero también el error. Y hemos podido comprobar como varios de los malquerientes del gobierno se han dedicado en estos días a echar un vistazo atrás para desmerecer el pasado reciente, para desprestigiarlo en su conjunto, para considerarlo enteramente inútil y equivocado. A través de sus portavoces encubiertos, y a sueldo, destacaron sus actividades para ser extremadamente visibles en esos momentos y propusieron incluso casi demoler y declarar nulo y dañino lo hecho para así subrayar que “lo bueno” iba a empezar ahora, con ellos y sólo con ellos. Es una de las modalidades de vanidad más radicales: antes de que llegáramos nosotros al mundo, todos vivieron en el error, sobre todo los más cercanos, los inmediatamente anteriores. “Mañana nos pertenece”, como cantaba aquel himno nazi que popularizó en su día la película Cabaret, y todo ayer es injusto, desdichado, erróneo, perjudicial y nefasto. Si eso fuera cierto e incontrovertible, tal vez no haría falta aplicarse a su destrucción. Lo sorprendente y llamativo –lo idiota– es que ahora se pretenda ­llevar a cabo una operación para desplazar a López Hernández. Tengo para mí que no hay nada más peligroso que el afán de protagonismo, y el de algunos miembros de la clase política de hoy es desmesurado. Ni más idiota, no hace falta insistir en ello.