Rescatar a Pemex es rescatar al país

Rescatar a Pemex es rescatar al país

El presidente Andrés Manuel López Obrador está convencido que la desaparición de Pemex fue uno de los proyectos más ambiciosos del “neoliberalismo” –que se comenzó a aplicar desde principios de los años ochenta en México. Ese modelo de saqueo de las riquezas nacionales tuvo y tiene cómo su principal ideólogo y operador en el país a Carlos Salinas de Gortari. Las privatizaciones de servicios, la venta de bienes públicos, la apertura indiscriminada al capital extranjero, mientras se ahogaba al capital nacional, fueron aplicadas por el gobiernos federal, pero también por los gobiernos estatales desde 1982 y durante las dos décadas siguientes. La única excepción fue en Tabasco con Enrique González Pedrero, pero el resto de sus homólogos malbarataron el patrimonio estatal. Y así ocurrió en todas las entidades.

Por eso no es extraño que ahora se hable de Pemex como una empresa sostenida por los alfileres del patriotismo y la decisión del gobierno de López Obrador para rescatarla a como dé lugar. Es una herramienta indispensable para que México salga adelante. Imagine usted que las divisas que ingresaba la petrolera nacional al país componían más del 40 por ciento de los recursos públicos. Llegó a ser el primer sector de ingreso de dólares a la economía mexicana. Claro que ese gran negocio que representaba Pemex despertó la ambición extranjera y sirvió para que la codicia de una casta hiciera de la industria petrolera el imperio de la corrupción. Contra esa corrupción también debe luchar el nuevo proyecto nacionalista.

A finales de los años treinta y principios de los cuarenta, el gobierno del general Lázaro Cárdenas dio un ejemplo al mundo de cómo el petróleo no era una maldición como dijo el poeta (“los veneros del petróleo te los escrituró el Diablo”, escribió López Velarde), sino que podía convertirse en una poderosa herramienta para combatir la pobreza y construir el progreso. Lamentablemente vivieron después administraciones sin compromiso social.

DE LA EXPROPIACIÓN AL RESCATE

HACE unos días, el 7 de junio, se cumplieron 81 años de la fundación de Petróleos Mexicanos mediante un decreto firmado por el entonces presidente Lázaro Cárdenas. Con la visión estratégica que tenía como militar nacionalista, el general michoacano comprendió que no bastaba nacionalizar el petróleo sino que nuestro país tenía que contar con técnicos, ingenieros, trabajadores propios y una industria para controlar la extracción, la comercialización y el procesamiento. Por eso tras el decreto,  Pemex comenzó sus operaciones el 20 de julio de 1938. Hubo una “época dorada” en la que la nueva petrolera nacional se apoyó en los especialistas que salían del Instituto Politécnico Nacional, escuela de educación superior creada también por el general Cárdenas en 1936.

Pero como le decía, tuvieron que venir sobre todo los gobiernos de Carlos Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo, Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña  Nieto para que año con año, sexenio tras sexenio, se fuera desmantelando Pemex. Por un lado se corrompió al sindicato y a los directivos –llegaron a colocar al frente a personajes socios o empleados de empresas extranjeras-, y por otro lado se dejó pudrir y dejar inservibles las instalaciones. Además de que se abandonó la exploración y extracción.

En fechas recientes han abundado los señalamientos sobre “la crisis de Pemex”, como si fuera producto de este gobierno. Se dice, por ejemplo, que tiene una deuda de más de 105 mil millones de dólares; que su producción de crudo ha caído estrepitosamente y por lo tanto sus ingresos; que los costos de operación son altísimos. En fin, que no le dan a Pemex muchos meses de vida…a menos de que aplique el modelo de Peña Nieto para la inversión privada. Un modelo que es el que lo tiene en los actuales problemas.

El 15 de febrero, el titular de Pemex, Octavio Romero Oropeza, presentó el “Programa de Fortalecimiento” de la empresa. Su objetivo es, con apoyo de la Secretaría de Hacienda, mejorar la finanzas de la ex paraestatal. Entre las medidas se cuentan: combatir a fondo la corrupción, no contratar más deuda pero incrementar la inversión en áreas donde se tiene petróleo de fácil extracción, o por lo menos no tan costosa e impredecible como el mar a donde se tiró el dinero durante el peñismo.

Hay quienes siguen presionando para que Pemex vuelva a ser la vaca lechera; pero la han ordeñado tanto que si no hubiese llegado AMLO al poder la petrolera mexicana ya hubiese pasado a la historia.