OPINIÓN

Tejedoras de fortaleza y dignidad
09/05/2025

el papel transformador de las madres en México


En una época marcada por los conflictos, la desigualdad y la pérdida progresiva de valores, las madres mexicanas se han convertido no solo en el núcleo afectivo de sus hogares, sino en pilares insustituibles del entramado social. Lejos de los estereotipos que las confinan al silencio del sacrificio doméstico, hoy encarnan un liderazgo decisivo, porque dirigen familias, impulsan economías, forman conciencias y resisten con dignidad cotidiana.

Si, como aprendimos desde niños, la familia sigue siendo la célula básica de la sociedad, entonces es justo reconocer que muchas de esas células se sostienen sobre el eje firme y resiliente de las madres. Datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), correspondientes al cuarto trimestre de 2023, revelan que en México viven 38.5 millones de mujeres de 15 años y más que son madres, tres de cada diez también son jefas de hogar y cerca de la mitad —el 46.1%— trabaja, aunque no siempre en las mejores condiciones, pues perciben salarios desiguales, carecen de seguridad social y con frecuencia recurren a la informalidad laboral.

Como puede notarse, esta labor abnegada no siempre recibe el reconocimiento merecido. Persisten narrativas que romantizan la figura materna, exaltando la entrega mientras ocultan el esfuerzo, la fatiga y la inteligencia estratégica con que tantas mujeres transforman comunidades enteras. En el imaginario colectivo, ser madre sigue asociándose a la renuncia personal, pocas veces al liderazgo ético, a la formación de valores o al trabajo de organización comunitaria que muchas ejercen frente a un entorno cada vez más convulso.

Aunque su papel comienza a ganar visibilidad y existen esfuerzos gubernamentales valiosos —por ejemplo, los del municipio de Centro, Tabasco, que impulsa programas de capacitación y apoyo al emprendimiento femenino—, aún queda una larga ruta por recorrer para cerrar las brechas de desigualdad económica. Este avance no debe concebirse como una concesión, sino como un acto de justicia y reconocimiento a su entereza.

El escritor belga Georges Simenon se apartó de sus célebres novelas policiacas para publicar una obra profundamente íntima y descarnada sobre la maternidad. La tituló "Carta a mi madre", un monólogo dirigido a su madre moribunda. En uno de sus pasajes más intensos, escribe: "Tú, madre, fuiste una roca y una cárcel, un refugio y una exigencia inquebrantable". Con esta frase —cargada de amor y reproche, de dolor y comprensión— captura la tensión que atraviesa muchas historias maternales: mujeres obligadas a ser fuertes incluso cuando estaban rotas por dentro, que criaron entre carencias, miedo y soledad.

A lo largo de las páginas de esta obra, emerge Henriette —la madre de Simenon— como una mujer con historia propia, determinada, trabajadora, aferrada a la posibilidad de una vida mejor. El hijo que la juzga termina entendiendo, quizás demasiado tarde, que no puede reducirla al rol que él necesitaba. "Estás juzgando a la madre que esperas de mí, y no a la mujer que soy", imagina que le dice. Es una lección profunda, vigente aún hoy: las madres no son heroínas de bronce, son personas con aspiraciones, contradicciones y una dignidad que merece ser vista sin idealizaciones.

Rendir homenaje a las madres no debería reducirse a un ritual floral cada 10 de mayo. Honrarlas implica acción: más políticas públicas con enfoque de género, acceso equitativo a oportunidades laborales, redes de apoyo reales y eficaces para quienes encabezan hogares en condiciones de vulnerabilidad.

México —y Tabasco en particular— debe mirarse en el espejo de sus madres: diversas, fuertes, sabias, incansables. Ellas no solo crían y sacan adelante a sus familias; también reparan las grietas de un país entero. Mientras muchos hablan de reconstruir el tejido social, ellas ya lo hacen, puntada a puntada, con hilo de ternura y aguja de coraje. Reconocerlas no es solo un gesto de justicia, es honrar la raíz viva que todavía nos mantiene en pie.





DEJA UN COMENTARIO