Tlali y las Mujeres Indígenas

En primer lugar, las decisiones se toman con base en simplismos

Finalmente, después de las fuertes críticas a que se hizo acreedor el diseño de Tlali, las autoridades han decidido posponer la sustitución de la estatua de Cristóbal Colón con la que representaría a las mujeres indígenas.  La decisión produce buen sabor de boca, pues deja la impresión de que, al menos por esta vez, las autoridades fueron sensibles a las opiniones críticas.  Sin embargo, el hecho, exhibe el modelo de toma de decisiones de este gobierno.

En primer lugar, las decisiones se toman con base en simplismos. Si bien es cierto, Cristóbal Colón encabezó abusos a la población que encontró en las tierras en que desembarcó, la decisión de retirar su monumento obedece a una postura política que pretende abonar la polarización que ya vivimos reafirmando una versión simplista del arribo de los españoles a las Américas.  Bajar a Colón asumiendo que en su comportamiento se debe identificar la postura de la corona española hacia la población de las nuevas tierras es una decisión cuyos fundamentos son similares a aquella que condujo a suspender la distribución de medicamentos entre los niños enfermos de cáncer porque las empresas farmacéuticas incurrían en prácticas de corrupción.  La complejidad propia de todo problema es reducida con base en prejuicios y escasez de diagnósticos especializados. El todo se toma por la parte y se decide pretendiendo que se actúa con la iluminación de la verdad absoluta y con el afán de resolver, para siempre, problemas y carencias. 

En segundo lugar, porque las tareas son encomendadas sin consultar a los grupos a quienes se pretende beneficiar, sin apoyo en expertos en los asuntos a encarar y sin convocatorias abiertas a personas e instituciones interesados en competir por ofrecer la mejor propuesta.  ¿Por qué se decidió que la mejor representación de las mujeres indígenas es el rostro de Tlali? ¿No habría convenido consultar a grupos de mujeres indígenas para que de sus formas de vivir y sentir se extrajeran ideas y sentimientos que dieran origen a una escultura que ellas sintieran propia?  ¿Por qué no convocar también a expertas y expertos en las vidas de las mujeres indígenas y a los muchos artistas indígenas para elaborar bocetos de la escultura? En los tiempos actuales proyectar una representación de cualquier persona o grupo social tiene profundas implicaciones culturales. Crear representaciones reclama análisis, debate, diálogo.  Por el tiempo que transcurrió entre el anuncio de la sustitución a la presentación del diseño de Tlali se deduce que no hubo mucho trabajo de análisis, de reflexión.  Se entiende.  Quien se asume poseedor de la verdad, cree que los productos que resulten de sus decisiones son los adecuados, los que corresponden necesariamente a esa verdad.  El simplismo del planteamiento del problema conduce al simplismo de la propuesta de solución.

Por último, se presta más atención a la dimensión simbólica de los fenómenos que a la dimensión factual.  ¿De verdad se honra a las poco más de seis millones de mujeres indígenas que viven en México con una escultura en una de las avenidas emblemáticas de la capital? ¿Qué beneficio aporta esa escultura a esas mujeres que, en su mayoría, sufren de manera particular la marginación y el abandono en el que se encuentran las poblaciones indígenas mexicanas?  Para empezar, el número de ellas que habría observado la escultura sería ínfimo y es prejuicioso afirmar que se sentirían reivindicadas.   ¿No es más pertinente afrontar con honestidad y decisión, de una vez por todas, los problemas de las comunidades indígenas que a fuerza de nunca haber sido tomadas en cuenta viven cada vez en situaciones más graves? Reivindicar a las comunidades indígenas debería significar convocar al país entero a delinear políticas que corrijan su marginación estructural; debería significar, además, planear proyectos de beneficio directo para las mujeres indígenas.  Las vidas de las mujeres indígenas están marcadas por el racismo, el clasismo y el machismo. 

La suspensión de la sustitución podría ser una buena señal, siempre y cuando la decisión implicara una revisión a fondo de los métodos con los que se gobierna y no una simple respuesta a las múltiples críticas que por todos los medios se hizo a la imagen de Tlali.  Ojalá sea lo primero y no un acto populista tendiente a evitar quedar mal con quienes se quiere quedar bien.