¿Y de ahí?

Derechos laborales: sólo un trabajador puede ayudar a otro

La capacitación en nociones básicas de derecho laboral es urgente y necesaria. Es nocivo para los trabajadores desconocer cuestiones que bien podrían empezar a aprender desde la secundaria, cuando muchos de los jóvenes de las clases menos privilegiadas tienen ya la necesidad de trabajar, e incluso, se ven obligados a tomar la decisión de abandonar la escuela para aportar al hogar.

Mientras los conocimientos respecto de cómo se integra y calculan el salario y las prestaciones, sobre la diferencia entre el despido y la renuncia, así como las obligaciones generales de los empleadores y trabajadores continúan alejados de los trabajadores, especialmente de los más jóvenes, el derecho laboral en nuestro país se mantiene como una especie de declaración de buena voluntad que no necesariamente es obligatorio.

Esto es porque los trabajadores muchas veces ni siquiera saben a qué tienen derecho ni cómo lo pueden hacer valer. Ocurre, también, porque los trabajadores suelen temer las represalias de denunciar las irregularidades que se dan en sus centros de trabajo, de modo que prefieren aguantar, aunque la relativa seguridad de sus precarios ingresos les puedan llegar a costar su salud (física y mental).

Muchos trabajadores con acceso a Internet utilizan las redes para enterarse, e incluso a veces formarse seriamente, en materia de derechos laborales. Hay grupos en Facebook y cuentas en Twitter, como en el resto de las plataformas, donde los creadores de contenido han encontrado en este tema un nicho altamente redituable porque se encuentran con un público amplio, ávido de conocimientos para tratar de definir si la situación que ellos viven en sus centros de trabajo es normal o un abuso. Estos espacios han resultado en varias ocasiones en auténticos foros donde las personas se desahogan respecto de las condiciones que les han tocado vivir y que son claramente violatorias de la ley, pero que en su momento soportaron por necesidad.

Ha sido gracias a estos espacios que se ha podido denunciar casos que van más allá del recurrente, y por desgracia tolerado, abuso contra los trabajadores a quienes no se les pagan horas extras, la negativa a toda clase de permisos, incluso cuanto padecen alguna enfermedad o son padres que tienen alguna situación personal que los requiere de manera imperativa. Está el famoso y un poco olvidado caso de Sonora Grill.

Aquel asunto nació por la denuncia de trabajadores de la industria restaurantera a un usuario de Twitter dedicado a señalar abusos laborales en ese sector. La acusación era que los trabajadores tenían instrucciones de separar a los comensales por color de piel, de modo que los más blancos quedaban en los mejores lugares, como la terraza, mientras los morenos quedaban en interiores o lugares menos bonitos. La acusación/especulación en redes se confirmó después, con más personas que acudieron al restaurante y pidieron la terraza, pero se las negaron a pesar de que estaba vacía. El asunto, que trasciende lo laboral y llegó a dirimirse en la vía penal por el delito de discriminación. Apenas el mes pasado Sonora Grill asumió su responsabilidad, luego que la jefa de gobierno de la CDMX, Claudia Sheimbaum, señaló que la determinación jurídica del caso era que sí, en Sonora Grill Polanco existían práctica generalizadas de segregación y discriminación racista en grupo, además de falsificación de documentos.

El asunto viene al caso porque sirve para ejemplicar el poder de los trabajadores. Un solo empleado, mediante una plataforma capaz de darle relevancia a nivel nacional, logró denunciar que en su centro de trabajo se veían obligados a incurrir en prácticas violatorias de la ley, incluso contrarias a los derechos humanos. El escándalo y la evidencia tras la investigación resultaron en la responsabilidad de una cadena de restaurantes. Ante este escenario cabe preguntarse, ¿de qué serían capaces los trabajadores organizados?

Además de la necesidad de formación de los trabajadores en las nociones básicas de derecho laboral, cabe señalar la necesidad de que también se organicen en cada sector o empresa, en cada centro de trabajo, por humilde que sea. Los trabajadores independientes y del hogar no pueden quedar fuera de la ecuación. En un mundo de cambios tecnológicos acelerados e incertidumbre frente al futuro incierto de la crisis climática y económica, queda clara que solo un trabajador puede ayudar a otro.