OPINIÓN

¿Y de ahí?
26/08/2025

Nuevas tecnologías, desafíos prácticos y riesgos legales

La realidad siempre supera la ficción y le lleva muy amplia ventaja a las regulaciones y leyes. Tuvo que pasar casi una década desde que empezó a ofrecerse el servicio de transporte público a través de aplicaciones para que las autoridades empezaran a tomar en cuenta esa realidad. En Tabasco, aplicaciones como Uber y Didi Moto no están permitidas, pero el servicio se presta todos los días.

El impacto de este tipo de aplicaciones es tal, que una la regulación en la que se obliga a considerar a esos choferes como trabajadores provocó el mayor incremento en la tasa de empleo formal en México en las últimas décadas. Los prestadores de servicios de transporte de personas o alimentos, como Uber, Didi, Rappi y Amazon Flex, representaron 1.3 millones de personas dadas de alta en el IMSS, un hito histórico a poco más de una década que Uber entró al país. En principio, era una forma de generar un ingreso extra en los tiempos libres, pronto se volvió la única fuente de empleo de miles de personas.

Así como esa tecnología vino a representar una fuente de empleo, y eventualmente, seguridad social para muchas personas, en otros aspectos la sociedad va cambiando rápidamente. Hoy, con la irrupción de la Inteligencia Artificial, ocurre también que tenemos un servicio que antes no existía, que, tal como el transporte público por medio de aplicaciones, presenta retos y situaciones que tarde o temprano tendremos que regular. E igual que subirse a un Didi moto, hemos de estar conscientes de que tiene riesgos y presentan desafíos que cambian constantemente.

Por ejemplo, la Suprema Corte de Justicia de la Nación determinó que las obras creadas únicamente con Inteligencia Artificial no pueden registrarse para tener derechos de autor. Es una discusión que seguramente se repetirá muchas veces más en el futuro, porque el asunto es complejo. Tomando en cuenta que los modelos de inteligencia artificial se entrenaron con información disponible de manera gratuita, o incluso violando derechos de autor, es lógico que los productos que generen sean también libres de derechos de autor. Si son posibles gracias al público, deben volver libremente a él.

La cuestión es que, en el caso particular que dio origen a esa sentencia, se trató de un modelo tridimensional, un avatar, que una persona creó de sí mismo. Buscaba registrar la representación digital de su persona con su nombre, para protegerlo. Ya que el registro le fue negado, se abre la posibilidad de que los avatares basados en personas reales sean del dominio público, sin podamos establecer mayor restricción sobre su uso. Es un abanico de problemas y situaciones que hasta hace poco sólo eran materia de ciencia ficción.

Muchas veces, el uso irreflexivo de la tecnología o la confianza excesiva que podemos llegar a tenerle, es contraproducente. Por ejemplo, el famoso ChatGPT tuvo que ser modificado, luego que se detectó que algunas conversaciones privadas podían aparecer como resultado en las búsquedas de Google. Eso es una vulneración de la privacidad muy grave, puesto que se podrían exponer datos sensibles, por no mencionar los riesgos que podrían implicar para las empresas y negocios en caso de que esas conversaciones fueran, precisamente, de trabajo. La inteligencia artificial como herramienta de apoyo tiene enormes ventajas, aunque los riesgos puedan parecer bajos por la comodidad de uso, no pueden reducirse a cero.

Lo que hemos de tomar en cuenta, sobre todo en estos días en que parece más fácil dejar de comer pan o tortillas que ver el contenido disponible 24/7 en el teléfono celular, es que si el servicio es gratuito, el producto somos nosotros: nuestros datos, lo que nos gusta o no, lo que compramos o queremos comprar, los temas que nos interesan, nuestra opinión política y sobre temas polémicos. Todo eso está siendo de manera permanente recopilado y analizado con herramientas cada vez más potentes. Es información  y tecnología que, empleados mal, podrían vencer las precarias barreras sociales que sostenemos gracias a eso que llamamos democracia.

Puede parecer exagerado, pero en el pasado se investigó a Facebook por vender datos de sus usuarios, que habrían sido usados para manipular su percepción e incidir en resultados electorales. Un ejemplo de cómo nuevas tecnologías abren la posibilidad de nuevos delitos.





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