Sepultureros cara a cara con el covid-19

Después del brote, decidió que no manejarían cuerpos con Covid-19, pero las funerarias limitaron su trabajo a preparar los cuerpos y dejarlos a la entrada de los panteones

Enterradores son dos los únicos en esta demarcación que se atreven a realizar el ritual cristiano a la persona que fallecen por coronavirus, un trabajo peligroso que los ha mantenido lejos de familiares y amigos.

Sepultureros cara a cara con el covid-19

Este es el caso de Luis y Carmen Hernández, hijo y padre, están acostumbrados a la muerte, aseguran que no le tenían miedo hasta hace cuatro meses, cuando ésta comenzó a ser a consecuencia del Covid-19. 

El dúo forma parte de los únicos sepultureros que, en Jonuta, hacen lo que nadie más se atreve ni quiere hacer: sepultar a los fallecidos a causa de este virus.

Estos “panteoneros”, como comúnmente se les conoce, son los únicos —donde el virus Sars-Cov-2, ya dejó una estela de muertos— que se protegen con equipo especial y siguen todo un protocolo de seguridad para sepultar a víctimas o con sospechas de haber muerto por este mal.

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A pesar de arriesgar su vida todos los días, tienen dos poderosas razones para seguir en tan peligroso oficio: la necesidad y porque nadie más quiere hacerlo.

ALTÍSIMO RIESGO

Al respecto, se entrevistó a la distancia, a Carmen Hernández, hombre con mayor experiencia y curtido por esta labor, afirmo que juró que nunca más manipularía un cuerpo con Covid-19, pero una noche una señora llegó a pedirle su apoyo, no tenía dinero para pagar el servicio de una funeraria y nadie de sus familiares, vecinos y amigos querían ayudarla con la sepultura de su marido.

Fue tanta la angustia y el abandono de la mujer, que se compadeció y, junto con su compañero su hijo, hicieron los trabajos de enterrar un cuerpo contaminado para darle sepultura.

Indicó que cuando la pandemia comenzó a cobrar las primeras vidas, y de percatarse que michas personas han resultados contagiados, muchos se han recuperado, todos de milagro viven, aún con secuelas.

Después del brote, decidió que no manejarían cuerpos con Covid-19, pero las funerarias limitaron su trabajo a preparar los cuerpos y dejarlos a la entrada de los panteones, así que los únicos que estaban para retomar los sepelios eran ellos, arriesgando la vida.

Narró que el mes más crítico que tuvo fue el de junio, inhumaciones por coronavirus en 20 días, todas por las noches y madrugadas, a veces, hacían de tres a siete entierros por día, lo que terminó por agotarlo física y mentalmente.

En cuatro meses Carmen se ha decepcionado de la gente que, ante la enfermedad, se olvida de ser solidaria y empática. Dice que esta pandemia lo ha dejado sin amigos y sin familia, porque todos se alejan.

Como trabajadores sólo están obligados a sepultar a personas por muertes no relacionadas a Covid, libres entraron en acción, pero bajo su propia responsabilidad y cobrando por el servicio a las familias de los fallecidos; dependiendo el servicio el costo va de los 4 a los 8 mil pesos.

Al final del día cada uno se va a su casa con mil pesos.

Carmen dijo que “Antes de la pandemia, mi hijo y un servidor, llegábamos y esperaban algún trabajo leve para ganarse algo de dinero limpiando y desmontando tumbas, en el panteón de la ciudad, acarreando agua o hasta labores de construcción, nada que pusiera en riesgo la vida.

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