Enrique González Pedrero siempre respetuoso de su trabajo e impulsó a las mujeres

Elsa Rodríguez destaca que el exgobernador les dio la oportunidad de desarrollarse profesionalmente

Definir a don Enrique González Pedrero no es fácil, a pesar de su trato sencillo. Elsa Rodríguez, que ha caminado con el ex mandatario tabasqueño por el centro Villahermosa, por el parque Tomás Garrido o por la Biblioteca Pública del Estado, destaca una cualidad que resultó visionaria para su tiempo: dar a las mujeres profesionistas espacios importantes dentro de la administración pública.

Enrique González Pedrero siempre respetuoso de su trabajo e impulsó a las mujeres

Esto no era algo usual en las esferas de poder en aquel tiempo, ella misma recuerda que para recibir su nombramiento como subdelegada de Comercio, el entonces gobernador de Tabasco tuvo que apurar a quien era coordinador de delegaciones federales, don Arturo Castillo Vivas.

“En México no se permitía que dos mujeres ocuparan puestos de delegadas. Tenía que analizarse con el secretario de Comercio, Héctor Hernández Cervantes, y don Enrique le preguntó una vez al coordinador de delegaciones: ‘Qué pasó con el nombramiento de esta niña’ ”.

Fue así como María Isabel Montoya es nombrada delegada de Comercio, y Elsa Rodríguez subdelegada, aunque ninguna de las dos rebasaba los treinta años.

“Con nuestro nombramiento, Don Enrique decía al gremio comercial que dos mujeres iban a controlar el estado de Tabasco.

¿Cómo era posible que ocurriera esto en el estado?”, inquiere Rodríguez. No eran cualquier cosa la delegación de Comercio en esa época.

La dependencia regulaba el precio de la canasta básica, incluida la carne de res, que en ese entonces inundaba más del 50% del mercado de consumo en la Ciudad de México.

Además de cumplir con todas las atribuciones del Ejecutivo federal en materia económica, lo que implicaba un “estira y afloja” con el control de los precios, ellas tenían que verificar todas las bombas expendedoras de gasolina.

Elsa Rodríguez recuerda que ni siquiera cuando llegaron a clausurar la ganadera local y el frigorífico, que constituyó “un impacto total” pues captaba todo lo que se producía a nivel estados del sureste, recibieron un mal trato del gobierno estatal.

CAMBIARON VIDAS

“Don Enrique siempre trabajó con nosotras y respetaba lo que hacíamos, incluso cuando tenía su agenda apretada y su personal de logística lo apuraba a recortar sus recorridos por la feria, él se imponía una ruta y tenía que cumplirla fielmente, como si fuera una lección de aprendizaje, aunque las que aprendíamos mucho al oírlo éramos nosotras mientras recorría nuestras exposiciones”.

Para ella, este aprecio de don Enrique por las mujeres, por su reconocimiento e impulso, es resultado de su buena cuna.

“Escucharlo hablar de su mamá, que lo enseñó a leer y a escribir, de una tía suya que lo arropó fuera de Tabasco, de su esposa, que ha sido su musa, deja en claro que es un adorador de las mujeres”.

Durante el tiempo en que duró el gobierno de González Pedrero, Elsa Rodríguez recuerda que la delegación de Economía le entró a los programas estatales para mejorar el nivel de vida de las mujeres tabasqueñas.

“En materia de economía, nosotros participamos en los Centros Integradores, llevándole a la gente la industria de la masa y la tortilla, las mujeres no tenían que estar haciendo las tortillas a mano, sino que se instalaban en varios de los centros tortillerías; lo hacíamos en coordinación con la agrupación de tortilleros del estado, las harineras del estado, que daban las máquinas tortilladoras a cambio de adquirirles los insumos, coordinando toda esa parte”.

Las tiendas Conasupo, Liconsa, Diconsa y Bodegas rurales de los centros integradores cambiaron la vida de las mujeres tabasqueñas, porque a don Enrique le preocupó no sólo llevarles hasta sus comunidades los productos que no tenían, sino ofrecerles distribuir la materia que producían.

“Cuidó que la mujer trabajara menos, como hacían tortillas a piso, se implementaron fogones y tortillerías, para que se ahorraran el hacerlas, a precios módicos”.

A la pregunta de cómo logró todo esto un solo hombre, ella responde sin vacilar: “Cuando don Enrique habla es una orden.

La manera y el aplomo en que hacía y hace todavía las cosas es impresionante. Su autoridad nace de la mirada y la reafirma más con sus palabras”.




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