OPINIÓN

Agenda Ciudadana
22/08/2025

La Coyuntura y sus Intersticios

Seguramente, Claudia Sheinbaum —cuando aún no era presidenta, sino las más seria aspirante y declarada sucesora por Andrés Manuel— habrá analizado cuidadosamente las implicaciones que tendría compaginar dos cargos, presidencia y constructora del segundo piso de lo que su mentor llamó la cuarta transformación, a la vez que habrá realizado los cálculos pertinentes para conseguirlo de la mejor manera.  Sabía bien que su éxito dependería de una extraordinaria planeación y un detallado cronograma de ejecución. Sólo ella puede saber si en su trazado quedaron contempladas todas las variables a ser consideradas y si la relación pronosticada entre ellas ha sido, hasta el momento, la correcta.

Sin embargo, resulta difícil pensar que habría podido incluir en su planeación eventualidades como las que se han presentado, a manera de cascada, en la actual coyuntura. López Obrador tenía todo a su favor para conseguir lo que para él sería un desempeño exitoso. Había llegado a la presidencia luego de varios años de tejer adhesiones entre los sectores más golpeados y puestos en situación de precariedad  por las políticas económicas de los últimos gobiernos. En su andar, había conseguido identificar rechazo y descalificación de las políticas del viejo régimen con éxito automático de una nueva propuesta, en caso de que él consiguiera alcanzar la presidencia. Heredó, de ese odioso neoliberalismo que tanto repudió, sinergias económicas que le posibilitarían sobrevivir sin grandes contratiempos, además de arcas cargadas de ahorros que él no dudó en repartir porque "era dinero del pueblo"; los múltiples fideicomisos creados para situaciones especiales, desaparecieron pero provocaron satisfacción entre un buen porcentaje de la población. De esa manera, López Obrador disfrutó mucho gobernar desde el podio mañanero —la sonrisa placentera dejó de acompañarlo en muy pocas ocasiones. Pudo, así, mantener la correlación entre viejo régimen, corrupción, narcoestado y desatención de las necesidades populares.

Claudia Sheinbaum sabía que sería difícil ocuparse del segundo piso con las condiciones de bonanza como las que encontró López Obrador. A ella le tocaría pagar factura no solamente de la caída en todos los índices de actividad económica, sino también de las afectaciones a las finanzas públicas, pero, sobre todo, de la política de abrazos al crimen organizado. Tendría que proyectar crecimiento económico —de ahí el Plan México—,  sanear las finanzas públicas —el plan de rescate de Pemex— y detener el empoderamiento del crimen organizado —García Harfuch a la Secretaría de Seguridad—.  Pero, sobre todo, debería hacerlo sin levantar tantas olas, para no contrariar a nadie en el rancho chiapaneco.

La llegada de Trump al poder, probablemente no calculada, y la falta de carisma en su persona, tal vez reconocida y contabilizada, han creado un clima que probablemente no fue contemplado. Al presidente norteamericano no le ha bastado el plan de contención de García Harfuch, pensado tal vez para reducir presiones del norte, en caso de que Kamala hubiese llegado a la presidencia. Trump, obsesivo y agresivo, ha ido más allá. Ha calificado a los cárteles de terroristas y ha elaborado un catálogo de altos funcionarios en presunta complicidad con ellos. Para demostrar que en algún momento podría ir más allá de los discursos, ha plantado barcos y soldados fuera de Venezuela. Maduro y lo que Trump llama "el cartel de los Soles" serían buscados como objetivos también con la intención de reafirmar su política de seguridad frente a México. La presidenta se ha visto obligada a alcanzar acuerdos con Trump que implican dejar de repartir abrazos y suscitan desagrado en "La Chingada".

Pero López Obrador no sólo tenía condiciones favorables y contaba con el carisma necesario para llevar la fiesta en paz. Gozaba, además, de un liderazgo que ejercía sin miramientos. De ahí que la élite gobernante se mantuviera disciplinada y evitara que sus diferencias se tradujeran en crisis. Este verano está resultando cruento para la presidenta. Las presiones norteamericanas condujeron a destapar posibles complicidades entre el líder del Senado —Adán Augusto— y operador ahí de indicaciones llegadas desde Chiapas; las extenuantes jornadas laborales de muchos miembros de la élite morenista dieron pie a viajes de descanso que no se realizaron —o al menos, pasaron desapercibidos— en el sexenio anterior y las especulaciones sobre la solicitud de la ciudadanía española por parte de Beatriz Gutiérrez, su posible adquisición de una mansión en Madrid y el registro del benjamín, Jesús Ernesto, en la Complutense no han dejado de circular.

Así, la presidenta no sólo ha tenido que hacer frente a la carga heredada, sino que también ha tenido que lidiar con el hecho de que, aun desde lejos y en la invisibilidad pública, López Obrador continúe siendo sujeto de las narrativas mañaneras y consumiendo tiempo en ellas, al igual que miembros de su familia, quitándole reflectores a ella y a sus proyectos gubernamentales. Las denuncias contra López Hernández y la exhibición de los vacacionistas, especialmente de Andy, han sido atribuidas por varios analistas a la presidencia, lo que seguramente ha inducido enojos y profundizado las desconfianzas que se empiezan a ser evidentes en el seno del morenismo.

Es posible que a la presidenta le preocupe que Adán Augusto no sólo resultó ileso del proceso, sino que ha anunciado ya su interés de presidir el Senado el año próximo, con lo que estaría apuntalando su interés a ser candidato a la presidencia en el 2030, ahora que Andy ha quedado debilitado. Interesantemente, García Harfuch, de quien se dice sería el candidato de la presidenta para sucederlo, salió del país y no precisamente de vacaciones. Fuentes informadas aseguran que serias amenazas lo forzaron a tomar la decisión. Por si fuera poco, la presidenta ha tenido que desmentir que Beatriz esté en España, a pesar de que la esposa del ex presidente, a diferencia de Juan Sabina, no niega nada en su misiva, pero además, se ocupa de ubicar a López Obrador en el primer plano del contexto político. Adicionalmente, ha tenido que minimizar el descarrilamiento del Tren Maya.

Punto a su favor: no hizo defensa a ultranza del proyecto. Guardó, además, un silencio que merece cuidadosa interpretación, sobre los audios que Loret de Mola volvió a reproducir en los que Amílcar Olán, amigo de Andy, hace referencia a la corrupción en la construcción de las vías y se ríe cuando afirma que "cuando el tren se descarrile, ya será otro pedo".  Las cosas están complicadas, a días de la rendición del primer informe presidencial.





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