LA GENERACIÓN DE CRISTAL

La persona que acuñó este término fue la filósofa española Monserrat Nebrera

El grupo de personas que conforman “la generacion de cristal”, son todos aquellos que nacieron luego del 2000. Es decir, que actualmente tienen 21 años o menos y también en el grupo y las fechas de la generación Z (1994-2010). Se trata de una población, que presenta características puntuales y suelen ser personas emocionalmente frágiles y supuestamente, con tendencia a sentirse ofendidos.

La persona que acuñó este término fue la filósofa española Monserrat Nebrera. Según ella, la  generación de cristal son los hijos de la Generación X, un grupo que vivió épocas de carencia y se convirtieron en personas trabajadoras que ahora buscan darles un mejor futuro a sus hijos y “darles lo que ellos no tuvieron”. Así se responde la interrogante sobre cómo se llama la generación actual. También es necesario destacar que, aunque la Generación de Cristal incluye a la generación del 2000, ciertas diferencias en las características redujeron los periodos y se etiqueta como más frágiles a todos lo que llegaron a este mundo luego del 2010.

Se utiliza el significado de cristal para definirlos, por su relación con la fragilidad y la forma en que se “rompen” si algo no ocurre o se hace como ellos lo desean. En tanto, es esta misma fragilidad la que provoca seres humanos inseguros de sí mismos, propensos a sufrir de bullyng o provocarlo y no darle el valor correcto a lo que tienen o las personas a su alrededor. Padres desesperados por dar todo lo mejor a sus hijos a manos llenas y que nada en la vida se les dificulte, generan esta forma de vivir de “cristal”, que despoja a los chicos de habilidades de supervivencia, tolerancia a la frustración y adaptabilidad. Una de las tareas más complejas de los padres es ayudar a nuestros hijos  que gestionen el sufrimiento.

Sin sufrimiento no hay crecimiento, porque en la vida se sufre. Y esta generación de padres y madres amorosamente tibios naufraga en ese punto. No podemos darles todo lo que quisiéramos, porque algo les tiene que faltar. Y no hablo de un sufrimiento agónico, sino de la minima capacidad de modular las emociones cuando las cosas no son como ellos quisieran o les toca perder en alguna circunstancia.

Para evitar esto, los padres debemos ayudar a nuestros hijos a que transiten el camino del crecimiento con la responsabilidad, la capacidad de decisión y de gestionar el dolor como principales armas y herramientas. De nada les sirve, si salimos a cubrir y tramitar todo lo que de pequeños les va pasando.

Despojar a un hijo de la capacidad de ser funcional en una sociedad o de sobrevivir a la adversidad debe considerado incluso una forma de maltrato.  (*Psiquiatra/Paidopsiquiatra. Colaborador de PRESENTE)