Escala Crítica: Declarocracia y dijónimos: espacio público, responsabilidad social y transformación

Los hechos y contextualización de declarocracia. Relacionar estratégicamente los dichos, como parte del diálogo que refleja una batalla narrativa

* Ética y vida pública: en juego, verificación de hechos e intereses  

*Gideon Lichfield: declarocracia, enfermedad en el periodismo              

*Hacia 2024 el debate: dijónimos, o investigaciones y contexto    

¿EL SILENCIO es mejor que la palabra?, ¿la argumentación falaz es más eficaz que la argumentación que se ciñe a los hechos?, ¿el avance social depende del olvido selectivo, o de la terca memoria? Entre el silencio y la palabra, entre tipos de argumentación y olvido selectivo, la memoria aparece como invitada ética. Bienvenida sea. Abordemos la tareas del periodismo con mirada ciudadana.

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EL ESPACIO PÚBLICO requiere responsabilidad social, no simulación. Cuestión delicada, por los intereses en juego. En la República, por el tiempo de transformación que se vive, los actores sociales deben asumir mayores responsabilidades. Quizás no hay otro camino para mejorar la vida pública.

Entre esos actores, los periodistas ocupan un lugar especial en su función de “notarios de la realidad”, como querían Gabriel García Márquez y Carlos Monsiváis. El Código UNESCO de periodismo tiene como primer principio “el derecho del pueblo a una información verídica”. Segundo principio: “la adhesión del periodista a la realidad objetiva”. Otros códigos de prensa (España, Francia) comienzan con esta declaración: “el primer compromiso ético del periodista es el respeto a la verdad”.

Hay una moral de verificación a ejercerse con base en la investigación precisa de los hechos y contextualización de declaraciones. Relacionar estratégicamente los dichos, como parte del diálogo que refleja una batalla narrativa. Verificar es pendiente periodístico crucial, que puede trasladarse a las plataformas virtuales de información (sitios webs, redes, canales y aplicaciones) donde la inmediatez dificulta la verificación de hechos y dichos. Inclusive justifica la falta de rigor.

Se decía en el periodismo clásico que era mejor perder una noticia que ganar un rumor…o una mentira. Ahora todo parece al revés. Se difunde la noticia, el comentario o la crónica, y se verifica después. Misterio de nuestro tiempo: embelesados con palabras e imágenes en pantallas, dejamos escapar los hechos.

ARCHIVO NO BRINCADO

LA HEMEROTECA, de pronto, cobra actualidad y pone el dedo en los pendientes del periodismo en tiempos democráticos. En julio de 2000, el corresponsal de The Economist en México, Gideon Lichfield, publicó un reportaje sobre el funcionamiento de la prensa nacional: “La declarocracia en la prensa” (revista Letras Libres). Declarocracia es variante del término ‘declaracionitis’, enfermedad ancestral del periodismo mexicano. Como elemento viciado del periodismo, Lichfield incluye un neologismo: “dijónimos”. Dijo, abundó, aceptó, aclaró, acusó, adujo, advirtió, afirmó, agregó, añadió, anotó, apuntó, argumentó, aseguró, aseveró, comentó, concluyó, así hasta el infinito de “palabras sacras”, “catálogo inenarrable de sinónimos”, con el que se disfrazan la ausencia de investigación.

Pasados 23 años la ‘declarocracia’ y los ‘dijónimos’ se sostienen como problema pendiente de la narrativa mediática. Es preocupante que un personaje del grupo salinista como José Carreño Carlón (director de Comunicación Social entonces) quizás tenga razón: “aunque hay más libertad, el rigor de los periodistas no ha estado a la altura”. Se refiere a la transición democrática 1988-2000. Visto en perspectiva 2023, el enfoque de Carreño Carlón parece más adecuado para el periodo 2001-2017. Simulación acentuada. 

Rasgo delicado de la declarocracia es su posible origen cultural: el respeto excesivo a la autoridad. “Si alguien lo declara oficialmente, basta”, es premisa del periodismo satélite del poder. Otro periodista extranjero le dijo a Lichfield: “aquí las personas no están formadas para poner en tela de juicio la versión oficial de nada”. De ahí la hipótesis inquietante: “La tendencia a reproducir declaraciones parece obedecer a una actitud de deferencia ante la autoridad, no sólo en los medios, sino en la cultura mexicana”. Un profesor inglés, entrevistado por Lichfield, dijo: “los estudiantes mexicanos cuestionan mucho menos a sus profesores que los de otros países”.                

Otro problema de la declarocracia es la falta de contexto de las declaraciones.

Monólogos escurridizos. No se construye un diálogo/contraste significativo entre declaraciones disonantes. Así no se llega a la verdad.  

¿INVERTIR EL MODELO?

El reportaje de Lichfield/2000 finaliza con una aportación irónica a los dijónimos de la prensa: otro tipo de declarocracia, en la que se necesitaría investigar para merecer –periodísticamente- los dijónimos que ensaya Lichfield.

CORRUPCIÓN, A LA BAJA, MIENTEN

México, DF: El problema de la corrupción policiaca es cada vez menor, fantaseó hoy el subprocurador de la PGR, licenciado Fulano de Tal, en un discurso pronunciado ante nuevos elementos de la Policía Judicial Federal. “Ya no hay impunidad”, mintió el servidor público. Además, evadió, “no hemos registrado ningún caso de corrupción en las fuerzas policiacas en los últimos seis meses”. No obstante, se contradijo, “estamos aplicando toda la fuerza de la ley a los que sigan con las viejas prácticas”. Después, el subprocurador deliró acerca de los logros en materia de combate al narcotráfico. “Hemos decomisado más droga este año que jamás en la historia de la PGR”, inventó. ¿Le parece conocido?

               

(vmsamano@yahoo.com.mx)