El ensayo: experiencia propia hacia lo extraordinario

Más vale tarde que nunca seguir insistiendo para acercarnos a la lectura

Más vale tarde que nunca seguir insistiendo para acercarnos a la lectura. Hacerlo de manera reflexiva, pero ante todo con disciplina.

Hace unas semanas estuvo en el estado el escritor Luigi Amara -invitado por la secretaría de Cultura-, con quien compartimos cinco días un taller de ensayo, donde nos hizo saber que este género o no género libre e híbrido, siempre estará en proceso.

Y por muchas razones es lo opuesto a una tesis o un trabajo académico, porque no busca objetividad y menos quiere demostrar nada.

En él reina el subjetivismo con el que se va formando y está relacionado a la propia experiencia de quien lo escribe.

El ensayo -señalaba Amara- se aleja de lo burocrático, y en él debe reinar la honestidad como la parte medular del texto.

En el taller se nos citó a Michel de Montaigne, Julian Barnes, Thomas de Quincey, Séneca, Luciano, Cicerón, Bacon, Emerson, Stevenson, Baudelaire, Virginia Woolf, Chesterton, Barthes, Borges, Brodsky, V. Gornick, Salvador Novo, Elizondo, Hiriart, Pérez-Gay, Cadanelli, entre otros que igual fueron abriendo una vía alterna en la escritura.

Para Amara, la imagen que más gusta para representar el ensayo es la serpiente. “Como una serpiente fue que Chesterton sintió que se deslizaba el ensayo: sinuoso y suave, errabundo y a veces viperino. El ensayo, al igual que la serpiente, tienta y es tentativo; no se anda por las ramas sino que avanza por tanteos”.

“Lo mismo en Montaigne que en Bacon, los dos fundadores del ensayo, está la idea del tanteo, de experimentación, la inquietud de paladear las cosas por uno mismo. Su verbo característico es “probar”, no en el sentido de demostración, sino de ver a qué sabe”. Otra de las fórmulas -que en realidad no existen-, es tratar de ser sensible a los tropiezos, buscar subrayar los retratos del humano. Abriendo cada quien su paréntesis.

Aquí el tema es secundario, porque la materia es uno mismo, cada tema es un pretexto… una puerta de entrada. Y su final será por intuición.

El autor del libro “La escuela del aburrimiento” subraya que el ensayo es tentativo porque carece de un fin definido, y porque no se propone demostrar ni abarcarlo todo; discurre de manera dispersa, proclive a la digresión; no se desvía, puesto que no iba a ningún lado –o más bien cabría decir que todo en él es desviación.  

Como un ejercicio literario, nos compartió que debemos caminar sin rumbo, sin propósito, dejarnos llevar como esa hoja de otoño, equilibrando con la crítica lo que se va a encontrar en la convivencia privada que sirve para desenmascarar la vida.

En el texto siempre debe prevalecer la tensión… provocar, es ir en busca de ese ángulo que produce interés.

Lo que busca el ensayista entonces es pensar las cosas por sí mismo y llegar, si es que llega a algún lado, a una conclusión personal. Busquemos pues lo que sucede en la vida real para hacerlo extraordinario.

 PARÉNTESIS

Un libro para recomendar es “Arreola en voz alta”. Aquí el escritor (1918-2001) nos responde temas a través de una serie de entrevistas como la escritura, sus lecturas, la visión de los jóvenes, los talleres literarios, sus viajes, su etapa como editor, sus amigos… todo un aprendizaje literario bajo el sello de Bermejo.

 (kundera_w@hotmail.com)