El Tábano y yo

El Tábano era una ficción novelesca de Nikolái Ostrovski

Necesitamos un escritor

satírico de primer orden

y, ¿dónde podremos hallarlo?

Ethel Lilian Voynic/El Tábano


Por más de 56 años pensé —y lo he escrito— que la novela El Tábano era una ficción novelesca de Nikolái Ostrovski. Porteros rusos, no me dejaron entrar a la embajada, donde pediría informes de ella, y negaron que esa obra existiera. Les creí.

Entonces, 1966, ya había leído —regalo del doctor Miguel A. Gómez Ventura—, La madre, de Máximo Gorki, de 1907, y también Así se templó el acero, de Ostrovski que, escrita en 1930, menciona la novela El Tábano.

Este sábado 28 supe que la novela de la irlandesa Ethel L. Voynic se publicó en 1897, en Estados Unidos. Pero en la embajada de la entonces URSS, en 1966, no lo sabían. Al menos lo ignoraban los cancerberos de la entrada.

Hace apenas una semana, el 20 de mayo, después de comentar Rayuela, el segundo libro que me obsequiaron twitteé: “y con la carga de la rebeldía juvenil de fines de los 60s, me enrolé en la lectura de los rusos. Así se templó el acero, me hizo acudir a la embajada rusa indagando sobre la novela El tábano y sólo recibí algunos otros libros de propaganda soviética. La tal novela era invento”.

Estaba en error. Más de 56 años, al menos. Pero este viernes 27, en el tiradero de libros del café Parissi, una obra llamó mi atención: El Manuscrito Voynich, subtitulado “el libro más enigmático de todos los tiempos”. Y me ha dado las primeras revelaciones de lo que sólo había creído inexistente, no precisamente un enigma o un misterio.

Medio siglo me retrasó,  la embajada, leer El Tábano, que ahora leeré, ya sin el ardor juvenil de aquella incipiente pero sincera izquierda inspirada por la revolución rusa y nuestros héroes de entonces —el Che Guevara, Mao Tse-Tung, Genaro Vázquez, Lucio Cabañas, Valentín Campa, Demetrio Vallejos, entre otros— que estuvo a punto de llevarme a la Universidad de Lumumba y, tal vez, a la guerrilla.

Será lectura digital de la edición que realizó, con motivo de la celebración del Día Mundial del Libro y del Derecho de autor, en abril de 2012, Alejandro Sandoval Ávila, a partir de la traducción de Mateo Hernández Barroso. 

Con dos libros de cabecera, por ahora, El Manuscrito… y El Tábano (mi computadora está en la cama) tengo para escribir algo. 

Por lo pronto ya sé cómo y porque se escribió El Tábano. Por hoy sólo evocaré —con las necesarias diferencias— las similitudes en las luchas contra los tiranos. En el caso de Italia, que novela Ethel Lilian Voynic, leo:

—Créanme— dijo —que si yo fuera lo bastante feroz para pensar en esas cosas no cometería la chiquillada de hablar de ellas. Pero el arma más mortal que conozco es el ridículo. Si ustedes consiguen de una vez hacer risibles a los jesuitas, haciendo que la gente se burle de ellos y de sus reclamaciones, los habrán vencido sin derramar sangre.

Creo que tiene usted toda la razón —dijo Fabrizi. —Pero no veo cómo va usted a llevar a cabo eso.

—¿Por qué no hemos de ser capaces de llevarlo a cabo? —preguntó Martini.

—Una cosa satírica tiene más probabilidades de evitar la dificultad de la censura que una seria; y si debe ser disfrazada, el lector medio descubrirá más fácilmente el doble significado de un simple chiste que de un tratado científico o económico.

—Entonces, su opinión, señora ¿es que debemos publicar folletos satíricos o intentar divulgar un periódico? Esto último, estoy seguro de ello, la censura nunca lo permitiría.

—No quiero decir exactamente ni una cosa ni otra. Creo que una serie de pequeñas hojas satíricas, en verso o en prosa, para venderse baratas o distribuirse libremente por las calles, sería muy útil. Si encontráramos un artista que entrara en el espíritu de la cosa, podríamos tenerlas ilustradas.

—Es una idea excelente si se puede llevar a cabo; pero si la cosa se ha de hacer, debe hacerse bien. Necesitamos un escritor satírico de primer orden y, ¿dónde podremos hallarlo?

(…)

Riccardo dio un puñetazo en la mesa.

—¿Por qué no hemos pensado en El Tábano? ¡El hombre que necesitamos!

Dije evocar con las necesarias diferencias. Las benditas redes en vez de los panfletos u hojas satíricas. Y ¡hasta un payaso, que nos haga reír con seriedad y coraje