EMPAREDADOS Y EMPAREDADAS

El emparedamiento, también conocido como "voto de tinieblas", fue una práctica común en la España medieval...

Debemos distinguir entre emparedados y emparedadas. Los primeros, en lengua castellana, son bocadillos de dos rebanadas de pan entre las que se ponen distintos tipos de alimentos y a los que los yancófilos llaman ostentosamente "sandwichs", en tanto que las segundas describen a infelices mujeres enterradas vivas entre  cuatro  paredes, y aunque usted no lo crea.

El emparedamiento, también conocido como "voto de tinieblas", fue una práctica común en la España medieval y esta macabra y monstruosa  costumbre se llevaba a cabo lo mismo en Madrid, que en Barcelona, Granada o Valencia hasta fines del siglo XVII, conforme a dos modalidades principales: como castigo a aquellas mujeres que a juicio de sus juzgadores, clérigos o parientes, habían cometido delitos, pecados o incurrido en conductas incorrectas, según el sentir de sus juzgadores y confesores, y  muchas veces para despojarlas de herencias y derechos.

Un claro ejemplo de esta forma de castigo son las llamadas momias de Llerena, localidad de la provincia de Extremadura. Al tratar de localizar vestigios arqueológicos en la Iglesia de Nuestra Señora de Granada, en el referido pueblo de Llerena, se encontró un muro que al parecer escondía algo detrás, y al derribarlo se descubrió una puerta desvencijada que al ser abierta mostró multitud de cadáveres, muchos momificados y con gesto de horror en sus rostros.

La otra modalidad, común a todo lo largo y ancho de España, era el llamado "voto de tinieblas", que (¿voluntariamente?) profesaban mujeres aconsejadas o amenazadas por sus confesores y que con el asentimiento de sus familiares,  generalmente en construcciones anexas a iglesias o parroquias, eran encerradas entre cuatro paredes dejando solamente una pequeña rejilla en alto, por las que les pasaban algunos magros alimentos.

 Se decía  que estas infelices mujeres, mediante su  "voluntario" voto, se aislaban totalmente del mundo para dedicarse a la vida contemplativa y de oración.

Se apartaban de la realidad cotidiana para vivir en la completa soledad. Era una forma de "disfrutar" "voluntariamente" de una experiencia con Dios. Y la forma  más piadosa de conseguirlo era encerrarse entre cuatro paredes y allí pasar el resto de sus días. A esta práctica que se realizó durante cientos de años en la España medieval y en la era moderna se le llamó "voto de tinieblas".

Quienes "voluntariamente" decidían morir así, sellaban las puertas de sus celdas y su contacto con el mundo exterior quedaba reducido prácticamente a nada.

Fray José Teixidor, en sus "Antigüedades de Valencia" escritas a fines del siglo XVIII, refiere: "Llamábanse  semejantes mujeres inclusas, reclusas, ermitañas o emparedadas, y se encerraban entre cuatro paredes, no en castigo de su mal vivir, sino libre y voluntariamente, con la aprobación de sus confesores y el asenso de sus parientes, para hacer penitencia, entregarse a la contemplación, y conseguir otros fines buenos".

Marco Antonio de Orellana, en su  "Tratado Histórico-apologético de las mujeres Emparedadas", ensalza  el "prodigioso fruto y buen olor a santidad que difundieron dichos emparedamientos, como un hecho consentido y admirado" e implantado en forma generalizada en toda España.

Los cubículos de emparedamiento florecieron en todas partes. Desde los ubicados dentro de las propias parroquias, para que las emparedadas alcanzaran a oír la misa diaria, hasta los construidos dentro de conventos, casas urbanas  a fincas rurales.

En Córdoba sabemos de la amplia práctica de emparedamientos, por el LIBRO DEL LIMOSNERO de Isabel la Católica, donde la reina ordenó entregar diferentes sumas de dinero para alimentos de las emparedadas  en las iglesias de Omnium Sanctorum, de San Nicolás, de Santiago, de Santa María de la Huerta o de Santo Domingo, donde por cierto, una de las emparedadas era ciega.

Y muchas  mujeres siguen recibiendo trato similar.  Y   algunas lo aceptan, y hasta lo  disfrutan.  El síndrome de Estocolmo vive. Pero afortunadamente abundan las que  con gran dignidad, cultivan su   inmenso talento y creatividad, libres de prejuicios.