Inteligencia artificial: privacidad para los usuarios, riesgos de seguridad

Se puso de moda en todas las redes: un montón de fotos de perfil con retoque digital y un toque “artístico” para destacar

Se puso de moda en todas las redes: un montón de fotos de perfil con retoque digital y un toque “artístico” para destacar. Se hacen con Lensa, una aplicación basada en inteligencia artificial que cuesta 50 pesos al mes, aunque tiene una prueba aparentemente gratuita. Y digo aparentemente porque, como en todo lo que parece gratis, el producto es el usuario: sus datos. De entrada, todas las fotos que se envíen (se recomienda mandar al menos 20) son usadas para entrenar a la inteligencia artificial, que entre más datos procesa, más aprende sobre nosotros y cómo nos gustaría vernos.

Este ejercicio vanidoso y divertido ha provocado que se planteen debates nada superficiales. Además de los tradicionales riesgos a la privacidad (inherentes a todo uso de aplicaciones gratuitas, como Facebook y Twitter), los artistas gráficos fueron los primeros en señalar que estas inteligencias artificiales se basan en su trabajo para imitarlo y dar los resultados que los usuarios buscan, pero no les pagan un céntimo. Otros han advertido que Lensa tiene sesgos preocupantes: a partir de fotos de niños puede producir imágenes de desnudos sexualizados como si fueran adultos, o bien, simplemente decide “mejorar” a las personas poniéndoles ojos azules, pieles claras y cuerpos más delgados. Como si ser moreno y gordito estuviera mal.

Algunos artistas gráficos se han sentido personalmente agraviados y ponen a consideración un nuevo debate sobre qué es el arte y qué es crear. Hay quien asegura que, hasta el momento, las inteligencias artificiales pueden crear, en realidad solo recrean estilos, los imitan. Los artistas, explican, tienen una vida que los llena de significados, eso es lo que les permite crear algo que no necesariamente tiene que ser bonito, lo importante es que exprese algo. Así, la inteligencia artificial sería un mero artilugio decorativo sin capacidad de crear. Aunque, del otro lado del debate, hay quien sostiene que sí, que estos robots que reinterpretan imágenes son capaces de crear. En todo caso, es evidente que son una nueva herramienta que va a revolucionar ese sector y poco a poco se irán extendiendo a otras áreas.

Esto acarrea diversos problemas. Respecto al de por sí complejo derecho de autor, cuando se crea una imagen con estas aplicaciones, ¿quién tiene los derechos de autor, el usuario que le da instrucciones al robot, los programadores que han hecho a la máquina capaz de imitar estilos o los artistas de los que la inteligencia artificial se nutre para generar las nuevas imágenes que le piden? Porque el pedido puede personalizarse así, incluso la aplicación Prisma tiene filtros estilo El Grito de Edward Munch, o Picasso, Kandinsky, Mondrian, Wharhol; en general, si se le indica un estilo, estas aplicaciones son capaces de imitarlo. 

Esto que ha golpeado a los artistas gráficos en primer lugar es apenas son el alba de una serie de transformaciones que no podemos todavía ni imaginar. OpenAI, creador de Dall-e y Dall-e mini, otras inteligencias artificiales que pueden hacer imágenes, también lanzó ChatGPT, un bot con inteligencia artificial capaz de escribir versos, historias, que puede mantener conversaciones de tal modo que algunos podrían pensar que detrás hay un humano en vez de una máquina. Pronto las inteligencias artificiales serán capaces de componer a la carta música, textos complejos (académicos, jurídicos, etcétera), incluso libros o películas. Para esto es solo cuestión de tiempo, y es apenas lo más amable y fácil de imaginar.

Más pronto que tarde todos veremos que los rubros en que trabajamos transforman. El temor a la pérdida de empleos es uno de los problemas más inmediatos del asunto, así como los artistas gráficos hoy, la incertidumbre nos podría alcanzar a todos. 

Hay que reconocer la utilidad que sin duda tiene y tendrá esta tecnología, así como la necesidad de abordar otras cuestiones complejas, jurídicas y hasta filosóficas, para establecer tanto los alcances como los límites de la inteligencia artificial. ¿Llegará el día que sean conscientes de sí mismas, se las reconocerá como personas? ¿Nos van a gobernar de facto si llegan a tomar decisiones en el sistema financiero global o directamente en la automatización de parte de la administración pública? ¿No somos ya absolutamente dependientes de la tecnología? 

Mientras tanto, en países como China han dado un paso adelante: existe una guía ética para regular la inteligencia artificial y han prohibido que las imágenes generadas con esta tecnología circulen sin que su origen se especifique. En México apenas hemos empezado a hablar del tema. En tanto, el mismo ChatGPT reconoce 5 principales desafíos en el uso de la inteligencia artificial: privacidad para los usuarios, sesgos en el manejo de la información, riesgos de seguridad, desempleo y necesidad de regulación.