Izquierda política y vía pacífica en México: historia, disenso, consenso y cambio real

* Pasado fértil: historia, herramienta de análisis del corto plazo * Vía pacífica y siglo XXI: decisión crucial de la izquierda política

Los conceptos de izquierda y derecha se han manoseado tanto que terminan por no tener significado, pero tienen historia. A pesar de todo, siguen siendo referentes, lo mismo que cuando se habla de liberales, conservadores, moderados, radicales. Hoy abuso de la paciencia del lector para proponerle esta reflexión sabatina, en la que cada uno aportará sus matices, acuerdos y desacuerdos.

“Las transformaciones sociales vienen de lejos en el tiempo, así como los sismos en la superficie dependen del movimiento subterráneo de las placas tectónicas”. Esta idea, del sociólogo francés Maurice Duverger, capta la perspectiva histórica que debe incluirse cuando se abordan cambios políticos significativos en el tiempo presente.

No todo es coyuntura y corto plazo: veamos las sacudidas del presente apoyados en el pasado fértil.

GUIÑO DE HISTORIA 

Políticos de oposición y analistas se quejan de ‘las alusiones históricas que realiza con frecuencia el presidente López Obrador’. Las califican de ‘impertinentes’, ‘descabelladas’ y ‘fruto de la megalomanía’. La frecuencia no se discute. AMLO gusta de la historia nacional y ha escrito libros sobre el tema. En todo caso, opositores y periodistas tendrían que argumentar por qué califican así la narrativa histórica del tabasqueño. En ese terreno, tiene la interlocución crítica de Enrique Krauze, Gabriel Zaid y Jesús Silva Herzog-Márquez, estudiosos también más allá de las diferencias de intereses. Por momentos, esa interlocución se antoja sesgada al medir con parámetros centralistas la trayectoria de quien surgió en la periferia y no renunció al sur. La interlocución se agradece: amplía el contexto de lo que hoy se propone a la nación.

No deben desecharse las analogías de AMLO. Ahí se encuentran explicaciones profundas de lo que intenta su Cuarta Transformación. Si compara salinismo y porfirismo, o describe la presión que el gobierno maderista recibió de los medios, por algo será. Fácil es tachar sus alusiones. Lo difícil es meditar la conexión pasado-presente y los aspectos pedagógicos para la vida pública hoy. Sus opositores podrían articular mejores críticas y quizás tendrían propuestas alternativas.

            

IZQUIERDA Y VÍA PACÍFICA

EL DILEMA ‘reforma o revolución’ dominó la política del siglo XX y desemboca en las ideas que rigen el siglo XXI. En nuestro país, existe la percepción académica (y, en menor medida, social) de que llegamos temprano a la Revolución y tarde a las reformas (en plural, si se asume que una reforma política implica varios momentos y es proceso gradual por excelencia). Pudo ser peor: la dictadura militar, pesadilla de América Latina. Por fortuna no apareció. Pudo ser mejor: el régimen de partido hegemónico postergó la democracia como problema menor y se instaló en la simulación saqueadora con costos muy altos en términos de pobreza, desigualdad y piso parejo de ascenso social.       

Bajo la perspectiva del cambio pacífico, sin traumas por violencia revolucionaria, cobra dimensión ética la decisión de la izquierda política al final del siglo XX, para transitar por la vía democrática/institucional y así procesar  problemas nacionales. Por esa razón, las valoraciones que se realizan desde la oposición adolecen de miopía histórica, al escamotearle a López Obrador la vía civil de cambio institucional. Sus adversarios pueden acudir también al voto popular y pacífico.

El contexto apuntaba a la prolongación de una izquierda radical en sus métodos: los años 60s y 70s fueron de guerrillas, con el 68 cultural como esperanza civilista. La apertura política del sistema (1977) mantuvo redes de poder y recursos holgados para triturar en las urnas. La idea de Manuel Gómez Morín (PAN) sobre la democracia y el voto como “brega de eternidad”, cuadró más en la izquierda, pues la derecha tuvo simpatías empresariales y apuntaba a “la negociación entre las élites, para darle oxígeno político al sistema” (Lorenzo Meyer). El 88 electoral fue de cerrazón del sistema a la democracia incipiente. La izquierda apostó por institucionalizar reclamos. En 1994, la irrupción del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), justo con la apertura del Tratado de Libre Comercio (TLC), planteó de nuevo el dilema ‘reforma o revolución’. La violencia contra la oposición de izquierda reflejó el trato desigual: más de 400 muertos entre 1989 y 1993 (sexenio salinista).

Con los asesinatos de Luis Donaldo Colosio, candidato presidencial del PRI (marzo 94), y de José Francisco Ruiz Massieu, nombrado coordinador de la bancada legislativa tricolor, el viejo sistema se sacudió. Fue momento crucial, con el EZLN en Chiapas. La decisión de la izquierda fue seguir la vía pacífica, en eso tuvo que ver el actual presidente y muchos más. Hubo que esperar cuatro sexenios, más brega democrática, para imponerse a las claras en las urnas, mientras el sistema se reciclaba con la cooptación de políticos de izquierda que viraron a un reformismo cosmético: gatopardismo confeccionado por las élites que aún repartían el pastel tras bambalinas.

La ciudadanía, frente al futuro de la izquierda en México –o simplemente futuro sin cancelar-, se hizo sentir en las urnas. Es movilización social de largo aliento, con resultados políticos.

AL MARGEN

VA TABASCO al “semáforo naranja” por 15 días. La epidemia no ha terminado. Lo que sigue depende de la disciplina social y la respuesta institucional.  (vmsamano@hotmail.com)