Julieta Campos: los pobres, pasado, presente y futuro

EN HOMENAJE A JULIETA CAMPOS DE LA TORRE RETOMAMOS PARTE DE UN VALIOSO TEXTO PUBLICADO POR EL HISTORIADOR LORENZO MEYER EN SU COLUMNA “AGENDA CIUDADANA”

EN HOMENAJE A JULIETA CAMPOS DE LA TORRE RETOMAMOS PARTE DE UN VALIOSO TEXTO PUBLICADO POR EL HISTORIADOR LORENZO MEYER EN SU COLUMNA “AGENDA CIUDADANA” (lorenzomeyercossio.com), EN 2020 PARA COMENTAR UN EXTRAORDINARIO TRABAJO DE LA ESCRITORA, FILÓSOFA Y ACTIVISTA, QUIEN NO SÓLO REFLEXIONÓ SOBRE EL DESTINO DE LOS MARGINADOS SINO QUE EN TABASCO ACOMPAÑÓ LAS ACCIONES DE ENRIQUE GONZÁLEZ PEDRERO, GOBERNADOR EN LOS AÑOS 1983-1987.

AGENDA CIUDADANA / LA POBREZA 

El Gran Problema.- ¿Cuál es el problema histórico, de fondo, el no resuelto, ese que constituye el gran peso que desde hace siglos carga la sociedad mexicana en sus espaldas y que le ha impedido alcanzar el destino que sus diversas élites gobernantes le han prometido como el gran proyecto nacional? Una posible respuesta es: la pobreza. En efecto, la pobreza es, a la vez, la raíz y el resultado de la serie de fracasos que, como cuentas de un trágico rosario, forman la herencia que han dejado los sucesivos grupos gobernantes que desde el siglo XVIII han buscado modernizar a México presentando el interés de quienes ejercen el poder como el interés general del reino, primero, y de la nación después. 

Julieta Campos acaba de recordarnos lo anterior en su monumental ensayo sobre el tema titulado ¿Qué hacemos con los pobres? La reiterada querella por la nación, (Aguilar), 688 pp., que no es otra cosa que un recuento muy bien escrito de las batallas dadas y perdidas por México en su larga y desesperante lucha contra la pobreza. El título del trabajo -¿Qué hacemos con los pobres?- fue tomado de una interrogante que aparece en la correspondencia de 1875 de uno de los grandes líderes del movimiento liberal del siglo pasado, Ignacio Ramírez, con Carlos Olaguíbel, gobernador del Estado de México. Esa misma pregunta del Nigromante, y las varias respuestas que se dio, ya habían llevado a Moisés González Navarro a explorar la idea del liberalismo mexicano en torno a la pobreza -La pobreza en México (El Colegio de México, 1985)- y había encontrado que la respuesta era simple: para los liberales, el problema de los pobres era asunto de los pobres mismos y de nadie más. Desde esta perspectiva, la única salida era que los pobres se asociaran y se auxiliaran entre ellos, en espera de que el lento proceso del desarrollo económico -a cargo y en beneficio de las elites- la educación, la migración o la implacable dureza de la demografía de Malthus, fueran secando el gran mar de la pobreza secular. 

Avances y Retrocesos.- Así pues, "¿Qué hacer con los pobres?", resultó una pregunta sin respuesta clara para los liberales del siglo pasado, especialmente cuando ya tuvieron la responsabilidad del poder. Sin embargo, para el Nigromante y los suyos, algo si estaba claro: la solución del problema de la pobreza -que afectaba a la mayoría de los mexicanos- no era un asunto del Estado mexicano, pues simplemente sería "insensato sacrificarles [a los pobres] las instituciones sociales". A fin de cuentas, debería ser el mercado, y sólo el mercado, el que debería decidir la suerte económica de cada individuo: la filtración, por goteo, del beneficio económico hacia las capas bajas de la sociedad. 

Formular el tema de la pobreza en la forma como lo hizo el Nigromante no resultó un avance respecto a ese largo período que constituye nuestra historia colonial, pues en la práctica, la élite novohispana tampoco había tenido respuesta para la interrogante de Ignacio Ramírez; en realidad, ni siquiera se hizo esa pregunta tan incómoda. La pobreza de los indígenas, de los "léperos", del populacho colonial, fue tomada como un hecho natural y se dejó a la caridad cristiana, no su solución, sino su manejo. Por ello, cuando el curioso Alexander Von Humbolt visitó a la Nueva España entre 1803 y 1804, definió a esa sociedad mexicana a punto de concluir el largo período colonial, como una de contrastes brutales: una minoría peninsular y criolla extremadamente rica en un mar de extremadamente pobres: los indios y los mestizos. 

Pero entre la colonia y el liberalismo si había habido un intento de respuesta diferente a la pregunta sobre qué hacer con los pobres. Al estallar la guerra popular contra la dominación española en 1810, José María Morelos había propuesto que, al obtenerse la independencia, el poder político debería usarse, entre otras cosas, para redistribuir la propiedad de la tierra, es decir, dar forma a un nuevo conjunto de leyes que "moderen la opulencia y la indigencia", de tal manera que, por fin, el labrador pudiera recibir el justo fruto de un duro trabajo. Para el líder insurgente, la pobreza si era, un asunto de Estado, pues su origen no eran las fallas individuales sino de las estructuras de la sociedad; desafortunadamente, Morelos no tuvo la oportunidad de poner en práctica el generoso contenido de sus Sentimientos de la Nación. (…) Lorenzo Meyer es historiador y ensayista; profesor emérito de El Colegio de México, integrante del Sistema Nacional de Investigadores.