OPINIÓN

La crítica desde el odio
15/10/2025

La predictibilidad del arte y sus críticos

En el ambiente cultural, mexicano o no, existe la predecibilidad. Ya en el aspecto creativo como en los de la crítica y el apoyo. Incluso en la lectura. En ocasiones intuimos y adivinamos el tema que va a tratar en su próximo escrito tal o cual ensayista. Le atinamos a la siguiente exposición de este o aquel pintor o escultor. Esperamos una determinada reacción del crítico fulano de tal respecto a la obra de equis creador. En fin: sabemos de antemano lo que va a pasar. No porque seamos oráculos o pitonisos, sino porque el desarrollo, evolución y cambio en este sector es difícil y lento. No siempre el artista propone cosas nuevas. De hecho, es repetitivo. El crítico también. Además, como casi siempre pertenece a camarillas, grupos o "mafias", lo que hace es hablar bien de los amigos. Y los otros, o que se rasquen con sus propias uñas o son unos mediocres o simplemente no existen. Esto es tanto para los nacionales como para los extranjeros.

          Lo anterior es cierto. Será porque ya conocemos lo que pinta, escribe o crea determinado artista o escritor. Sabemos los temas en que anda, a qué escuela pertenece, sus influencias y mañas, sus pasiones e ideologías, sus defectos y virtudes. Sus filias y fobias. Es del dominio público con quién está peleado, quiénes son sus amigos, a qué grupo pertenece. En una palabra: de antemano sabemos lo que va a decir o hacer. Y en ocasiones la certeza es casi absoluta.

          Así, es de reconocer que pocos se atreven a hacer lo que José Antonio Alcaraz le comentó a Gonzalo Valdés Medellín en una antigua entrevista: "Bueno, cuando intento un juicio o una evaluación, hago a un lado, sistemáticamente, mis pasiones personales. He escrito elogios sin fin para músicos y teatristas a los que detesto y me detestan. Y he vapuleado de una manera inmisericorde a gente a la que quiere muchísimo".

          Postura muy respetable la de este compositor, cineasta, director de teatro, de ópera, y crítico de música. Otra es la del filósofo español Fernando Savater, quien en su libro "Instrucciones para olvidar el Quijote y otros ensayos", escribió: "Soy benévolo con los amigos, pero nunca hipócrita: muchas veces me he callado mi opinión desfavorable respecto a la obra de alguien a quien quiero, pero jamás he elogiado positivamente algo que no me guste. Procuro no herir, pero tampoco engañar".

          Opiniones diferentes tan sólo en la forma. En el fondo las dos son idénticas en honestidad: nunca halagar algo que no parece merecedor de un juicio halagador, aunque sea de un amigo. Como tampoco destruir una obra sólo porque su creador no es amigo nuestro. Es decir: siempre trabajar con la verdad. Con nuestra verdad sincera.

          Pero también hay una tercera variante para ejercer la crítica. Igualmente honesta. No vapulea como la de Alcaraz, pero tampoco es benévola como la de Savater. Sencillamente reconoce aciertos y errores en la obra de los amigos. Y los dice. Y si éstos se molestan, gran error comenten. Y también hacerlo con la obra de quienes no son nuestros amigos. Y si éstos se molestan, comenten un error fatal. Y es que en el ejercicio de la crítica, siempre hay que externar lo que uno cree. Sin filias y sin fobias. Aunque las tengamos de manera personal. Pero siempre hay que hacerlas a un lado y tratar de ser objetivo.

          Escribo que hay que tratar de ser objetivo. Lo escribo sabiendo que eso es casi imposible. Máxime tratándose de vapulear al de enfrente. Y esto no sólo se da en el ámbito cultural. No, claro que no. Y es que en el ámbito político es igual, y si me lo permiten, hasta peor, ya que en éste aparece un sentimiento extra: el odio.

          Sí: el odio, y éste, de manera natural, obnubila a quien lo posee, y entonces no le permite ver en la persona a la que odia si tiene alguna virtud, logro, capacidad o buenos resultados. Y en el ambiente de la política nacional, el odio predomina por encima de la frialdad y de la objetividad. Y ejemplos hay infinidad. Tanto de un lado como del otro. De arriba hacia abajo, como de abajo hacia arriba. O de un lado a otro, y viceversa. Y como muestra un botón: el publicista devenido en politólogo y comunicador, Carlos Alazraki, dijo que como él odia a Andrés Manuel López Obrador y a la 4T, creó un canal de televisión llamado AtypicalTV dirigido a satisfacer a los mexicanos que comparten sus odios, y entonces es el odio el que alimenta los contenidos de sus programas.

          Pero Alazraki y sus colaboradores e invitados no son el único ejemplo de cómo usar el odio para describir a sus contrincantes políticos y con ello, pretender destruirlos. Ahí están también Ricardo Salinas Pliego, Claudio X. González, Xóchitl Gálvez, Kenia López Rabadán, Alejandro Moreno Cárdenas, Marko Cortés, Guadalupe Acosta Naranjo, Lilly Téllez, Felipe Calderón, Vicente Fox, Ernesto Zedillo, Enrique Krauze, Carlos Marín, Carlos Loret de Mola, Javier Lozano, Víctor Trujillo, Javier Alatorre, Joaquín López Dóriga, Héctor Aguilar Camín, y un etcétera tan largo como una página en blanco o una pantalla de televisión, en donde ellos y ellas escriben o dicen lo que les dicta la sinrazón. Es decir: el odio como hilo conductor de la crítica política.





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