La democracia frágil

La democracia frágil

La democracia es frágil. Puede fracturar su piso y olvidar sus logros, solo para añorarlos después, cuando los ha perdido.

Esta fue una de las líneas de reflexión más ricas del coloquio Desafíos a la libertad, a cuyo comentario he dedicado la semana.

La democracia mexicana recuerda mal sus logros, dijo José Woldenberg, y procedió con particular elocuencia a recordarlos.

Las transformaciones que el país ha tenido en estos años, dijo Valeria Moy, no son parte de la conciencia ni del debate público.

Christopher Domínguez puso en una nuez la historia de nuestra proclividad a las “desilusiones tempranas”: de la Independencia, de la Reforma, de la Revolución, de la Democracia.

Gerardo Bongiovanni, presidente de la Fundación Internacional para la Libertad, nos recordó que la reacción tardía ante el autoritarismo hizo que muchos países latinoamericanos denunciaran la restricción de libertades solo cuando ya no había remedio, como la rana que no siente el cambio de la temperatura del agua mientras hierve en ella.

Álvaro Vargas Llosa hizo un admirable recuento de la evolución histórica de los conceptos de república y democracia. Quería recordarnos que la democracia no tiene la vida comprada, que puede disolverse en el aire, volverse incluso su contrario, si los demócratas no la defienden cada día.

Una de las debilidades profundas de la democracia mexicana, dijo José Ramón Cossío, es que sus ciudadanos no se han apoderado de sus leyes, no las ejercen día con día. Nuestras leyes otorgan más libertades de las que ejerce nuestra ciudadanía.

Federico Reyes Heroles hizo entonces un estimulante repaso de las expresiones de resistencia al talante autoritario del nuevo gobierno. Y Lisa Sánchez dejó muy claro, en su convincente relato de la discusión de la Guardia Nacional en el Congreso, que la sociedad civil organizada ha dado batallas claves, pero tiene todavía que pasar de su lógica del "No" a la del "Cómo".

Mi conclusión del coloquio es que la democracia mexicana no reparará su fragilidad política sin una propuesta de inclusión social. Eso que Ana Laura Magaloni puso en la mesa al preguntarse qué le importa hoy a un joven de Iztapalapa sin oportunidades.

Y eso que José Woldenberg resumió diciendo que a nuestra discusión democrática le faltó siempre el ”componente socialdemócrata”.