OPINIÓN

La rutina es de los cuerdos
09/05/2022

La rutina es de los cuerdos

UNO

Las rutinas o lo rutinario es lo que hacemos de manera diaria. Sí, la mayoría, entre ellos yo. No sé usted. Lo peor de las rutinas, es cuando esta entra a los asuntos de amor, convivencia y amistad. Porque precisamente ese mal va deteriorando las relaciones. La rutina es nuestra realidad y es criminal para el alma. Solo que nos acomoda a una maquinaria productiva. 

DOS

Con esos relojes modernos, cuando salimos a caminar y ya tenemos trayecto trazado, damos vueltas al mismo circuito, y la aplicación (app) del reloj la registra de manera dibujada. Si damos unos pasos fuera de ello, lo registra, si entramos a otra cuadra lo registra, lo mismo si elegimos otro trayecto. Si esa aplicación la utilizáramos todos los días, nos daremos cuenta que las actividades diarias que realizamos están en un marco rutinario ya definido.

TRES

El cerebro se acostumbra a las rutinas en todas las actividades. Si empezamos por el baño, nos quitamos las prendas en el mismo orden, ya mojados empezamos a enjabonarnos por la misma parte, lo mismo al secarnos. El cepillado de dientes o peinarnos igualmente siguen el mismo orden. Ocupamos la misma silla en el desayuno. Y generalmente nuestra salida rumbo al trabajo sigue igual, los saludos con las mismas palabras si vivimos con alguien, y seguimos la misma ruta por las mismas calles. En el trabajo lo mismo. La salida y regreso a casa la hacemos -salvo algo fuera de lo programado- de la misma manera.

CUATRO

La rutina viene siendo parte de nuestra vida "normal" (regido por la norma). Yo cuento que antes de jubilarme me decían que era peligroso pasar del trabajo diario a levantarse y ver el día sin quehacer dentro de horarios definido. Y yo me reía, por supuesto. Me decía: "tanto tengo por hacer y ya sin la presión de horarios". Pero llegó mi turno de jubilarme. Y cuando iba un año aún los amigos me preguntaban: ¿Qué tal la vida de jubilado? Y mi respuesta entonces sí era diferente. Quiero decir que salimos de nuestra vida de rutinas, horarios incluidos, y entramos al mar de la libertad de tiempo sin ruta, sin brújula y sin rumbo.

CINCO

Por la peligrosidad de los ambientes, muchas personas han decidido comprarse una caminadora o bicicleta fija, y le dedican allí su tiempo diario de ejercicio para mantener la salud en mejores condiciones. Y la rutina allí queda más ejemplificada. Y para sobreponerse a ver la misma pared o espejo, se ponen unos audífonos para escuchar música, que sin duda alguna es la misma música todos los días: Bach, Bethoven, Los Ángeles Azules, Music relax, Beatles, etc.

SEIS

Hay quienes -me aseguran- toman un libro y si lo empezaron a leer no lo dejan hasta que lo terminan, aunque este sea super aburrido. Lo continúan leyendo por disciplina. Y hay quienes revisan las llantas de su auto empezando por la del lado del piloto, luego las dos de atrás y al final la delantera del lado del copiloto. Y así lo hacen siempre.

SIETE

Mi explicación de mi caso como jubilado  es simple: somos animales rutinarios de horarios. Desde preescolar con un horario matutino de 9 a 12; luego de primaria de 8 a 1, así nueve años. Luego la secundaria de 7 a 1. Después la preparatoria y la universidad. En todos esos años hasta teníamos pegados nuestra hoja de nombre "Horario de clases" y era nuestra guía para orientarnos en ese mar abrupto de materias inconexas entre sí, inclusive. Todo ello en suma son 19 o 20 años en que nuestro cerebro se amoldó a moverse en base a esa rutina de horarios. Luego llegó lo laboral. Y lo mismo.

OCHO

En mi caso horario como maestro de primaria de 7:45 a 13:00 horas. Posteriormente en telesecundaria de 8 a 14: 00 horas. Luego en mis incursiones en la administración con horarios de entrada y no de salida, pero de todas maneras horarios. Así que el cerebro por 56 años (de estudio y laborales) acomodándose y respondiendo a  realizar actividades de preparación para una hora de entrada, realizar actividades dentro de ese horario, y prepararse para la hora de salida y de allí seguir la misma ruta para llegar a casa. Precisamente, aunque el individuo tenga muchas cosas que hacer ya como jubilado, su cerebro no se acostumbra en el primer año a andar sin horario fijo de entrada y salida.

NUEVE

Así ya de jubilado, por más que le decía al cerebro que se desatontara (desapendejara), me traía como león enjaulado dentro de la casa, cada rato me topaba con mi esposa, al principio nos decíamos hola, luego el hola era un poco más serio, me la pasaba entre regando las plantas, acomodando libros, encendiendo la televisión para ver qué había para entretenerme, lavando el auto, arreglando y desarreglando la bicicleta, entraba a estorbar a la cocina para hacer limonada o pan, y así todos los días. Hasta que me dije: lo que te gusta hacer, acomódalo en nuevos horarios. Y así le he estado haciendo. Y poco a poco fui elaborando y programando mis nuevas... rutinas.




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