La siempre escurridiza verdad de las cosas

("La verdad de las cosas") es una muletilla popular para tratar de hacer creíble lo que decimos cuando vemos que los demás dudan

ES MUY DIFÍCIL EMPEZAR un texto como el presente aludiendo a la verdad de las cosas. Difícil y riesgoso. Sin embargo vale la alegría correr el riesgo si lo que se trata es de llevar un poco la atención hacia la reflexión sobre la verdad y las tantas verdades. La verdad como tal es escurridiza. Desconfiemos siempre de quienes dicen y pregonan que tienen la verdad, por lo cual aseguran que sus contrarios son los que mienten.

DESDE MIS PRIMEROS AÑOS laborales en escuelas de básico me di cuenta que en un pleito de niños, por lo general ninguno reconoce tener la culpa. Es otro parte del pleito luego de que pasaron los golpes y están ante una autoridad, sea el maestro, director de la escuela, la madre o el padre. "Yo no fui el que empezó". Entonces le toca a uno buscar entre los vericuetos de los pensamientos expresados verbalmente, el que más se apega a lo que pudiera llamarse la verdad.

QUÉ DECIR DEL AMANTE -en calidad de novio o de cualquier otra relación- quien asegura que amará por siempre a su pareja. Y a los pocos meses o años esa misma afirmación tipo promesa se le dice a otra persona, y a la anterior el "siempre" fue de una duración si acaso de algunos años, y a veces unos cuantos meses. No se miente, sino que no sabe que la eternidad del amor tiene la característica de ser efímera.

HAY QUIENES SE MANEJAN en sus relaciones sociales con certezas, y no es que simulen, sino que están plenamente seguros de ser portadores de la verdad en cualquier faceta de los temas que manejan. Son perfectos, no perfectibles. Son inhumanos, porque el humano sí se equivoca. Solo que tarde se dan cuenta que sus certezas no tenían ninguna base, ni fundamento real, a no ser que su base fueran sus limitaciones, creencias absolutas. El fanatismo no difiere mucho de ellos. Y los que tienen dudas andan indagando para resolverlas. Cuando menos se entretienen aprendiendo otras cosas. Los que dudan buscan la verdad aunque saben que esta, como un absoluto, no existe. O existiendo no la conocerán.

EN LAS GUERRAS ENTRE PAÍSES, mortales de por sí, atroces por demás, inhumanas, son dos guerras las que se libran. La que se mira con los bombazos de uno a otro lado, con edificios destruidos y muertes y más muertes, y la otra, la que se libra en los medios de comunicación para lograr convencer que esa guerra es por la paz porque los "terroristas" son los contrarios. En las dos actuales, Rusia-Ucrania, Hamas-Israel, cada quien despliega su arsenal de noticias. Solo que una parte del mundo es "informada" por una parte, y la otra es "informada" por la otra.

ASÍ PARA EL MUNDO ÁRABE el demonio son Israel y sus aliados, sin duda alguna los Estados Unidos e Inglaterra como principales sostenedores económica y porpagandísticamente, y para esta parte -Occidente, le llaman- los demonios son los Hamas, Hezbolá, y los países que los apoyan como Irán y otros. Ni para dónde hacerse. Lo cierto es que los muertos son los civiles de uno y otro bando. ¿Quién tiene la verdad?

PARMÉNIDES DE ELEA, en su poema "A la Naturaleza", decía allá por el siglo V antes de Cristo, que la verdad solo está reservada a los dioses (sean estos los que fueren), y que los mortales solo pueden manejar pareceres, opiniones que van cargadas con la subjetividad porque es lo que aprendimos a través de los sentidos, limitados en la visión general, y aunque pueden parecer verdades, no lo son, por más verosímiles que sean. Solo eso. Y el ateniense Platón, en el siglo IV a de Cristo, planteó que solo hay dos tipos de conocimientos, el del mundo sensible, donde andamos todos, y el del mundo inteligible, el que se adquiere mediante la razón, privativa esta de exageradamente muy pocos. 

LA SABIDURÍA POPULAR, la más sagaz de todas, porque ha sido cribada por el tiempo, dice en pocas palabras: "nada es verdad, nada es mentira, todo es de acuerdo con el cristal con que se mira". Es decir, cada quien tenemos un trayecto en el pensar, por mínimo que sea, por poco, nada o mucho esfuerzo que se haya hecho para lograrlo, por las lecturas (o no) que tenemos, por las influencias que tenemos, por lo que hemos asimilado de nuestro entorno, por la experiencia que tenemos en caídas sin límite de tiempo, y es entonces que con todo ello emitimos opinión, conjeturamos. ¿Y la verdad? Volvamos a leer la expresión de la sabiduría personal. Cada quien tenemos nuestro cristal con colores distintos.

EL FILÓSOFO ALEMÁN Wittsgeinsten lo dice bien: "los límites de mi lengua son los límites de mi universo". Es decir en mi interpretación: manejamos poco lenguaje, entonces nuestra comprensión del mundo y sus fenómenos serán mínimos, nuestro pensamiento reducido; y estos se amplían si y solo si dominamos cada vez mejor el lenguaje. Por eso es importante la lectura libre, la que nos deleita.

Y SE PERCIBE, SE SUPONE, que quienes manejan menos el lenguaje se manejan con más certezas. He allí el detalle, diría Cantinflas, nuestro buen actor cómico. Pongamos atención siempre a ello, y más ahora en estos tiempos de fábulas, fabuladores y de flautistas de Hamelin. Y cerrando: La expresión que da título a este texto ("La verdad de las cosas") es una muletilla popular para tratar de hacer creíble lo que decimos cuando vemos que los demás dudan.