Treinta y dos años

En este mar de transformaciones presurosas navega la carrera de comunicación...

En la tercera parte de su célebre novela "1984", George Orwell señaló contundente que "el que controla el pasado controla también el futuro". La frase, además de revalorizar el peso de la historia, coincide con las apreciaciones del escritor chileno Luis Sepúlveda, quien, en su obra "La sombra de lo que fuimos", destaca la importancia de conocer el pasado para comprender el presente e imaginar el futuro. Si bien no son los únicos personajes que han planteado ideas similares, vale la pena traerlos a colación porque enfatizan la necesidad de conservar la memoria histórica, pues de lo contrario se corre el riesgo de acelerar la pérdida de la identidad.

Compartí las reflexiones anteriores en el preámbulo de un conversatorio que tuve la oportunidad de moderar el pasado miércoles, en la División Académica de Educación y Artes de la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco, con motivo del 32 Aniversario de la Licenciatura en Comunicación. A más de tres décadas de distancia, hacer una revisión puntual de la evolución de esta carrera, evaluar su capacidad de adaptación ante los acelerados cambios del entorno y analizar los ajustes en los programas de estudio son —o deben ser— los pilares para dar soporte a su vigencia y su futuro.

Transcurría el año 1991 cuando la carrera vio la luz en Tabasco, en medio de un escenario incierto. En ese entonces, era difícil imaginar que la tecnología avanzaría tan rápidamente al nivel en el que hoy se encuentra. No tenían auge esos aparatos que caben en un bolsillo y pueden resolver nuestras dudas y facilitarnos la comunicación por video, audio, texto o imagen.

Los teléfonos fijos (privilegio de pocas familias) y las cartas en papeles o postales eran los medios clásicos para acortar distancias. La televisión y la radio formaban parte central de nuestro entretenimiento y, además, junto con el periódico, servían para informarnos de lo acontecido en el entorno inmediato y en el mundo. Los primeros dos medios—la televisión y la radio— transitaron de lo analógico a lo digital y hoy mantienen su posicionamiento en la audiencia. El periódico impreso, por su parte, ha librado las más cruentas batallas por su supervivencia; pese a los embates, aún respira, y celebro que así sea.

Por cierto, la situación del periódico impreso es extrapolable a otros sectores. Recuerdo con sobresalto aquella portada de la revista The New Yorker de mayo de 2008, donde aparecía la ilustración de un librero que cerraba su tienda mientras su vecina recogía un paquete de Amazon, vaticinando la muerte del negocio tradicional y físico.

A la par de los cambios sociales y de la irrupción de modernas tecnologías, los estudios de comunicación han evolucionado para responder a nuevas realidades. Las profesiones en esta materia lo deben seguir haciendo para que los egresados encuentren espacios de desarrollo y superación. Vemos, por ejemplo, que los periodistas han tenido que incursionar en los portales digitales, o reinventarse su propia forma de informar por Internet. Observamos también mayores niveles de especialización disciplinar, es decir, campos de estudio más específicos y escenarios emergentes para los profesionales de la comunicación que antes eran impensables: civilización digital, medios híbridos, resiliencia, nuevas audiencias en la convergencia mediática, realidad virtual, etc.

La inmediatez ha cambiado; ya no es el atributo principal de la radio, sino de las redes sociales. Ya no buscamos las noticias, ellas nos encuentran Vivimos una gran paradoja: en la era de la información, la sobredosis es tal que ha derivado en la era de la desinformación.

En este mar de transformaciones presurosas navega la carrera de comunicación. Como dije al principio, el ejercicio de repasar el pasado, de privilegiar la memoria histórica, ayuda a conocer los nuevos derroteros y fortalece la identidad, aquello que nos distingue, lo que nos cohesiona para enfrentar unidos los desafíos por venir.

Finalmente, mi reconocimiento a Flor de Liz Pérez Morales, Mariola Ortega Jiménez, Angélica Fabila Echauri, César Manuel Santos Fajardo y Luis Carlos Cuahonte Badillo por sus espléndidas intervenciones en el conversatorio. Gracias por ser luces en las sombras.

Colofón

La fantasía de la inteligencia artificial y la robótica controlando a los humanos en una dictadura no está muy lejos. Larga vida a la Licenciatura en Comunicación, la que puede ayudarnos hoy más que nunca a reconocernos y empoderarnos para recuperar la soberanía.